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Capítulos de libros «El Cantar de Los Cantares»
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  • Puesto que todavía la consideran la más hermosa entre las mujeres (cfr. Cnt. 5:9a), los creyentes más jóvenes (las hijas de Jerusalén) le preguntan a la que ama a Cristo adónde se dirigió su Amado a fin de buscarlo junto con ella, lo cual indica que estos creyentes fueron atraídos por el testimonio de ella respecto a su Amado. Ella es alguien que busca más de Cristo, y tal búsqueda influye en los otros creyentes, los afecta, y hace que ellos sean atraídos hacia Él (cfr. Cnt. 1:4a).

  • Después de buscar la ayuda de los demás, ella comprende que su Amado está dentro de ella, por ser ella Su huerto, así como dentro de todos los otros creyentes, por ser ellos Sus eras de especias, y que Él se alimenta de ella y de los otros creyentes que son Sus huertos así como reúne a aquellos que son puros y confían en Él (los lirios). El huerto de Cristo está en nuestro espíritu. Si vivimos en nuestro espíritu, éste se convierte en un huerto en el que cultivamos cosas hermosas, espirituales, divinas y celestiales, las cuales son dulces a Su paladar.

  • La amada les declara, conforme a su fe, que ella pertenece a su Amado y Él a ella, y que ahora Él alimenta a aquellos que son puros y confían en Él (los lirios). Ahora, ella es más madura en vida de lo que era cuando dijo lo mismo en Cnt. 2:16 (véase la nota allí).

  • Tirsa, la ciudad capital de los reyes de Israel y sede del palacio del rey (1 R. 14:17; 15:21; 16:23), es mencionada aquí en un sentido positivo para representar el santuario de Dios, la morada de Dios como Rey. La ciudad santa de Jerusalén era la capital de Judá y la protección de la morada de Dios, el templo, aquí en la tierra. Por tanto, estas dos ciudades representan el santuario de Dios, la morada de Dios, con la ciudad santa de Dios que la rodea a fin de ser su protección. Aquí, el hecho de que el Amado elogie a Su amada diciendo que ella es tan hermosa como el santuario celestial (Tirsa) y tan bella como la Jerusalén celestial, indica que al vivir ella en la ascensión de Cristo como nueva creación en resurrección, la que ama a Cristo llega a ser madura en las riquezas de la vida de Cristo de modo que no solamente llega a ser un huerto para Cristo (Cnt. 4:12-16; 5:1; 6:2), sino también el edificio de Dios (cfr. Gn. 2:8-12, 18-24; 1 Co. 3:9-12), el santuario de Dios y su protección. Además, esto indica que ella vive en el Lugar Santísimo, la cámara interior del santuario celestial, detrás del velo, donde experimenta la ascensión de Cristo mediante la cruz después de haber experimentado Su resurrección. Llegar a ser un huerto para Cristo equivale a ser floreciente en el elemento de la vida de Cristo con sus riquezas inescrutables; llegar a ser el santuario de Dios equivale a ser edificados (relacionado con la edificación del Cuerpo de Cristo) en el crecimiento en la vida de Cristo con sus riquezas inescrutables hasta alcanzar la madurez (Ef. 4:12-16). En el Antiguo Testamento, el edificio de Dios es tipificado por Tirsa y Jerusalén; en el Nuevo Testamento, este edificio es el Cuerpo orgánico de Cristo. Por último, la edificación del Cuerpo orgánico de Cristo, que es también la esposa de Cristo (Ef. 5:25-32), tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén, la ciudad santa como consumación del Lugar Santísimo, la morada mutua de Dios y Sus redimidos por la eternidad (Ap. 21:2-3, 16, 22).

    Aunque el santuario de Dios se halla en los cielos, está dividido en dos secciones —el Lugar Santo, que es externo, y el Lugar Santísimo, que es interno y es donde Dios mismo habita— por el velo, el cual representa nuestra carne (He. 9:1-5, 12, 24; 10:19-20). Con relación a Cristo, el velo en el santuario de Dios fue rasgado cuando Cristo fue crucificado (Mt. 27:51), pero con relación a los creyentes, el velo continúa presente a fin de ser usado por Dios para perfeccionar a quienes le buscan y a fin de que ellos sean uno con Dios al morar en Él, el Lugar Santísimo (véase Ap. 21:22 y las notas). El apóstol Pablo llegó a la madurez en la vida de Cristo, viviendo en la ascensión de Cristo; no obstante, Dios todavía permitió que tuviera un aguijón en su carne, mediante un mensajero de Satanás, que le impidiera enaltecerse desmedidamente (2 Co. 12:7). Según la economía de Dios, no importa cuán maduros y espirituales lleguemos a ser, mientras vivamos en la tierra, o sea, mientras nuestro cuerpo no haya sido transfigurado (Ro. 8:23; Fil. 3:21), todavía tenemos la carne, la cual es el velo. Por tanto, todavía tenemos necesidad del supremo llamamiento del Señor, en el cual somos llamados a vivir detrás del velo por medio de una experiencia más intensa de la cruz al tomar medidas con respecto a nuestra carne después de haber experimentado la resurrección de Cristo como nueva creación de Dios. Debemos aprender a pasar a través del velo al experimentar la operación de la cruz todos los días a fin de vivir detrás del velo, o sea, en el Lugar Santísimo. Es aquí donde todos los que buscan a Cristo y que viven en el Lugar Santísimo, en el Dios Triuno consumado, disfrutan al máximo del Cristo oculto en Su escondido suministro de vida (representado por el maná en la urna de oro, Éx. 16:32-34; Ap. 2:17a), en la vida de resurrección (representada por la vara que reverdece, Nm. 17:1-11) y en la ley interna de vida (representada por las tablas del pacto, Éx. 25:16; 31:18; Dt. 10:1-5; Jer. 31:33), todo lo cual está escondido en el Arca dentro del Lugar Santísimo (He. 9:4). Ésta es la etapa más elevada en la experiencia de la que ama a Cristo según es presentada en este libro.

  • Este elogio por parte del Amado indica que el hecho de que Su amada llegase a ser el santuario celestial y la Jerusalén celestial se debe a que ella obtuvo la victoria sobre los enemigos. Sólo al ser vencedores podremos vivir detrás del velo.

    Cuando la vencedora que ama a Cristo llega a ser uno con Dios para ser la morada de Dios, a los ojos de Dios ella es hermosa como Tirsa y bella como Jerusalén. Sin embargo, para el enemigo, ella es terrible como ejército con estandartes. Los estandartes enarbolados indican que ella está lista para combatir y son, además, señal de que la victoria ya fue lograda. El terrible ejército aquí representa a los vencedores del Señor quienes aterrorizan al enemigo de Dios, a Satanás, y que llegan a ser imponentes a los ojos del pueblo de Dios. Este ejército libra la batalla por el reino de Dios en medio de la degradación del pueblo de Dios a fin de llegar a ser los vencedores que responden al llamado del Señor (Ap. 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21). A la postre, los vencedores llegarán a ser, colectivamente, una novia que se casará con Cristo (Ap. 19:7-9). Después de su boda, la novia se convertirá en un ejército para combatir al lado de Cristo, su Marido, a fin de derrotar al anticristo y todos sus seguidores (Ap. 19:11-21).

  • Éstas son palabras de aparente rechazo pronunciadas por el Señor (cfr. Mr. 7:25-27; Jn. 11:5-7; Éx. 32:10; Gn. 32:26), pero, en realidad, son palabras que invitan a Su amada a expresar su prevaleciente amor por Él al poner sus ojos en Él (cfr. He. 12:2).

  • Véase la nota Cnt. 4:11.

  • Véase la nota Cnt. 4:21.

  • Véase la nota Cnt. 4:31.

  • En los vs. 8-9 su Amado (Salomón, quien tipifica a Cristo en un sentido positivo) es amado por muchos y diversos creyentes, algunos son reinas, otros son concubinas y otros son vírgenes (todo con un sentido positivo en forma poética); pero Él, considerando que ella es Su amor y Su perfecta, la elogia como la única que le ama, la única y predilecta regenerada por gracia (su madre, que la dio a luz, Gá. 4:26).

  • La que ama a Cristo, al vivir en la ascensión de Cristo y al vivir detrás del velo experimentando la cruz de Cristo más intensamente, es transformada en los cuerpos celestes, según lo indica aquí la mención de la luna y el sol. Esto indica que ella no solamente ha llegado a ser completamente espiritual (Cnt. 3:6) sino también absolutamente celestial, además de significar que ella ha llegado a ser un vencedor (Fil. 2:15 y la nota 5; Mt. 13:43 y la nota 1; Ap. 12:1, 5 y la nota Ap. 12:11b y la nota Ap. 12:52). En el Cantar de los Cantares, la que ama a Cristo vence en varias etapas: en la primera etapa vence la atracción del mundo al ser cautivada por Cristo (Cnt. 1:2-17; 2:1-7); en la segunda etapa vence al yo, el cual la mantenía recluida apartándola de la presencia de Cristo, al ser uno con la cruz de Cristo (Cnt. 2:8-17; 3:1-5); en la tercera etapa vence la vieja creación (las cosas físicas) al vivir en la ascensión de Cristo, en resurrección, después que la cruz ha sido aplicada a su yo (Cnt. 3:6-11; 4:1-16; 5:1); y en la cuarta etapa vence la carne, el hombre natural, el viejo hombre, al vivir detrás del velo (Cnt. 5:2-16; 6:1-13).

  • Véase la nota Cnt. 6:42.

  • Aquí vemos la labor de la amada. Ella labora en sí misma en calidad de huerto que crece tal como un valle donde se cultivan plantas verdes y frescas, como las vides en cierne y como los granados florecientes. Ella se considera a sí misma no solamente un huerto de plantas tiernas y suaves, sino también un vergel donde se producen nueces especiales, el alimento fuerte y sólido para Cristo.

  • Los vs. 12-13 describen el progreso y victoria de la amada. Ella no tiene conciencia de que progresa tan rápidamente como avanzan los carros del pueblo noble.

  • Ésta es la forma femenina del nombre Salomón, derivada de la raíz que significa paz. Que este nombre sea usado aquí indica que ella se ha convertido en la réplica de Salomón, su complemento, igual a Salomón en vida, naturaleza, expresión y función, tal como Eva con relación a Adán (Gn. 2:20-23 y las notas). Esto significa que en la madurez de la vida de Cristo, la que ama a Cristo ha llegado a ser la reproducción de Cristo, igual a Él en vida, naturaleza, expresión y función (mas no en la Deidad) para ser Su complemento con miras a su matrimonio (2 Co. 3:18; Ro. 8:29).

    Que esta pareja llegue a ser una sola entidad denota la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén el Dios redentor (representado por Salomón) y todos Sus redimidos (representados por la Sulamita) llegan a ser una sola entidad: una pareja universal (Ap. 21:9-10; 22:17). La Nueva Jerusalén es la mezcla de la divinidad y la humanidad para expresar, en las virtudes humanas, al Dios Triuno procesado y consumado.

  • Heb. mahanaim (cfr. Gn. 32:2). Aquí la Sulamita es comparada a dos ejércitos, o campamentos, que danzan celebrando su victoria. Después de encontrarse con los ángeles de Dios, Jacob dividió a sus esposas, hijos y todas sus demás posesiones en dos campamentos o “dos ejércitos” (Gn. 32:1-10). El significado espiritual de los dos campamentos, en calidad de dos ejércitos, es que somos más que vencedores (Ro. 8:37); además, representa un testimonio prevaleciente. Que hubiera dos ejércitos indica que aquella campesina, la Sulamita, no estaba sola. Un ejército indica el principio del Cuerpo de Cristo (Ro. 12:5).

    Dios no desea a aquellos que son fuertes en sí mismos. Él únicamente desea a los endebles, los más débiles, las mujeres y los niños (cfr. 1 Co. 1:26-28; 2 Co. 12:9-10). Ellos pueden llegar a ser Sus ejércitos debido a que la lucha no está en sus manos, sino en las de Dios. Dios precisa de un pueblo que sea uno con Él, un pueblo que esté sujeto a Él, lo cual está representado por la cabellera recogida en trenzas (Cnt. 1:11), y que le obedezca con una voluntad flexible, representada por el cuello con collares de joyas (Cnt. 1:10). Los que serán considerados dignos de ser vencedores serán los más débiles que dependen del Señor, (cfr. Ap. 3:8; Ro. 9:16; Gá. 2:20).

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