Tanto Judas como Jacobo, quien escribió la epístola que lleva su nombre (Jac. 1:1), eran hermanos del Señor Jesús en la carne (Mt. 13:55).
No se refiere a la fe subjetiva, o sea, a nuestra acción de creer, sino a la fe objetiva, a nuestra creencia, o sea, a las cosas en las que creemos, el contenido del Nuevo Testamento, el cual es nuestra fe (Hch. 6:7; 1 Ti. 1:19; 3:9; 4:1; 5:8; 6:10, 21; 2 Ti. 3:8; 4:7; Tit. 1:13), en el cual creemos con miras a nuestra común salvación. Esta fe, y no alguna doctrina, ha sido trasmitida a los santos una vez y para siempre. Por esta fe debemos contender ardientemente (1 Ti. 6:12).
Lit., luchéis.
La salvación general, común a todos los creyentes y que todos los creyentes tienen, igual que la común fe (Tit. 1:4).
En el saludo se menciona la misericordia y no la gracia, lo cual tal vez se deba a que la iglesia había caído en degradación y apostasía (cfr. vs. 21-22). Véase la nota 2 Ti. 1:21b.
O, para. Por denota la fuerza y el medio para guardar; para denota el propósito y el objetivo de guardar. El Padre le dio todos los creyentes al Señor (Jn. 17:6). Ellos son guardados para Él y por Él.
Algunos mss. dicen: Jesús.
O, al único Amo y a nuestro Señor Jesucristo.
La maldad de los apóstatas heréticos era
1) que convertían la gracia de Dios en desenfreno, es decir, en abuso de la libertad (cfr. Gá. 5:13; 1 P. 2:16)
2) que negaban la autoridad del Señor como Cabeza y como Señor. Estas dos cosas van juntas. Convertir la gracia de Dios en un abuso de la libertad con el propósito de vivir en libertinaje exige negar el gobierno y la autoridad del Señor.
Jud. 1:15, 18; 2 P. 2:5-6; 3:7
El juicio descrito en los versículos siguientes, efectuado sobre la entrada encubierta de los apóstatas. Este juicio aquí se refiere a ser condenado para ser castigado.
Es decir, en las profecías.
Lit., han entrado por el lado, o se han introducido por una puerta lateral (cfr. introducirán secretamente en 2 P. 2:1 y la nota 2).
Lit., en segundo lugar.
Véase la nota 2 P. 2:15, punto 1.
Los hombres impíos mencionados en el v. 4 eran soñadores, personas que llevaban el nombre de cristianos pero que hacían cosas como si estuvieran soñando, tales como convertir la gracia de Dios en libertinaje contaminando así su propia carne, y negar que Jesucristo es nuestro único Amo y Señor, menospreciando así Su señorío e injuriando a las potestades de Su gobierno celestial.
La palabra griega significa comienzo (de poder), primer lugar (de autoridad); por consiguiente, denota dignidad de origen en una posición elevada. Los ángeles caídos no guardaron su dignidad y posición originales, sino que abandonaron su propia morada, los cielos, y vinieron a la tierra en los tiempos de Noé para cometer fornicación con las hijas de los hombres (Gn. 6:2; 1 P. 3:19 y la nota 3).
Es decir, los cielos.
En los abismos tenebrosos del Tártaro (2 P. 2:4).
Probablemente el juicio final del gran trono blanco (véase la nota 2 P. 2:44).
Es decir, de la misma manera que los ángeles caídos mencionados en el versículo anterior. Esto prueba que los ángeles mencionados en el versículo anterior eran los hijos de Dios de los que se habla en Gn. 6:2, quienes, tomando cuerpos humanos, se unieron con mujeres y cometieron fornicación con una carne diferente, o sea, con seres humanos, quienes son distintos de los ángeles. Los varones de Sodoma, de Gomorra y de las ciudades circunvecinas se entregaban a la concupiscencia con otros varones (Ro. 1:27; Lv. 18:22), con una carne que era diferente de la que Dios en Su obra creadora había ordenado para el matrimonio (Gn. 2:18-24). Al cometer fornicación con una carne diferente, ellos actuaron de la misma manera que los ángeles del versículo precedente y, en consecuencia, sufrieron el castigo del fuego eterno.
O, por instinto. Estos soñadores injurian lo que no conocen pero que deberían conocer; y lo que entienden, lo entienden de modo natural e instintivo, sin uso de razón, como animales irracionales. Ellos no recurren a la razón para hacer uso del conocimiento humano que es más profundo y más elevado e incluye la percepción de la conciencia del hombre. Lo que ellos practican es un entendimiento instintivo, superficial y rudimentario, como el de los animales, los cuales carecen de razonamiento. Al comportarse de esta manera, se corrompen, o son destruidos.
Véase la nota 2 P. 2:102.
Véase la nota 2 P. 2:104.
Véase la nota 2 P. 2:111.
El Señor sepultó el cuerpo de Moisés en un valle en la tierra de Moab, en un lugar que nadie conoce (Dt. 34:6). El Señor debe haber hecho esto a propósito. Cuando Moisés y Elías se aparecieron junto con Cristo en el monte de la Transfiguración (Mt. 17:3), Moisés debe de haberse manifestado en su cuerpo, el cual fue guardado por el Señor y después resucitado. Por lo mismo, es probable que el diablo haya intentado hacerle algo al cuerpo de Moisés, por lo cual el arcángel discutió con él tocante a esto. La referencia en 2 P. 2:11 tiene un sentido general, pero este caso tocante al cuerpo de Moisés, es específico.
Véase la nota 2 P. 2:112. Esto indica que en el gobierno celestial el diablo, Satanás, tenía una posición más elevada que la del arcángel Miguel. Dios nombró y estableció a Satanás en esa posición (Ez. 28:14). En todo caso, Satanás estaba bajo la autoridad del Señor, así que Miguel le dijo: “El Señor te reprenda”. Miguel mantuvo su posición según el orden de autoridad divina.
Se refiere a los soñadores mencionados en el v. 8.
La palabra conocer denota una percepción más profunda de las cosas invisibles, y entender denota un entendimiento superficial de los objetos visibles.
O, por.
La palabra griega significa una roca. “Tal vez se refiera a una roca sumergida, cubierta por el mar” (Darby); por ende, escollos ocultos. La palabra griega traducida manchas en 2 P. 2:13 es muy parecida a la palabra que aquí se traduce escollos ocultos; es por esto que algunas traducciones dicen manchas. En realidad, estas dos palabras se refieren a dos cosas diferentes. Las manchas son defectos en la superficie de las piedras preciosas; los escollos ocultos están en el fondo del agua. Los primeros herejes no solamente eran manchas en la superficie, sino también escollos ocultos en el fondo; las dos cosas perjudicaban a los que creían en Cristo.
Véase la nota 2 P. 2:15, punto 3.
Lit., seres vivientes (incluyendo a los hombres); se refiere a hombres que viven como animales.
Véase la nota 2 P. 2:122.
Éste es el camino de servir a Dios religiosamente según nuestra propia voluntad y cometiendo la herejía de rechazar la redención requerida y provista por Dios, y también es el camino de servir según la carne, envidiando al verdadero pueblo de Dios debido al fiel testimonio que tiene ante Dios (Gn. 4:2-8).
Lit., derramaron. Es decir, se entregaron, se lanzaron precipitadamente, se metieron corriendo en tropel.
El error de enseñar una doctrina equivocada a cambio de una recompensa, sabiendo que es contraria a la verdad y que va en contra del pueblo de Dios, y el error de abusar de ciertos dones para influir en el pueblo de Dios y así descarriarlo, sacándolo de la adoración pura del Señor y llevándolo a la adoración de ídolos (Nm. 22:7, 21; 31:16; Ap. 2:14). Codiciar el lucro hará que los codiciosos se lancen precipitadamente en el error de Balaam.
Es decir, fueron destruidos (v. 5). Véase la nota 2 P. 2:11, punto 1.
Lit., contradicción, palabras en contra. Esto representa una rebelión contra la autoridad delegada de Dios en Su gobierno y contra Su palabra hablada por Su enviado (como por ejemplo Moisés), lo cual acarrea destrucción (Nm. 16:1-40).
Lit., rostros.
Banquetes de amor motivados por el amor de Dios (el amor más elevado, 1 Jn. 4:10-11, 21). En los primeros días los creyentes a menudo comían juntos con amor para tener comunión y adorar a Dios (Hch. 2:46). Estas reuniones eran parte de la cena del Señor (1 Co. 11:20-21, 33) y se les llamaba ágapes.
Los herejes ávidos de placeres (2 P. 2:13) se hacían pasar por pastores, pero en los ágapes sólo se alimentaban a sí mismos y no se preocupaban por los demás. Con respecto a los demás, ellos eran nubes sin agua; no podían suministrar vida.
Cfr. 2 P. 2:17 y la nota 1.
El otoño es la estación en que se cosecha la fruta. Los apóstatas egoístas parecían ser árboles frutales en tiempo de cosecha, pero no tenían fruto para satisfacer a otros. Habían muerto dos veces, no sólo externamente, en apariencia, como la mayoría de los árboles en el otoño, sino también interiormente, en naturaleza. Estaban totalmente muertos; por consiguiente, convenía desarraigarlos.
Los pastores, las nubes, los árboles y las estrellas son figuras positivas en la simbología bíblica, pero los escollos ocultos, las olas y el mar son figuras negativas. Estos apóstatas eran falsos pastores, nubes sin agua, árboles muertos y estrellas errantes; también eran escollos ocultos y fieras olas del mar que espumaban sin restricción su propia vergüenza.
Esto debe de referirse a la manifestación de la parusía (la venida) del Señor, que se menciona en 2 Ts. 2:8 y la nota 3, Mt. 24:27, 30 y Zac. 14:4-5.
Lit., en o entre.
Probablemente esto incluye, como en Zac. 14:5, a los santos (1 Ts. 3:13) y a los ángeles (Mt. 16:27; 25:31; Mr. 8:38).
El Señor vendrá para llevar a cabo el juicio gubernamental de Dios, en el cual recibirán su paga todos los impíos. Véase la nota 1 P. 1:172c, párr. 2.
La metáfora de las estrellas errantes indica que los maestros errantes, los apóstatas, no estaban sólidamente arraigados en las inmutables verdades de la revelación celestial, sino que vagaban entre el pueblo de Dios, del cual las estrellas son figura (Dn. 12:3; Ap. 1:20). El destino de ellos será la oscuridad de las tinieblas, las cuales les han sido reservadas para la eternidad. Los apóstatas errantes son estrellas errantes hoy en día, pero serán encarcelados en la oscuridad de las tinieblas.
Véase la nota 2 Ti. 3:12.
Este vocablo es la forma adjetiva de alma. “Psujé [alma] es el centro de la persona de uno, el yo de cada individuo. Está en cada hombre ligada al espíritu, la parte más elevada del hombre, y al cuerpo, la parte más baja del hombre; aquél hace que el alma ascienda, y éste, que descienda. El que se entrega a los apetitos más bajos, es carnal; el que por la comunión que tiene su espíritu con el Espíritu de Dios es empleado para las intenciones más elevadas de su ser, es espiritual. El que se queda en medio, pensando solamente en sí mismo y en sus propios intereses, ya sea de carácter animal o intelectual, es psujikós, el hombre egoísta, el hombre en quien el espíritu se ha hundido y degradado hasta quedar sujeto al psujé [el alma] subordinado” (Alford).
Se refiere al espíritu humano, y no al Espíritu de Dios. Los apóstatas no tienen espíritu. No es que ellos “en realidad han dejado de tener un espíritu, como parte de su propia naturaleza tripartita [ 1 Ts. 5:23 ], sino que han dejado de poseerlo en absoluto; su espíritu se ha degradado y está bajo el poder del psujé [el alma], la vida de la persona, de tal modo que no tiene verdadera vitalidad por sí mismo” (Alford). A ellos no les interesa su espíritu ni lo ejercitan. No usan su espíritu en comunión con el Espíritu de Dios para tener contacto con Dios; tampoco viven ni andan en su espíritu. Por la influencia de su carne, ellos se han degradado y se han vuelto carnales, de modo que no están conscientes de su conciencia, han perdido la sensibilidad (véase la nota 2 P. 2:122) y han llegado a ser como animales irracionales (v. 10).
En el elemento.
“La palabra [griega] denota la exuberancia de un gozo triunfal” (Alford).
El único Dios es nuestro Salvador, y el hombre Jesucristo es nuestro Señor. A este maravilloso Salvador, por medio del Señor Jesucristo, sea la gloria, la majestad, el imperio y la autoridad por todos los siglos.
La gloria es la expresión en esplendor; la majestad, la grandeza en honor; el imperio, la fortaleza en poder; y la autoridad, el poder para gobernar.
Antes de todos los tiempos se refiere a la eternidad pasada; ahora, a la era presente; y por todos los siglos, a la eternidad futura. Por consiguiente, esta alabanza surge desde la eternidad pasada, pasa a través del tiempo y llega hasta la eternidad futura.
En esta alabanza de conclusión, el escritor indica claramente que aunque exhorta a los creyentes a esforzarse en cuanto a las cosas mencionadas en los vs. 20-23, sólo Dios nuestro Salvador puede guardarlos de tropiezos y presentarlos sin mancha delante de Su gloria con gran alegría. ¡A Él sea la gloria!
O, en.
La fe objetiva; se refiere a las cosas preciosas del Nuevo Testamento, en las cuales creemos para ser salvos en Cristo (véase la nota Jud. 1:33). Sobre el fundamento de esta santa fe y en su esfera, orando en el Espíritu Santo, nos edificamos a nosotros mismos. Tanto la verdad de la fe que aprehendemos como el Espíritu Santo que disfrutamos mediante nuestra oración son necesarios para que seamos edificados. Tanto la fe como el Espíritu son santos.
Debemos conservarnos en el amor de Dios al edificarnos sobre nuestra santa fe y al orar en el Espíritu Santo (v. 20); de este modo esperamos y buscamos la misericordia de nuestro Señor, para que no solamente disfrutemos la vida eterna en esta era, sino que también la heredemos y sea nuestra por la eternidad (Mt. 19:29).
Véase la nota Jud. 1:21a.
La Trinidad Bendita en Su totalidad es empleada y disfrutada por los creyentes al orar en el Espíritu Santo, conservándose a sí mismos en el amor de Dios y esperando la misericordia de nuestro Señor para vida eterna.
Se refiere a la herencia y al disfrute de la vida eterna, la vida de Dios, la cual es la meta de nuestra búsqueda espiritual. Puesto que nos dirigimos a esta meta, deseamos conservarnos en el amor de Dios y esperamos la misericordia de nuestro Señor.
Jn. 3:15, 36; 1 Ti. 6:12, 19
Algunos mss. dicen: A algunos que vacilan, convenced.
O, disputan.
Esta metáfora probablemente es tomada de Zac. 3:2.
Mientras tenemos misericordia de los demás, debemos temer el horrible contagio del pecado, aborreciendo aun las cosas manchadas por la concupiscencia de la carne. Con respecto a temor, véase la nota 1 P. 1:174d.