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Capítulos de libros «Isaías»
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  • Los profetas predicaron el evangelio del Nuevo Testamento en la economía neotestamentaria, pero nadie creyó a su anuncio. Lo que ellos anunciaron estaba basado en la revelación dada por Dios: la revelación del Cristo que es el brazo de Jehová, el Redentor dinámico (véase la nota Is. 51:91b). Tanto lo anunciado como lo revelado trata sobre Cristo, el Siervo de Jehová (v. 11b).

    Este capítulo habla claramente de Cristo en cuatro etapas:
    1) la etapa de la encarnación de Cristo (vs. 1-3),
    2) la etapa de la crucifixión de Cristo (vs. 4-10, 12b),
    3) la etapa de la resurrección de Cristo (vs. 10-11) y
    4) la etapa de la ascensión de Cristo (v. 12a).
    El capítulo entero es una confesión que será hecha por la casa de Israel que será salva en la segunda venida de Cristo (Zac. 12:10; Ro. 11:26-27). En ese tiempo ellos confesarán lo contenido en Is. 53 y, entonces, este capítulo adquirirá pleno sentido para ellos.

  • Porque sirve aquí para presentar la razón por la cual nadie creyó el anuncio ni recibió la revelación concerniente a Cristo (v. 1).

  • Los vs. 1-3 contienen el anuncio del profeta y la revelación de Jehová con respecto a Cristo como Salvador encarnado, quien llevó una vida humana humilde y penosa, la cual le hizo plenamente apto para ser el Redentor y Salvador de los hombres caídos a fin de salvarlos de Satanás, el pecado, la muerte y el yo (He. 2:14-18; Mt. 1:21; Ro. 8:3; 2 Ti. 1:10; Mt. 16:24-25).

    En Su humanidad, Cristo no creció como un gran árbol, sino como un pequeño y delicado retoño (una planta tierna) delante de Jehová, en un entorno difícil (la tierra seca), que incluyó nacer en una familia pobre así como vivir en Nazaret, una ciudad menospreciada, y en Galilea, una región menospreciada.

  • En lugar de ser majestuoso, Jesús era pobre (Mt. 8:20), y en lugar de tener aspecto atractivo y apariencia hermosa, Su semblante y figura estaban desfigurados (Is. 52:14).

  • Cristo era un “hombre cuya principal característica distintiva era llevar una vida de soportar incesante dolor” (Keil y Delitzsch). Cristo, el Dios completo, representado por el brazo de Jehová (v. 1; 51:9; 52:10) como poder de Dios (1 Co. 1:22-24), llegó a ser un hombre perfecto, representado por el varón de dolores, en Su encarnación (Jn. 1:1, 14; 1 Ti. 2:5b).

  • En el anuncio de los profetas y la revelación de Jehová (v. 1), Cristo es revelado como Redentor crucificado, quien se sacrificó a Sí mismo por nuestras transgresiones (nuestro pecado) para efectuar la obra redentora eterna de Jehová (vs. 4-10a; He. 9:12) a fin de que quienes creen en Cristo puedan ser redimidos (perdonados de sus pecados, Hch. 10:43 justificados, Hch. 13:39 y reconciliados con Dios, Ro. 5:10), lo cual resulta en la unión de vida con Cristo en Su resurrección (v. 10b), cuya realidad es el Espíritu vivificante (Jn. 11:25; 1 Co. 15:45; Ro. 8:11).

  • Las enfermedades y los dolores, al igual que las transgresiones y las iniquidades (v. 5), tienen su origen en el pecado; por tanto, ello también requiere de la redención de Cristo (Mt. 8:17 y la nota). Cristo llevó sobre Sí nuestras enfermedades cuando fue juzgado por Dios en la cruz, en el momento en que Dios puso sobre Él todas nuestras iniquidades (v. 6b; 1 P. 2:24).

  • La gente pensaba que Cristo tendría que haber hecho algún mal para que, como resultado de ello, Él fuese azotado, herido y afligido por Dios. Ellos no entendían que Cristo murió una muerte vicaria, es decir, Él murió en lugar de nosotros, los pecadores (vs. 4-5, 8-9, 11-12c; 2 Co. 5:21; 1 P. 3:18a).

  • Véase la nota Is. 53:43.

  • Véase la nota 1 P. 2:247.

  • Esto aquí se refiere especialmente al remanente de los judíos en el tiempo del retorno del Señor. En ese tiempo, todos los judíos que hayan quedado se arrepentirán (Zac. 12:10-14; Ap. 1:7) y proclamarán las palabras de este versículo.

  • Fue cuando Dios juzgó a Jesús en la cruz que Él hizo que la iniquidad de todos nosotros cayera sobre Él, haciendo de Jesús, a los ojos de Dios, el único pecador en ese momento (Mt. 27:45-46 y la nota Mt. 27:451 y la nota Mt. 27:462). La muerte de Cristo no era solamente un homicidio (Hch. 7:52), ni tampoco la muerte de un mártir; más bien, fue llevada a cabo por Dios mismo en conformidad con Su ley. Por tanto, Cristo murió una muerte vicaria en calidad de Sustituto de los pecadores (1 P. 3:18), una muerte legítima conforme a la ley de Dios, la cual fue reconocida y aprobada por Dios según la ley.

  • En Su muerte vicaria por los pecadores, Cristo fue oprimido, afligido y llevado al matadero como cordero, y como oveja fue trasquilado ante sus trasquiladores, sin reaccionar (Hch. 8:32; Mt. 26:62-63; 27:12, 14).

  • Cristo padeció opresión por parte de los hipócritas líderes judíos (Mt. 26:57, 59, 65-68) y después fue juzgado por los injustos funcionarios romanos (Lc. 23:1-12; Jn. 18:33-38; 19:1-16). Por medio de estas dos cosas, Él fue arrebatado y crucificado.

  • Ninguno de la generación de Cristo entendió que Él fue cortado de la tierra de los vivientes a causa de las transgresiones del pueblo del profeta, los judíos, a quienes les correspondía ser heridos.

  • Los que crucificaron a Cristo tenían planeado sepultarlo junto a los dos transgresores, personas perversas (Lc. 23:32-33), pero a la postre Dios, en ejercicio de Su soberanía, hizo que Cristo fuera sepultado en el sepulcro de un rico (Mt. 27:57-60).

  • Esta palabra es plural en el hebreo, muertes, lo cual denota “una muerte violenta, cuyo dolor hace que sea como morir una y otra vez” (Keil y Delitzsch).

  • Cristo no tenía pecado (2 Co. 5:21; He. 4:15; 1 P. 2:22); por tanto, Él no murió por Sus propios pecados. Él murió una muerte vicaria por nosotros, los pecadores (1 P. 3:18).

  • Cristo se ofreció voluntariamente como ofrenda por el pecado, lo cual se refiere a una ofrenda por el pecado en su totalidad (Jn. 1:29) —injusticias, errores, ofensas, transgresiones, maldades e iniquidades—, que incluye tanto la ofrenda por el pecado (Lv. 4) como la ofrenda por las transgresiones (Lv. 5).

  • Los vs. 10b-11 se refieren a Cristo en Su resurrección. Aquí la descendencia, una descendencia corporativa, es la iglesia como Cuerpo de Cristo, que abarca a todos los creyentes producidos como los muchos granos por la muerte de Cristo en calidad de único grano y por Su resurrección reproductora (Jn. 12:24; 1 P. 1:3). Cristo, como Siervo de Jehová, es el Dador de vida resucitado, el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:6, 17), que produce una descendencia con miras a la edificación de Su Cuerpo, el cual es Su continuación, para el deleite de Jehová y la satisfacción de Cristo.

  • Hoy, Cristo prolonga Sus días al vivir en Sus creyentes (Gá. 2:20 véase la nota Hch. 28:91). Sus creyentes, como Su Cuerpo, son Su extensión.

  • El deleite de Dios (Ef. 1:5, 9; Fil. 2:13) es ver muchos hijos nacidos de Él para que lleguen a ser miembros de Cristo, quienes constituyen la iglesia como Cuerpo de Cristo, la expresión corporativa de Cristo. Esto depende por completo de la muerte y resurrección de Cristo.

  • El fruto de la aflicción del alma de Cristo implica todo lo producido en la resurrección de Cristo y mediante dicha resurrección, esto es:
    1) como Aquel que pasó por un proceso, el postrer Adán, Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante, la realidad del Cristo pneumático, lo cual tiene por finalidad Su propagación mediante la impartición de vida (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17);
    2) como Aquel que es preeminente, Aquel que ocupa el primer lugar en todo, Cristo llegó a ser el Primogénito de entre los muertos a fin de hacer germinar la nueva creación de Dios y a fin de que Cristo sea la Cabeza del Cuerpo (Col. 1:18; Ap. 1:5a);
    3) como el Dios-hombre, Cristo fue engendrado por Dios en Su humanidad (Hch. 13:33) para llegar a ser el Hijo primogénito de Dios tanto en la naturaleza divina como en la naturaleza humana, con lo cual fue hecho un modelo a cuya imagen han de ser conformados muchos hijos (Ro. 8:29b);
    4) como la vida de resurrección (Jn. 11:25), Cristo regeneró a todos Sus creyentes (1 P. 1:3), haciendo de ellos Sus hermanos y los muchos hijos de Dios (He. 2:10-12; Ro. 8:29b; Jn. 20:17), quienes son los miembros de la familia de Dios para ser el reino de Dios (Ef. 2:19; Gá. 6:10) y la preciosa herencia de Dios (Ef. 1:11);
    5) como el único grano de trigo, Cristo llegó a ser los muchos granos (Jn. 12:24), quienes son Su aumento (Jn. 3:30) y los componentes de Su Cuerpo, esto es, el único pan, la iglesia (1 Co. 10:17; Ef. 1:22-23);
    6) mediante Su muerte que liberó la vida y con Su resurrección que impartió dicha vida, Cristo produjo una descendencia corporativa que es fruto de la aflicción de Su alma, descendencia que Él vio en Su resurrección y por la cual fue satisfecho (vs. 10-11b; cfr. Gá. 3:29) y
    7) como la vida de los creyentes, el Cristo resucitado es todos los miembros del nuevo hombre y está en todos los miembros del nuevo hombre (Col. 3:10-11).

  • Cristo verá la iglesia y será satisfecho con ella.

  • No el conocimiento que Cristo posee, sino el hecho de conocerle a Él, el Justo, el Cristo resucitado en calidad de Siervo de Jehová.

  • Cristo hará justos a quienes le conozcan como el Justo. Puesto que este versículo se refiere a Cristo en Su resurrección, hacernos justos no sólo consiste en justificarnos objetivamente, sino también en hacernos justos subjetivamente al vivir Él en nosotros como la vida de resurrección y al vivir nosotros a Cristo (Mt. 5:20 y la nota 1; Ro. 5:19 y la nota 1; 2 Co. 5:21 y la nota 3; Fil. 3:9 y la nota 5).

  • La primera parte de este versículo trata sobre Cristo en Su ascensión. Aquí, el Grande y el Fuerte se refieren a Dios. En la ascensión de Cristo, Dios le dio a Cristo porción con Dios, el Grande, y Cristo repartió el botín con Dios, el Fuerte.

  • La palabra botín indica que se libró una guerra. En la cruz y en Su resurrección, Cristo combatió en la batalla, logró la victoria y arrebató el botín a Satanás (véase la nota Ef. 4:82). En la ascensión de Cristo hubo una demostración de la victoria de Cristo al ser compartido el botín, los cautivos, obtenido con dicha victoria. Como Vencedor en ascensión, Cristo compartió el botín de Su victoria con Dios, el Grande y Fuerte (Sal. 68:18 y la nota 3). Después, Cristo dio este botín a la iglesia como dones para la edificación del Cuerpo de Cristo (Ef. 4:8, 11-12 y la nota Ef. 4:83b). Esto tiene por finalidad el deleite de Jehová, el cual será prosperado en manos de Cristo conforme al deseo y plan de Dios (v. 10c).

  • Lit., alma. El hombre, Dios y Cristo tuvieron, todos ellos, parte en la crucifixión de Cristo. El hombre fue quien mató, quien cometió el homicidio (Hch. 7:52), pero fue Dios quien llevó a cabo el juicio legal para que Cristo fuese muerto como legítimo Sustituto a fin de que Cristo muriese una muerte vicaria por los pecadores (vs. 6, 10a); más aún, Cristo mismo estuvo dispuesto a ser tal ofrenda. Él se entregó como ofrenda (v. 10b) y derramó Su vida para tal propósito (Jn. 10:17-18; He. 9:14).

  • Cuando Cristo fue crucificado en la cruz, Él fue contado con los transgresores (Lc. 23:32-33) e intercedió por ellos (Lc. 23:34a).

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