Después de presentar nuestro cuerpo, necesitamos que nuestra mente sea renovada. La renovación de nuestra mente, la cual resulta de poner la mente en el espíritu (Ro. 8:6), es la base para la transformación de nuestra alma. Nuestra mente es la parte principal de nuestra alma, y al ser renovada, nuestra voluntad y emoción automáticamente la seguirán para ser renovadas también. Ser renovados significa que un elemento nuevo es forjado en nuestro ser. Esto produce una transformación metabólica interior que nos hace aptos para la edificación del Cuerpo de Cristo, la cual es la práctica de la vida de iglesia. El ser vencedores y todas las virtudes, que vemos en los caps. 12—16, también son resultados de esta transformación.