Es decir, Babilonia.
Es decir, Babilonia.
El edificio de Dios está hecho de piedras (1 R. 6:7; Mt. 16:18; Jn. 1:42; 1 Co. 3:12a; 1 P. 2:5; Ap. 21:18-20), producidas mediante la labor divina realizada por Dios en Su obra de creación y transformación; pero la edificación de la ciudad y de la torre de Babel se realizó con ladrillos (cfr. Éx. 1:11, 14a), los cuales son producto de la labor humana al incinerar la tierra creada por Dios.
La tierra tiene como fin cultivar la vida (Gn. 1:11). Hacer ladrillos implica hacer morir, quemar, el elemento de la tierra en donde la vida es cultivada. Como figura, la tierra representa a la humanidad (Gn. 2:7; 3:19; Mt. 13:3-8 y las notas; 1 Co. 15:47a). Así pues, la rebelión instigada por Satanás hace morir, quemándolo, el elemento interno del hombre en donde se cultiva la vida divina y, además, usurpa al hombre usándolo para edificar un vivir manufacturado por el hombre y que carece de Dios.
La ciudad edificada mediante la labor humana significa que el hombre ha abandonado a Dios y lo ha reemplazado con una cultura manufacturada por el hombre y que carece de Dios (véase la nota Gn. 4:172a).
Ellos edificaron la torre con el propósito de hacerse un nombre y declararse en rebeldía y oposición a Dios. El que Abraham edificara un altar e invocara el nombre de Jehová, mencionado en Gn. 12:7-8, se halla en claro contraste con lo hecho aquí.
Según lo registrado en la historia así como la evidencia arqueológica, la ciudad y la torre de Babel estaban llenas de nombres de ídolos. Por tanto, en Babel el hombre siguió a Satanás, se exaltó a sí mismo para oponerse a Dios, rechazó el nombre de Dios, negó los derechos y la autoridad que Dios tiene sobre el hombre y cayó en idolatría. Ésta era la cuarta caída del hombre: dejar de ser regido por el gobierno humano sujeto a la autoridad de Dios para participar de la rebelión colectiva de todo el linaje humano en contra de Dios por instigación de Satanás (véase la nota Gn. 6:32b).
Aquí, descendamos, al denotar un sujeto plural, indica que fue el Dios Triuno quien descendió personalmente a Babel y juzgó la rebelión del hombre directamente. Véase la nota Gn. 1:14.
A fin de impedir que la humanidad rebelde formase una alianza en oposición a Él, Dios la juzgó mediante la división y la confusión: en lo referido a su vivir, la humanidad fue dispersada, dividida, sin poder ya vivir reunida en un mismo lugar (vs. 8-9), y en lo referido a su lenguaje, la humanidad quedó desorientada, confusa, sin poder hablar más un solo idioma, o sea, sin poder ya tener el mismo entendimiento y las mismas opiniones e ideas (vs. 7, 9). En contraste con ello, en la vida de iglesia apropiada hay unidad y armonía: todos los creyentes tienen una misma mente con una misma opinión, y hablan a una sola voz teniendo un mismo hablar (1 Co. 1:10; Ro. 15:5-6; Fil. 2:2; 4:2). Cfr. Hch. 2:5-11.
Al rebelarse contra Dios en Babel, la humanidad cayó al máximo haciendo que finalmente Dios abandonara el linaje creado de Adán y llamase a un hombre, Abraham, a salir de aquel linaje a fin de que Dios todavía pudiera cumplir el propósito original por el cual creó al hombre (Gn. 1:26-28).
Que significa confusión.
Que significa luz. Según Hch. 7:2, el Dios de la gloria se apareció primero a Abraham en Ur de los caldeos, mientras él todavía estaba en Mesopotamia, antes que morase en Harán (cfr. v. 31). Antes de esta aparición inicial de Dios a Abraham, él y su familia servían a otros dioses (Jos. 24:2). Fue de ese pasado tenebroso de idolatría, la situación imperante en Babel (vs. 3-4), que Dios llamó a Abraham, el padre de la fe (Ro. 4:16; Gá. 3:7). Al venir Dios a Abraham y aparecérsele, la luz vino a éste (cfr. Mt. 4:16; Hch. 9:1-3; 2 Co. 4:6) motivándolo a salir del país de la idolatría satánica. Véase la nota Hch. 7:22b y la nota He. 12:22.
Dios vino a llamar a Abraham a fin de tener un nuevo comienzo con el hombre caído. Al llamar Dios a Abraham se produjo el traslado de un linaje a otro, del linaje creado de Adán al linaje llamado de Abraham (véase la nota Ro. 4:161). Este traslado de un linaje a otro en el llamamiento de Dios es, en realidad, un traslado de vida, de la vida de Adán a la vida de Cristo (Gá. 2:20; Fil. 1:21a), de la vida caída propia de la vieja creación a una vida más fuerte y superior, la vida propia de la nueva creación: la vida de Dios, una vida increada. El proceso mediante el cual ocurre este traslado de vida es descrito en los siguientes capítulos de Génesis y es visto en las experiencias colectivas de Abraham, Isaac y Jacob.
Caldea era un lugar demoníaco, una tierra idólatra, ubicada en Mesopotamia, una región delimitada por dos grandes ríos: el Éufrates y el Tigris. Por tanto, para dejar Caldea, la tierra de idolatría, y viajar a la buena tierra, a Canaán, Abraham, el primer hebreo (Gn. 14:13 y la nota), tenía que cruzar el Éufrates. Véase la nota He. 1:12, párr. 2 y la nota He. 11:132.
Que significa mi princesa.
Según Hch. 7:2-3, Dios se apareció a Abraham en Ur de los caldeos y lo llamó diciéndole: “Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que Yo te mostraré”. Ésta fue la primera aparición de Dios a Abraham y el primer llamamiento que le hizo. La aparición de Dios a Abraham constituyó una fuerte atracción para él (véase nota Hch. 7:22b), motivándolo y fortaleciéndolo para que aceptara el llamado de Dios (Gn. 12:1-4). Lo mismo sucede con los creyentes neotestamentarios (véase la nota Mt. 4:201a y la nota Mt. 4:221a, la nota Mt. 9:93, la nota He. 12:22 y la nota 2 P. 1:38.
En la primera aparición de Dios, Abraham no acató inmediatamente tal llamado, sino que permaneció por algún tiempo en Ur. Después que murió Harán, hermano de Abraham (v. 28), Dios en Su soberanía hizo que el padre de Abraham, Taré, llevase su familia de Ur a Harán. Así pues, no fue Abraham, sino su padre, quien tomó la iniciativa de dejar Ur. Véase Hch. 7:4 y la nota.
Abraham salió de Caldea, pero en lugar de entrar a Canaán conforme al llamado de Dios (Hch. 7:3), se estableció en Harán. Esto muestra que Abraham no estaba dispuesto a responder al llamado de Dios de una manera absoluta.