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Capítulos de libros «La Epístola de Pablo a Los Romanos»
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  • Después de presentar nuestro cuerpo, necesitamos que nuestra mente sea renovada. La renovación de nuestra mente, la cual resulta de poner la mente en el espíritu (Ro. 8:6), es la base para la transformación de nuestra alma. Nuestra mente es la parte principal de nuestra alma, y al ser renovada, nuestra voluntad y emoción automáticamente la seguirán para ser renovadas también. Ser renovados significa que un elemento nuevo es forjado en nuestro ser. Esto produce una transformación metabólica interior que nos hace aptos para la edificación del Cuerpo de Cristo, la cual es la práctica de la vida de iglesia. El ser vencedores y todas las virtudes, que vemos en los caps. 12—16, también son resultados de esta transformación.

  • La transformación es el proceso interior y metabólico según el cual Dios opera para extender Su vida y naturaleza divina a todas las partes de nuestro ser, particularmente a nuestra alma, introduciendo en nuestro ser a Cristo y Sus riquezas como nuestro elemento nuevo y haciendo que sea desechado gradualmente nuestro elemento viejo y natural. Como resultado, seremos transformados en Su imagen (2 Co. 3:18), es decir, conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios como Sus muchos hermanos (Ro. 8:29). Así seremos aptos para la edificación de Su Cuerpo.

  • La expresión este siglo denota la parte actual y práctica del mundo (véase la nota Gá. 1:42c), la parte con la cual tenemos contacto y en la cual vivimos, mientras que el mundo, el sistema maligno de Satanás (véase la nota Ef. 2:21b), se compone de todas las personas, asuntos y cosas que están fuera de Dios, incluyendo las cosas religiosas así como las cosas seculares, según vemos en Gá. 6:14, donde el mundo mencionado es el mundo religioso de la época en la cual vivió Pablo. Este mundo satánico se compone de muchas épocas diferentes, cada una con su propia forma, característica, moda, estilo y corriente. No podemos renunciar al mundo sin renunciar al siglo actual que tenemos delante de nosotros.

  • Esto significa que no debemos ser asimilados por el mundo hasta tal punto que nosotros, los que hemos sido separados del mundo y apartados para Dios, volvamos a tener la misma imagen de este siglo, y no nos importe la transformación que el Señor Espíritu efectúa en nosotros con la esencia de Dios para conformarnos a la gloriosa imagen del Señor (2 Co. 3:18), la cual el Espíritu lleva a cabo moviéndose y obrando en nosotros por medio de la vida divina y la naturaleza divina.

  • Profetizar es hablar por Dios y proclamar a Dios bajo Su revelación directa. Predecir puede formar parte de la profecía, pero no es el aspecto principal de la profecía mencionada aquí. El profetizar introduce la revelación de Dios para la edificación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo (1 Co. 14:4b). Estas tres cosas —la profecía, la enseñanza (v. 7) y la exhortación (v. 8)— están relacionadas y coordinan entre sí. El que profetiza habla lo que ha recibido como revelación directa de Dios. El que enseña instruye a otros, no basándose en la revelación directa sino en lo que los profetas han hablado. El que exhorta lo hace conforme a lo que se dio directamente bajo la revelación de Dios y la enseñanza dada conforme a esa revelación. Estas tres clases de hablar tienen como fin la edificación del Cuerpo y comunican a los santos el suministro de vida para que crezcan juntos por medio de la palabra de Dios.

  • O, inteligente, lógico, razonable, en armonía con el modo de pensar más elevado.

  • Servicio en adoración a Dios. Véase la nota Ro. 1:91. Antes de este capítulo, tal servicio sólo se menciona con respecto al apóstol, y no a los demás creyentes. Esto indica que el servicio de los creyentes es un resultado del crecimiento en vida que se describe en los capítulos anteriores. Indica además que este servicio debe prestarse en el Cuerpo, la iglesia. Esto corresponde a lo tipificado en Éxodo y Levítico, los cuales muestran que el servicio que el sacerdocio prestaba a Dios no fue establecido sino hasta que se edificó la Tienda de reunión.

  • En el cap. 6 los miembros de nuestro cuerpo han de ser presentados como armas de justicia (Ro. 6:13) para la guerra y para el servicio. Sin embargo, en este capítulo nuestros cuerpos deben ser presentados como sacrificio vivo para la vida de iglesia. Éste es un sacrificio vivo porque tiene vida mediante la resurrección; no es como los sacrificios del Antiguo Testamento, que eran inmolados. Este sacrificio también es santo porque, en su posición, ha sido apartado para Dios por medio de la sangre de Cristo, separado del mundo y de todas las personas, asuntos y cosas profanas; y también debido a que, en su carácter, la vida natural y la vieja creación han sido santificadas y transformadas por el Espíritu Santo, con la vida de Dios y la naturaleza santa de Dios, para Su satisfacción. Así que, este sacrificio es agradable a Dios.

    En el griego, la palabra cuerpos aquí usada está en plural y la palabra sacrificio está en singular. Esto indica que, aunque muchos cuerpos son presentados, hay un solo sacrificio, lo cual implica que, aunque somos muchos, nuestro servicio en el Cuerpo de Cristo no debe constar de muchos servicios individuales, servicios separados y sin relación. Todo nuestro servicio debe constituir un solo servicio completo, y este servicio debe ser único porque es el servicio del único Cuerpo de Cristo.

  • Se refiere a los que abastecen a los necesitados que haya en la iglesia para suplir las necesidades prácticas de la iglesia misma.

  • Se refiere a los hermanos que toman la delantera en la iglesia. Para tomar la delantera, la primera cualidad que se necesita es la diligencia.

  • Esto se refiere a los que hacen misericordia compadeciéndose de otros y prestándoles ayuda. La misericordia presentada aquí no es una generosidad natural, sino una cualidad formada por medio de la transformación.

  • Los vs. 9-21 y el Ro. 13 exhiben la vida cristiana normal que es la base necesaria para la práctica de la vida de iglesia y que corresponde a la vida de iglesia. Esta vida se describe en cinco aspectos:
    1) para con otros (vs. 9-10, 13, 15-16);
    2) para con Dios (v. 11);
    3) para con nosotros mismos (v. 12);
    4) para con los que nos persiguen y los enemigos (vs. 14, 17-21)
    5) en general, delante de todos los hombres (v. 17). Una vida que es completa y adecuada en estos cinco aspectos es una vida de calidad sobresaliente con un resultado excelente.

  • Todo nuestro ser es necesario para que se realice la vida de iglesia, es decir, la vida del Cuerpo de Cristo. Así que, este capítulo habla de nuestro cuerpo (v. 1), nuestra alma (v. 2) y nuestro espíritu (v. 11). Nuestro cuerpo debe ser presentado a Dios para el Cuerpo de Cristo.

  • Un cuerpo que ha sido presentado, un alma transformada y un espíritu ferviente: estos tres son indispensables para la vida de iglesia apropiada. Después de presentar nuestro cuerpo para la vida de iglesia, es muy fácil caer en la trampa de las opiniones de nuestra mente en nuestra alma, lo cual perjudica nuestra vida de iglesia; por lo tanto, nuestra alma, particularmente nuestra mente, necesita ser transformada. Sin embargo, una vez que nuestra mente es transformada, es posible que caigamos fácilmente en un estado negativo e inactivo. En tal circunstancia debemos ser fervientes en espíritu para ser despertados y animados a fin de seguir adelante de forma positiva en la vida de iglesia.

  • Lit., sirviendo como esclavos. Véase la nota Ro. 1:12.

  • Lit., teniendo comunión con las necesidades. Esto significa atender de buena gana las necesidades de los santos conforme a nuestra capacidad. El apóstol llamó “comunión” a esta clase de cuidado material, porque al compartir las cosas materiales la gracia de la vida del Señor fluye entre los miembros del Cuerpo de Cristo y les es infundida.

  • Como cristianos, estamos bajo bendición. Por lo tanto, sólo debemos bendecir y no maldecir a nadie. El Señor nos bendijo cuando éramos Sus enemigos (Ro. 5:10). De la misma manera debemos bendecir a nuestros enemigos y perseguidores.

  • Vivir una vida cristiana normal para la vida de iglesia, requiere que nuestras emociones sean apropiadas de tal modo que podamos alegrarnos o llorar con otros. Estos sentimientos no pertenecen a nuestra vida natural, sino que son el resultado de la vida producido por medio de la transformación.

  • O, lo humilde.

  • Puesto que vivimos no sólo delante de Dios sino también delante de los hombres, necesitamos pensar de antemano en lo que es honroso ante los ojos de todos los hombres.

  • Dios es soberano. No debemos vengarnos nosotros de ninguna manera, sino que debemos dejarlo todo en las manos soberanas del Señor, dando lugar a que Él haga lo que quiera.

  • Véase la nota Ro. 9:152b. En el griego las compasiones mencionadas aquí están en plural. Dios ha mostrado varias clases de compasión para con nosotros al elegirnos, llamarnos, salvarnos e introducirnos en Su vida para que disfrutemos Sus riquezas y lleguemos a ser Su expresión. Mediante estas numerosas compasiones como medio y poder motivador, el apóstol nos exhortó a presentar nuestros cuerpos a Dios para el cumplimiento del propósito de Dios.

  • O, ruego.

  • Después de la palabra parentética que explica en detalle la elección de Dios, este libro, continuando lo expresado en el Ro. 8, trata de la segunda parte de la salvación completa de Dios en Cristo, en la cual los que disfrutan de la primera parte de esta salvación son miembros los unos de los otros como Cuerpo de Cristo (v. 5). Además, ellos tienen el vivir del Cuerpo de Cristo en la tierra para expresar a Cristo en varias localidades (tales como las enumeradas en el Ro. 16), a fin de que el Dios Triuno sea expresado en tal vivir. Esto concuerda con lo enseñado en los cinco capítulos de la Palabra santa que constituyen esta sección relacionada con los varios aspectos de este vivir. La primera parte de la salvación completa de Dios, revelada en los caps. 1—8, es el procedimiento por el cual Dios logra Su propósito; la segunda parte de esta salvación, revelada en los caps. 12—16, es el propósito mismo de la salvación completa de Dios.

  • Si vamos a tener la vida de iglesia adecuada, lo primero que debemos derribar es la alta estima que tenemos de nosotros mismos, para poder pensar de tal manera que demostremos cordura. Esto requiere que nuestra mente sea renovada siendo sorbidos todos los elementos negativos que hay en ella por la vida de Cristo. Entonces nos estimaremos a nosotros mismos según la fe que Dios nos ha proporcionado, es decir, según la medida del elemento de Dios que nos haya sido infundido.

  • En este capítulo la voluntad de Dios es que nosotros, los que Él ha escogido, llamado, redimido, justificado, santificado y conformado para glorificación, como se describe en los once capítulos anteriores, seamos miembros los unos de los otros para tener el vivir del Cuerpo de Cristo (vs. 3-5). El Cuerpo de Cristo es la cumbre de la revelación divina. El vivir del Cuerpo es el resultado y objetivo de la acción de presentar nuestros cuerpos, de la renovación de nuestra mente, y de todas las prácticas de vida que se ven en los capítulos anteriores.

  • Es decir, veáis y discernáis. Basándonos en que presentemos nuestros cuerpos y en que nuestras mentes sean renovadas, veremos, discerniremos y comprobaremos que la voluntad de Dios es obtener un Cuerpo para Cristo que sea Su plenitud y expresión.

  • La función nos es dada para nuestro servicio en el Cuerpo de Cristo (v. 1). Para poder desempeñar nuestra función debemos tener vida, la vida divina para la expresión divina.

  • Somos un solo Cuerpo en Cristo, y tenemos una unión orgánica con Él. Esta unión hace que en vida seamos uno con Él y con todos los demás miembros de Su Cuerpo. El Cuerpo no es una organización ni una sociedad, sino realmente un organismo producido por la unión en vida que tenemos con Cristo.

  • El propósito de la salvación de Dios es que Cristo sea reproducido en millones de santos a fin de que ellos lleguen a ser miembros de Su Cuerpo, no unidades individuales, separadas y completas, sino partes de un conjunto vivo, coordinado, corporativo y activo. Aunque estas partes tienen funciones diferentes, no están separadas unas de otras, sino que son “miembros cada uno en particular, los unos de los otros”. Cada miembro está unido orgánicamente a todos los demás, y cada uno necesita la función de todos los demás. Todos los miembros deben estar coordinados para practicar la vida del Cuerpo que se revela en este capítulo.

  • Recibimos los dones conforme a la gracia que nos es dada, y éstos son un resultado de la experiencia que tenemos de la gracia de Cristo. Esta gracia es Dios en Cristo como el elemento divino que entra en nosotros a fin de ser nuestra vida para nuestro disfrute. Cuando esta gracia entra en nosotros, trae consigo el elemento de ciertas habilidades y capacidades espirituales, las cuales, acompañando nuestro crecimiento en vida, se desarrollan como dones en vida a fin de que ejerzamos nuestra función en el Cuerpo de Cristo para servir a Dios. Aquí los dones en vida son diferentes de los dones mencionados en Ef. 4:8, los cuales se refieren a las personas dotadas, dadas al Cuerpo por Cristo en Su ascensión para la edificación del Cuerpo. También son diferentes de los dones milagrosos mencionados en 1 Co. 12, 14. Los dones en vida se desarrollan por medio del crecimiento en vida y de la transformación en vida que vemos en el v. 2, y se originan en los dones iniciales internos mencionados en 1 Co. 1:7.

  • El servicio de los diáconos y las diaconisas en las iglesias locales. Véase Ro. 16:1; 1 Ti. 3:8-13 y Fil. 1:1.

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