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Capítulos de libros «Génesis»
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  • Antes de este capítulo, Abraham había experimentado a Dios como Aquel que lo protegía y lo bendecía materialmente (Gn. 12:16) para sustentarlo en cuanto a su existencia externa. Comenzando con este capítulo, Dios interviene a fin de mostrarle a Abraham que él además necesitaba recibir internamente la gracia de Dios con miras al cumplimiento del propósito de Dios, el cual es obtener un pueblo que exprese a Dios con Su imagen, le represente con Su dominio y posea la tierra para el establecimiento de Su reino (Gn. 1:26-28).

  • Después de derrotar a los cuatro reyes (Gn. 14:13-17), es posible que Abraham temiera represalias. Por tanto, Dios vino a decirle que Él sería su escudo para protegerlo y, además, sería su galardón por haber rescatado a Lot.

  • Para el cumplimiento del propósito de Dios se requieren dos cosas: la descendencia (vs. 1-6) y la tierra (vs. 7-21). La descendencia es, primero, Cristo el individuo (Gá. 3:16 y la nota) y luego el Cristo corporativo (1 Co. 12:12), compuesto por Cristo, la Cabeza, y todos Sus creyentes (Gá. 3:29 y la nota 1, párr. 1), quienes son el Cuerpo. La tierra es Cristo como Espíritu vivificante y todo-inclusivo, en quien los creyentes viven (Dt. 8:7-10 y la nota Dt. 8:71); es también la iglesia como el agrandamiento, la expansión, de Cristo. Para cumplir el propósito de Dios, tenemos que recibir la gracia de Dios de modo que Cristo sea forjado en nuestro ser como la descendencia y sea manifestado en nuestro vivir como la tierra, a fin de que Él sea nuestra vida de iglesia; sólo así disfrutaremos del reposo de Dios, derrotaremos a los enemigos de Dios y será establecido el reino de Dios con Su morada a fin de que Él sea expresado y representado.

  • Lit., hijo de mi casa.

  • Lit., tus propias partes internas. La descendencia requerida para el cumplimiento del propósito de Dios no podía ser algo que Abraham ya poseía (Eliezer, v. 2) o pudiera producir por sí mismo (Ismael, Gn. 16:15). Sólo aquello que Dios forjara en Abraham podría producir en él la descendencia requerida. Asimismo, únicamente lo que Dios forja en nuestro ser mediante Su gracia podrá producir a Cristo como la descendencia para el cumplimiento del propósito de Dios.

  • Véase la nota Gn. 22:171b.

  • Véase la nota Ro. 4:31a. Aquí Abraham no creyó en Dios para obtener bendiciones externas que sustentaran su propia existencia; él creyó que Dios era capaz de forjar algo en él que generase de su propio ser una descendencia con miras al cumplimiento del propósito de Dios. Esta clase de fe es preciosa para Dios, y Él la cuenta por justicia. Abraham fue justificado por esta clase de fe (Ro. 4:1-5 y la nota Ro. 4:11).

  • Abraham le creyó a Dios en relación con Su promesa respecto a la descendencia (v. 6), pero le faltaba fe para creer a Dios en relación con la promesa respecto a la tierra. A fin de fortalecer la fe de Abraham, Dios se vio obligado a confirmarle Su promesa respecto a la tierra al hacer un pacto con él (vs. 9-21). El modo extraordinario en que Dios promulgó tal pacto muestra, de forma implícita, la manera en que Abraham podía cumplir el propósito eterno de Dios.

    El pacto que Dios hizo con Abraham fue un pacto de promesa, pacto que sería cumplido mediante el poder de Dios en Su gracia y no mediante los esfuerzos de Abraham en su carne. El nuevo testamento es una continuación de este pacto (Gá. 3:17 y la nota 1; Gá. 4:22-26 y la nota Gá. 4:242).

  • Dios hizo Su pacto con Abraham mediante el Cristo crucificado y resucitado. Los tres tipos de ganado ofrecidos en sacrificio representan a Cristo en Su humanidad que es crucificado por nosotros, y las dos clases de aves vivas representan a Cristo en Su divinidad como Aquel que vive y ha resucitado (Jn. 11:25; Ap. 1:18). Cristo fue muerto en Su humanidad, pero Él vive en Su divinidad (Jn. 14:19; 1 P. 3:18 y la nota 3).

    La novilla era para la ofrenda de paz (Lv. 3:1), la cabra para la ofrenda por el pecado (Lv. 4:28; 5:6), y el carnero para el holocausto (Lv. 1:10). Que todos tuvieran tres años de edad significa que Cristo fue ofrecido a Dios y fue crucificado en resurrección (Jn. 2:19; 11:25; He. 9:14).

    En tipología, la tórtola representa una vida de sufrimiento, mientras que el palomino representa una vida que cree, una vida de fe. Éstas son las dos características de la vida del Señor en la tierra. Puesto que el número dos significa testimonio (Mt. 18:16; 2 Co. 13:1), las dos aves vivas dan testimonio de Cristo como Aquel que resucitó y vive en nosotros y para nosotros (Jn. 14:19-20; Gá. 2:20).

    El número cinco significa responsabilidad (véase la nota Mt. 25:21a). Por tanto, que hubiera tres tipos de ganado y dos clases de aves —un total de cinco— significa que Cristo como Aquel que fue crucificado y ahora vive es quien lleva toda la responsabilidad de cumplir el propósito eterno de Dios.

  • Que Dios le pidiera a Abraham ofrecer en sacrificio el ganado y las aves implicaba que Abraham debía identificarse con aquello que él ofrecía y ser uno con esas ofrendas (véase la nota Gn. 3:212a y la nota Lv. 1:41). Esto indica que para cumplir el propósito eterno de Dios, es menester que seamos crucificados en la crucifixión de Cristo y resucitados en Su resurrección (Ro. 6:5, 8; Gá. 2:20). Sólo así podremos practicar la vida de iglesia en Cristo, la tierra prometida.

  • Que las aves de rapiña descendieran procurando devorar los sacrificios significa que Satanás y sus ángeles intervienen procurando privarnos de Cristo en la vida de iglesia (Gá. 5:2, 4).

  • Que Dios anunciara de antemano la travesía, la esclavitud y las aflicciones de la descendencia de Abraham en Egipto era una confirmación de que Abraham ciertamente tendría un hijo, un heredero (v. 4), y de que Dios, en Su fidelidad, habría de cumplir Su promesa, hecha en Gn. 12:7 y Gn. 13:14-17, de dar a tal descendencia la tierra que va desde el Nilo hasta el Éufrates (v. 18 y la nota).

  • Véase la nota Gá. 3:173a.

  • Un horno sirve para refinar, y una antorcha para alumbrar. Para promulgar Su pacto con Abraham, Dios pasó por entre los sacrificios como horno humeante y antorcha de fuego en la noche oscura. Esto significa que cuando los llamados de Dios padecen aflicción, Él viene a ellos para refinarlos e iluminarlos a fin de que puedan cumplir el propósito de Dios mediante la descendencia y la tierra.

  • En Su pacto con Abraham Dios estableció los límites de la buena tierra, la tierra de Emanuel (Is. 8:8), el territorio de Israel, desde el Nilo hasta el Éufrates (cfr. Éx. 23:31; Dt. 11:24; Jos. 1:3-4). Ésta es la tierra que Cristo, la única descendencia de Abraham (Gn. 12:7a; Gá. 3:16), heredará para el establecimiento de Su reino milenario. Véase la nota Dt. 11:241 y la nota Mt. 25:341.

  • Linaje de gigantes (Dt. 3:11).

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