Véase la nota Cnt. 4:92.
Véase la nota Cnt. 4:92.
Aquí el Novio, Cristo, el Hijo en la Trinidad Divina, responde e invita a Sus amados “amigos” —Dios el Padre y Dios el Espíritu— a disfrutar de Su huerto, Su amada, juntamente con Él; más aún, Él ha descendido a las eras de especias para comer en los huertos (la amada y otros que también aman a Cristo) y recoger lirios (Cnt. 6:2).
Aquí la amada comprende que su viejo hombre, el hombre exterior, fue crucificado (duermo, Ro. 6:6), y que su nuevo hombre, el hombre interior, vive (mi corazón está despierto, 2 Co. 4:16). Ella oye que su Amado llama a la puerta pidiéndole que le abra, al mismo tiempo que le recuerda Su sufrimiento en Getsemaní en la noche antes de Su crucifixión (Su cabeza empapada de rocío, y Sus cabellos, de las gotas de la noche).
En Cnt. 5:2-16; 6:1-3 la que ama a Cristo es llamada con mayor intensidad a vivir detrás del velo al experimentar la cruz después de la resurrección. Incluso después de la experiencia de vivir en ascensión como nueva creación en resurrección (3:6—5:1), aún es necesario que experimentemos la cruz, pues no importa cuánto estemos en ascensión, o sea, en nuestro espíritu, todavía estamos en la vieja creación y todavía tenemos nuestra carne. Por tanto, para que podamos entrar en el Lugar Santísimo del tabernáculo celestial (He. 8:2; 9:11-12, 24), el velo, que representa nuestra carne (He. 10:19-20), tiene que ser rasgado al experimentar la cruz de manera más intensa (Mt. 27:51a). Véase la nota Cnt. 6:41.
Puesto que ella se ha despojado de la antigua manera de vivir propia de su viejo hombre (el vestido) al experimentar la operación de la cruz (Ef. 4:22; Col. 3:9), ¿cómo podría vestirse con ello nuevamente? Esto requeriría que su Amado repitiera Su sufrimiento en Su crucifixión. Puesto que ella ya fue purificada (me he lavado) por Su sangre redentora (1 Jn. 1:7), ¿cómo podría contaminarse nuevamente? Esto requeriría que su Amado repitiera Su sufrimiento de muerte. Éstas son las razones dadas para rehusarse a responder al llamado de su Amado.
A través de la estrecha abertura que ella le provee, su Amado le muestra Su mano traspasada, de modo que ella se estremece por Él en sus partes internas y es movida a anhelarle. Aquí la mano traspasada de Cristo le recuerda que Él fue crucificado por ella.
Al abrirse a Cristo, la amada le manifiesta el aprecio que tiene por Su dulce muerte (la mirra).
Esto indica que debido a que su sentir de haber fracasado es tan profundo, la que busca a Cristo siente que incluso los creyentes más jóvenes (las hijas de Jerusalén) pueden ayudarla. Ella les encarga decir a su Amado que está enferma de amor, pues considera que su Amado podría estar preocupado con respecto al amor que ella siente por Él.
Al manifestar la impresión que ella tiene de su Amado, dando a conocer su aprecio por Él mediante muchas expresiones detalladas y excelentes, la que ama a Cristo afirma que Él es puro, pero lleno de vida y poder (resplandecientemente blanco pero rubicundo), y que Él es distinguido como estandarte alzado (véase la nota Cnt. 5:102) en contra del enemigo (Is. 59:19) y que atrae a los pecadores (Jn. 12:32).
Lit., puesto como estandarte.
Su autoridad como cabeza procede de Dios (el oro, 1 Co. 11:3), y Su sujeción a Dios (los cabellos, cfr. Fil. 2:5-8; 1 Co. 15:28) es floreciente (crespos) y fuerte (negros, cfr. la nota Ap. 1:141a).
La expresión de Sus sentimientos (los ojos, cfr. la nota 2 Co. 2:103) es sencilla y pura (como palomas), fluye como el río de vida (los arroyos de aguas), de manera particular y clara (bañados en leche) y en el debido orden (a la perfección colocados).
Su semblante (las mejillas) es hermoso y dulce (las eras de especias, las hierbas dulcemente aromáticas) por haber sufrido los golpes y el menosprecio de la gente (Is. 50:6; Mt. 27:30), y Su boca es pura, de la cual salen dulces palabras de gracia (Sal. 45:2; Lc. 4:22) basadas en Su redención (la mirra).
Sus obras (las manos) están llenas del poder divino que sujeta (los cilindros de oro) y son estables (engastados de berilo, Ez. 1:16; Dn. 10:6) con la finalidad de llevar a cabo la voluntad de Dios. Sus partes internas (Fil. 1:8, el vientre, que es la misma palabra traducida “partes internas” en el v. 4) están llenas de sentimientos profundos y tiernos forjados en ellas mediante Sus sufrimientos (la obra de marfil, que requiere de sufrimiento e, incluso, la muerte) bajo una clara visión celestial (los zafiros, Éx. 24:10).
Su posición (las piernas) y la fuerza que lo sustenta (las columnas) corresponden a una posición de justicia (el mármol blanco) con base en la naturaleza divina de Dios (las basas de oro), y Su expresión (su aspecto) muestra que Él es una persona que ha ascendido a los cielos (el Líbano) y cuya excelencia supera todas las otras excelencias (excelente como los cedros).