Con respecto a los vs. 1-8, véanse las notas de Mt. 28:1-8.
Con respecto a los vs. 1-8, véanse las notas de Mt. 28:1-8.
Véase la nota Mr. 15:401.
Véase la nota Mr. 15:403.
Diferente de la palabra que se traduce ungido en Lc. 4:18 y unción en 1 Jn. 2:20. Compraron especias aromáticas para … ungirle denota amor, aprecio y conmemoración.
La resurrección del Salvador-Esclavo prueba que Dios está satisfecho con lo que Él efectuó por medio de Su muerte (véase la nota Ro. 4:251); también es una confirmación de la eficacia de Su muerte, la cual redime e imparte vida (Hch. 2:24; 3:15). Su resurrección vino a ser la evidencia de nuestra justificación (Ro. 4:25) y el poder por el cual pudimos ser librados del pecado (1 Co. 15:17).
Solamente en el relato de Marcos se inserta la frase y a Pedro en el mensaje que el ángel dio a las tres hermanas que descubrieron la resurrección del Salvador-Esclavo. Esto probablemente se debe a la influencia que Pedro ejerció en este evangelio. De todos modos, esta frase indica que la relación íntima que Pedro tenía con el Salvador-Esclavo era especial, de manera que incluso fue subrayada por el ángel.
Muchos mss. antiguos omiten los vs. 9-20.
Véase la nota Mr. 1:231. Así también en el v. 17.
Véase la nota Mr. 1:142b.
Esto revela que la obra redentora de Dios, realizada por el Salvador-Esclavo mediante Su muerte y resurrección, no sólo fue hecha para el hombre, el ser principal de la creación, sino también para toda la creación. Así que, todas las cosas, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos, fueron reconciliadas con Dios, y, por ende, el evangelio debe proclamarse a (en) toda la creación que está debajo del cielo (Col. 1:20, 23). Sobre esta base, toda la creación espera ser librada de la esclavitud de corrupción, y llegar a la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Ro. 8:19-22).
Creer (véase la nota Mr. 1:153d) es recibir al Salvador-Esclavo (Jn. 1:12) no sólo para obtener el perdón de pecados (Hch. 10:43), sino también para ser regenerados (1 P. 1:21, 23). Los que así creen llegan a ser hijos de Dios (Jn. 1:12-13) y miembros de Cristo (Ef. 5:30) en una unión orgánica con el Dios Triuno (Mt. 28:19). Ser bautizado es afirmar esto al ser sepultado para poner fin a la vieja creación por medio de la muerte del Salvador-Esclavo y al ser resucitado, levantado, para ser la nueva creación de Dios por medio de la resurrección del Salvador-Esclavo. Tal bautismo es mucho más avanzado que el bautismo de arrepentimiento predicado por Juan (Mr. 1:4; Hch. 19:3-5). Creer y ser bautizado así son dos partes de un paso completo que se da para recibir la plena salvación de Dios. Ser bautizado sin creer es simplemente un rito vacío; creer sin bautizarse es sólo ser salvo interiormente sin dar una afirmación exterior de la salvación interior. Estos dos deben ir a la par. Además, el bautismo en agua debe ir acompañado del bautismo en el Espíritu, tal como los hijos de Israel fueron bautizados en el mar (el agua) y en la nube (el Espíritu), 1 Co. 10:2; 12:13.
Aquí el versículo no dice “el que no crea y no sea bautizado”. Esto indica que la condenación sólo está relacionada con la incredulidad, y no tiene nada que ver con el bautismo. Todo lo que se necesita para ser salvo de la condenación es creer; no obstante, para completar la salvación interior, es necesario, además de creer, ser bautizado como afirmación exterior.
Hablar en nuevas lenguas es sólo una de las cinco señales que acompañan a los creyentes salvos. No es la única señal, contrario a lo que algunos creyentes aseveran. Según la revelación divina del libro de Hechos y de las Epístolas, lo que el Señor dijo aquí no significa que todo creyente salvo debe tener las cinco señales; significa que cada creyente salvo puede tener algunas de estas señales, pero no necesariamente todas.
Hch. 10:46; 19:6; 1 Co. 12:10, 28, 30
La ascensión del Salvador-Esclavo para ser exaltado por Dios fue señal de que Dios aceptó todo lo que Él había hecho para el plan eterno de Dios conforme a Su economía neotestamentaria (Hch. 2:33-36). En esta exaltación, Dios lo coronó de gloria y de honra (He. 2:9), le dio el nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9), y lo hizo Señor de todo (Hch. 2:36) y Cabeza sobre todas las cosas (Ef. 1:22) para que tuviera toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18) a fin de reinar sobre los cielos, la tierra y las naciones, para que éstos obren juntamente para la propagación universal de Su servicio evangélico.
Véase la nota Mr. 1:142b del cap. 1. La predicación del evangelio de Dios a toda la creación (v. 15) realizada por el Salvador-Esclavo resucitado y ascendido, el Esclavo de Dios, por medio de Sus creyentes, comenzó en Jerusalén y se ha extendido hasta las partes más remotas de la tierra (Hch. 1:8) continua y universalmente durante los siglos pasados, y continuará así hasta que Él venga para establecer el reino de Dios en la tierra (Lc. 19:12; Dn. 7:13-14).