En los vs. 1-5 el que habla no es Salomón ni la Sulamita, sino una tercera persona, la cual representa al Espíritu. El Espíritu es uno con Cristo (2 Co. 3:17) y uno con los creyentes (Ap. 22:17). Por tanto, cuando Él habla, es como si los dos hablasen.
Salomón es señor sobre muchas viñas (v. 12), las cuales requieren de mucho trabajo. En esta coyuntura, es imprescindible que la Sulamita se convierta en colaboradora de Salomón. Esto indica que, con el tiempo, aquellos que aman a Cristo deben participar en la obra del Señor. Cuán aptos sean para ello dependerá de la medida en que hayan sido equipados con todos los atributos de la vida divina. Los vs. 1-5 de este capítulo son un repaso que hace el Espíritu de las virtudes de la que ama a Cristo, recuento en el cual se presenta un hermoso cuadro de la preciosa amada de Cristo, desde sus pies hasta su cabeza, como expresión del Cristo a quien ella ama (cfr. Cnt. 6:4-10). Tales virtudes son señales de su madurez en la vida divina y la hacen apta para participar en la obra del Señor (cfr. 2 Co. 1:12; 2:14-17; 11:10a; 1 Ts. 2:1-12).