Para este tiempo, Jacob había sido transformado, pero todavía no era maduro. Ser transformados consiste en experimentar un cambio metabólico en nuestra vida natural (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18); ser maduros consiste en estar llenos de la vida divina que nos cambia. Es posible experimentar un cambio en nuestra vida natural (ser transformados) pero, aun así, no ser completamente llenos de la vida divina (ser maduros). La última etapa de la transformación es la madurez. La transformación de Jacob comenzó cuando fue tocado por Dios (Gn. 32:25) y continuó hasta el final del cap. 36, cuando el proceso de transformación estaba relativamente completo (véase la nota Gn. 37:31). Génesis 37:1—43:14 es un relato del proceso mediante el cual Jacob alcanzó la madurez.
Génesis nos muestra un cuadro completo de cómo los seres humanos pueden ser rehechos y transformados para expresar a Dios en Su imagen y representarlo con Su dominio. Este libro termina como comenzó: hablándonos de la imagen y dominio de Dios. Los últimos catorce capítulos indican que después que Jacob se convirtió en Israel, él era portador de la imagen de Dios y, mediante José, ejerció el dominio de Dios. Para manifestar la imagen y dominio de Dios, es necesaria la madurez. Sólo una vida madura podrá manifestar la imagen de Dios y ejercer Su dominio.