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Capítulos de libros «La Epístola de Pablo a Los Efesios»
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  • Este versículo repite en parte lo que se encuentra en Ef. 3:1, donde empieza la exhortación del apóstol de los caps. 4—6. Esto indica que Ef. 3:2-21 es una sección parentética. Véase la nota Ef. 3:21.

  • Véase la nota Ef. 3:12a. En 3:1 Pablo habla de sí mismo como “prisionero de Cristo Jesús”, pero aquí dice que él es un “prisionero en el Señor”. Ser prisionero en el Señor es más profundo que ser prisionero del Señor. Como prisionero en el Señor, Pablo es un modelo para aquellos que desean andar como es digno del llamamiento de Dios.

  • Este libro está dividido en dos secciones principales. La primera, compuesta de los caps. 1—3, revela las bendiciones y la posición que la iglesia ha obtenido en Cristo en los lugares celestiales. La segunda, que comprende los caps. 4—6, nos exhorta con respecto al vivir y la responsabilidad que la iglesia debe tener en el Espíritu aquí en la tierra. La exhortación básica es que nosotros debemos andar como es digno del llamamiento de Dios, llamamiento que es la totalidad de las bendiciones dadas a la iglesia, como se revela en Ef. 1:3-14. En la iglesia, bajo la bendición abundante del Dios Triuno, los santos deben andar como es digno de la elección y predestinación del Padre, la redención del Hijo y el sello y las arras del Espíritu. Por lo tanto, en los caps. 4—6, vemos, por un lado, el vivir que la iglesia debe tener y por el otro, la responsabilidad que la iglesia debe asumir.

  • Ser humilde es permanecer en una posición baja, y ser manso significa no pelear por uno mismo. Debemos ejercitar estas dos virtudes al tratar con nosotros mismos. Tener longanimidad es sufrir el mal trato. Debemos ejercitar esta virtud al relacionarnos con los otros. Por medio de estas virtudes nos sobrellevamos (no sólo nos toleramos) los unos a los otros; es decir, no ignoramos a los que causan problemas, sino que los sobrellevamos en amor. Ésta es la expresión de la vida divina.

    Estas virtudes no se encuentran en nuestra humanidad natural, pero se encuentran en la humanidad de Jesús. El hecho de que sean mencionadas aquí, antes de mencionarse la unidad del Espíritu en el v. 3, indica que debemos tener estas virtudes a fin de guardar la unidad del Espíritu. Esto implica que en el Espíritu que nos une se encuentra la humanidad transformada, esto es, la humanidad que ha sido transformada por la vida de resurrección de Cristo.

  • O, salvaguardar, es decir, preservar algo custodiándolo. La unidad del Espíritu es el Espíritu mismo. Guardar la unidad del Espíritu es guardar el Espíritu vivificante. Cada vez que hacemos algo fuera del Espíritu, causamos división y perdemos la unidad, pero cuando permanecemos en el Espíritu vivificante, guardamos la unidad del Espíritu.

  • Para andar como es digno del llamamiento de Dios, para tener la vida apropiada del Cuerpo, primero necesitamos cuidar de la unidad. Esto es crucial y vital para el Cuerpo de Cristo. Hablando con propiedad, la unidad es diferente de una simple unión. Una unión es la condición en la cual muchas personas se juntan o asocian, mientras que la unidad es la entidad única del Espíritu que está dentro de los creyentes haciendo de todos ellos uno. Así pues, esta unidad es una persona, Cristo mismo, quien es el Espíritu que mora en nosotros. Es similar a la electricidad que corre por muchas lámparas, haciendo que todas ellas brillen como una sola. En sí mismas, las lámparas están separadas, pero en la corriente eléctrica ellas son uno.

  • Cristo abolió en la cruz todas las diferencias ocasionadas por las ordenanzas. Al hacer esto Él hizo la paz para Su Cuerpo. Esta paz debe unir a todos los creyentes y debe por lo tanto llegar a ser el vínculo que los una. El vínculo de la paz es el resultado de la operación continua de la cruz. Cuando permanecemos en la cruz, tenemos paz con los demás. Esta paz llega a ser el vínculo en el cual guardamos la unidad del Espíritu.

  • Al exhortarnos a salvaguardar la unidad, el apóstol señala siete cosas que forman la base de nuestra unidad: un Cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo y un Dios. Estos siete forman tres grupos. Los tres primeros forman el primer grupo, el grupo del Espíritu, con el Cuerpo como Su expresión. Este Cuerpo, habiendo sido regenerado y estando saturado con el Espíritu como su esencia, tiene la esperanza de ser transfigurado en la plena semejanza de Cristo. Los siguientes tres forman el segundo grupo, el del Señor, incluyendo la fe y el bautismo para que podamos unirnos a Él. El último de los siete forma el tercer grupo, el grupo de un solo Dios y Padre, quien es el Autor y el origen de todo. El Espíritu como el Ejecutor del Cuerpo, el Hijo como el Creador del Cuerpo, y Dios el Padre como el que da origen al Cuerpo —los tres del Dios Triuno— están relacionados con el Cuerpo. El tercero de la Trinidad es el primero que se menciona en los vs. 4-6, debido a que lo principal aquí es el Cuerpo, del cual el Espíritu es la esencia, la vida y el suministro de vida. El discurso, entonces, se remonta al Hijo y al Padre.

  • La esperanza de gloria (Col. 1:27), la cual es la transfiguración de nuestro cuerpo (Fil. 3:21) y la revelación de los hijos de Dios (Ro. 8:19, 23-25).

  • Este versículo no dice “un Hijo”, sino “un Señor”. En el Evangelio de Juan creemos en el Hijo (Jn. 3:16), mientras que en Hechos creemos en el Señor (Hch. 16:31). En las Epístolas de Juan, el Hijo es quien imparte vida (1 Jn. 5:12), mientras que en Hechos, el Señor, después de Su ascensión, es quien ejerce autoridad (Hch. 2:36), lo cual se relaciona con Su autoridad como Cabeza. Por lo tanto, el hecho de que creamos en Él está relacionado tanto con la vida como con la autoridad, porque Él es nuestra vida y nuestra Cabeza. Como la Cabeza del Cuerpo (Ef. 1:22), Él es el Señor. Los cristianos están divididos porque desatienden a la Cabeza; es decir, han desatendido la autoridad del Señor y el hecho de que Él es la Cabeza.

  • Mediante la fe creemos en el Señor (Jn. 3:36), y mediante el bautismo somos bautizados en Él (Gá. 3:27; Ro. 6:3) y se nos dio fin en Adán (Ro. 6:4). Mediante la fe y el bautismo fuimos trasladados de Adán a Cristo, siendo así unidos al Señor (1 Co. 6:17). Inmediatamente después de creer en Cristo, debemos ser bautizados para completar el traslado.

  • Dios es Aquel que dio origen a todas las cosas, y el Padre es la fuente de vida para el Cuerpo de Cristo.

  • Se refiere a todos los creyentes.

  • Incluso aquí, la Trinidad está implícita. Sobre todos se refiere principalmente al Padre, por todos se refiere al Hijo, y en todos se refiere al Espíritu. Finalmente, el Dios Triuno entra en todos nosotros llegando a nosotros como Espíritu. La unidad del Cuerpo de Cristo está constituida de la Trinidad de la Deidad: el Padre como fuente y origen es el Autor; el Hijo como Señor y Cabeza es el Realizador, y el Espíritu como Espíritu vivificante es el Ejecutor. El mismo Dios Triuno, cuando es hecho real para nosotros al ser experimentado en nuestra vida diaria, es el fundamento básico y el cimiento mismo de nuestra unidad.

  • Con respecto al Cuerpo de Cristo, todos los elementos básicos son uno, pero muchos y variados son los dones (las funciones).

  • Aquí la gracia fue dada conforme al don; en Ro. 12:6 los dones difieren conforme a la gracia. En realidad la gracia es la vida divina que produce y provee los dones. En Ro. 12 la gracia produce el don. Por lo tanto, el don se da conforme a la gracia. Aquí la gracia se da conforme al don, conforme a la medida del don. Esto es similar a la provisión que nuestra sangre da a los miembros de nuestro cuerpo de acuerdo a su tamaño.

  • La medida del don de Cristo es el tamaño de un miembro de Su Cuerpo.

  • Lo alto en la cita de Sal. 68:18 se refiere al monte Sion (Sal. 68:15-16), el cual simboliza el tercer cielo, donde Dios mora (1 R. 8:30). Salmos 68 implica que fue en el Arca donde Dios ascendió al monte Sion después de que el Arca había obtenido la victoria. El Sal. 68:1 es tomado de Nm. 10:35. Esto indica que el contexto de Sal. 68 es el mover de Dios en el tabernáculo con el Arca como su centro. Adondequiera que iba el Arca, un tipo de Cristo, se obtenía la victoria. Con el tiempo, esta Arca ascendió triunfante a la cima del monte Sion. Esto muestra cómo Cristo obtuvo la victoria y ascendió triunfante a los cielos.

  • Los que se refiere a los santos redimidos, quienes fueron hechos cautivos por Satanás antes de ser salvos por la muerte y resurrección de Cristo. En Su ascensión Cristo los llevó cautivos; esto es, Él los rescató de la cautividad de Satanás y los tomó para Sí mismo. Esto indica que Él conquistó y venció a Satanás, quien los había capturado por medio del pecado y la muerte.

    Se puede traducir “llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio” como “Él llevó un séquito de enemigos vencidos” (The Amplified New Testament). Enemigos vencidos tal vez se refiera a Satanás, a sus ángeles, y a nosotros los pecadores, lo cual indica de nuevo la victoria de Cristo sobre Satanás, el pecado y la muerte. En la ascensión de Cristo hubo una procesión de estos enemigos vencidos, llevados como prisioneros de guerra, a fin de celebrar la victoria de Cristo.

  • Aquí la palabra dones no se refiere a las habilidades o aptitudes para llevar a cabo varios servicios, sino a las personas dotadas mencionadas en el v. 11, que son los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros. Después que Cristo, por medio de Su muerte y resurrección, venció a Satanás y a la muerte, y rescató de ambos a los pecadores, Él en Su ascensión hizo que los pecadores rescatados fueran tales dones por medio de Su vida de resurrección, y los dio a Su Cuerpo para la edificación del mismo.

  • Se refiere al Hades, el cual está bajo la tierra. Cristo fue allí después de Su muerte (Hch. 2:27).

  • Primero, en Su encarnación, Cristo descendió de los cielos a la tierra. Después, en Su muerte, Él descendió aún más, de la tierra al Hades. Finalmente, en Su resurrección, Él ascendió del Hades a la tierra y, en Su ascensión, de la tierra a los cielos. Mediante esta travesía Él abrió el camino para poder llenarlo todo.

  • Cada uno en el v. 7, incluye a todos los miembros del Cuerpo de Cristo, cada uno de los cuales ha recibido un don general, mientras que las cuatro clases de personas dotadas mencionadas aquí son aquellos que han sido dotados con un don especial.

  • Conforme a la construcción gramatical, pastores y maestros se refiere a una misma clase de personas dotadas. Un pastor debe saber enseñar, y un maestro debe ser capaz de pastorear.

  • O, equipar, proveer las funciones.

  • Aquí, para significa dando por resultado, con el propósito de, o con miras a.

  • Las muchas personas dotadas que se mencionan en el versículo anterior tienen un solo ministerio, a saber, ministrar a Cristo para la edificación del Cuerpo de Cristo, la iglesia. Éste es el único ministerio en la economía del Nuevo Testamento (2 Co. 4:1; 1 Ti. 1:12).

  • Según la construcción gramatical, la obra del ministerio es la edificación del Cuerpo de Cristo. Todo lo que las personas dotadas mencionadas en el v. 11 hagan como obra del ministerio, debe tener como fin la edificación del Cuerpo de Cristo. Sin embargo, esta edificación no es llevada a cabo directamente por las personas dotadas, sino por los santos que han sido perfeccionados por ellos.

  • O, alcancemos. Esto indica que se requiere un proceso para obtener la unidad práctica o llegar a ella.

  • En el v. 3 la unidad del Espíritu es la unidad de la vida divina en la realidad; en este versículo la unidad es la unidad de nuestro vivir en forma práctica. Ya tenemos la realidad de la unidad de la vida divina; simplemente necesitamos mantenerla. Sin embargo, necesitamos avanzar hasta que lleguemos a la unidad en nuestro vivir en términos prácticos. Este aspecto de la unidad está constituido de dos cosas: la fe y el pleno conocimiento del Hijo de Dios. Según es revelada en Jud. 1:3, 2 Ti. 4:7 y 1 Ti. 6:21, la fe no se refiere a la acción de creer, sino a las cosas en las cuales creemos, tales como la persona divina de Cristo y Su obra redentora efectuada para nuestra salvación. El pleno conocimiento del Hijo de Dios es la aprehensión de la revelación acerca del Hijo de Dios para experimentarlo. Cuanto más crezcamos en vida, más nos adheriremos a la fe y al conocimiento de Cristo, y más fácilmente dejaremos todos los conceptos doctrinales secundarios y menos significativos, los cuales causan divisiones. Entonces llegaremos a la unidad práctica, o sea, que la alcanzaremos; esto es, habremos llegado a ser un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

  • El Hijo de Dios se refiere a la persona del Señor como vida para nosotros, mientras que Cristo se refiere a Su comisión de ministrarnos vida, para que nosotros, los miembros de Su Cuerpo, tengamos dones para desempeñar nuestra función. Véase la nota Mt. 16:161a.

  • Un hombre de plena madurez es un hombre completamente crecido. Se necesita la madurez en vida para tener la unidad en la práctica.

  • La plenitud de Cristo es el Cuerpo de Cristo (1:23), el cual tiene una estatura con una medida. Para tener la unidad en la práctica es necesario llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Por lo tanto, a partir de la unidad en realidad, necesitamos avanzar a la unidad en la práctica, hasta que lleguemos a las tres metas que se mencionan en este versículo: la unidad, un hombre de plena madurez y la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

  • Lit., infantes. La misma palabra griega que se traduce niño en Gá. 4:1 se refiere a aquellos creyentes que son niños en Cristo, que no tienen madurez en vida (1 Co. 3:1).

  • Las olas suscitadas por los vientos de diferentes enseñanzas (1 Ti. 1:3-4), doctrinas, conceptos y opiniones fueron enviadas por Satanás para seducir a los creyentes a fin de arrastrarlos apartándolos de Cristo y la iglesia. Es difícil que los niños en Cristo las disciernan. La única manera de escapar de las olas que son agitadas por los vientos es crecer en vida, y la manera segura de crecer en vida es permanecer en la vida de iglesia apropiada donde Cristo y la iglesia son nuestra protección.

  • Cualquier enseñanza, aunque sea bíblica, que distraiga a los creyentes de Cristo y la iglesia, es un viento que desvía a los creyentes del propósito central de Dios.

  • La palabra griega que se traduce artimañas se refiere a las trampas que hacen los jugadores de dados. Astucia denota los trucos empleados por los tahúres. Las enseñanzas que llegan a ser vientos, alejando a los creyentes de la línea central de Cristo y la iglesia, son engaños instigados por Satanás en su sutileza, con las artimañas de los hombres, a fin de frustrar el propósito eterno de Dios, el cual es edificar el Cuerpo de Cristo.

  • Las enseñanzas divisivas son organizadas y sistematizadas por Satanás para causar errores serios y así dañar la unidad práctica de la vida del Cuerpo. Las artimañas vienen de los hombres, pero el sistema de error viene de Satanás y está relacionado con las enseñanzas engañosas que son diseñadas por el maligno para distraer a los santos, alejándolos de Cristo y de la vida de iglesia.

  • O, practicando la verdad. Esto está en contraste con las artimañas y el error mencionados en el v. 14. Ser llevado por los vientos de enseñanza en las artimañas de los hombres con miras a un sistema de error es no asirse a la verdad. Verdad aquí significa lo que es verdadero. Según el contexto, debe de referirse a Cristo y a Su Cuerpo: ambos son verdaderos. Debemos asirnos en amor a estas cosas verdaderas para poder crecer en Cristo.

  • Éste no es el amor nuestro sino el amor de Dios en Cristo, el cual viene a ser el amor de Cristo en nosotros, por el cual amamos a Cristo y a los demás miembros de Su Cuerpo. En tal amor nos asimos a la verdad, esto es, a Cristo con Su Cuerpo, y somos guardados de ser afectados por los vientos de enseñanza y de introducir elementos que son extraños al Cuerpo.

  • Para dejar de ser niños (v. 14) necesitamos crecer en Cristo. Esto significa que Cristo aumenta en nosotros en todas las cosas hasta que lleguemos a ser un hombre de plena madurez (v. 13).

  • Aquí Cabeza indica que nuestro crecimiento en vida por medio del aumento de Cristo debe ser el crecimiento de los miembros que están en el Cuerpo bajo la Cabeza.

  • Crecer en vida es crecer hasta la medida de la Cabeza, Cristo, y nuestra función en el Cuerpo de Cristo proviene de Él. Así pues, primero, crecemos hasta la medida de la Cabeza; luego, tenemos algo que procede de la Cabeza para la edificación del Cuerpo.

  • Bien unido conlleva la idea de unir por medio de acoplar. Entrelazado implica ser entretejido.

  • La expresión todas las coyunturas del rico suministro se refiere a las personas especialmente dotadas, tales como aquellas mencionadas en el v. 11.

  • En griego el artículo aquí usado es enfático. Por lo tanto, el rico suministro debe ser el suministro particular, el suministro de Cristo.

  • La mayoría de los mss. antiguos dicen: según la operación.

  • U, operación. La misma palabra griega que se encuentra en Ef. 3:7 y Col. 1:29, y del mismo origen que la palabra operaciones en 1 Co. 12:6.

  • Cada miembro se refiere a cada uno de los miembros del Cuerpo. Por medio del crecimiento en vida y del desarrollo de los dones, cada miembro del Cuerpo de Cristo tiene su propia medida conforme a la cual opera para el crecimiento del Cuerpo.

  • El Cuerpo de Cristo causa el crecimiento de sí mismo por medio de las coyunturas que suministran y de los miembros que desempeñan su función.

  • El crecimiento del Cuerpo de Cristo es el aumento de Cristo en la iglesia, el cual da por resultado la edificación del Cuerpo por el Cuerpo mismo.

  • Véase la nota Ef. 16:152a.

  • La palabra dada por el apóstol aquí no consistía solamente de su exhortación, sino también de su testimonio. Su exhortación era su vivir.

  • Los vs. 1-16 tratan del vivir del Cuerpo de Cristo y su función. Ahora, en los vs. 17-32 se aborda nuestra vida diaria. Los vs. 17-24 nos dan los principios que rigen nuestro andar diario, y los vs. 25-32 nos presentan los detalles del mismo.

  • Los gentiles son los hombres caídos, quienes llegaron a envanecerse en sus razonamientos (Ro. 1:21). Ellos andan sin Dios, en la vanidad de sus mentes, siendo controlados y dirigidos por sus pensamientos vanos. Todo lo que ellos hacen conforme a sus mentes caídas es vanidad y carece de realidad.

  • Cuando la mente de las personas caídas se llena de vanidad, su entendimiento es entenebrecido en cuanto a las cosas de Dios. Por lo tanto, ellos son ajenos a la vida de Dios y están separados de ella.

  • Ésta es la vida de Dios, eterna e increada, que el hombre no tenía cuando fue creado. Después de ser creado el hombre, fue puesto, en su vida humana creada, frente al árbol de la vida (Gn. 2:8-9) a fin de que recibiese la vida divina increada. Pero el hombre cayó en la vanidad de su mente y llegó a ser entenebrecido en su entendimiento. Hoy, en tal condición, el hombre es incapaz de tocar la vida de Dios a menos que se arrepienta (vuelva su mente hacia Dios) y crea en el Señor Jesús para recibir la vida eterna de Dios (Hch. 11:18; Jn. 3:16).

  • La palabra ignorancia denota no sólo la falta de conocimiento, sino también una renuencia en cuanto a conocer. Debido a la dureza del corazón, el hombre caído no aprueba conocer las cosas de Dios (Ro. 1:28). Por lo tanto, su entendimiento está entenebrecido de tal manera que no conoce a Dios.

  • La dureza del corazón del hombre caído es la fuente de las tinieblas en su entendimiento y de la vanidad de su mente.

  • La palabra sensibilidad aquí se refiere principalmente a cuán conscientes estamos de nuestra conciencia. Por lo tanto, perder toda sensibilidad, significa no hacer caso de la conciencia. Después de la caída del hombre, Dios ordenó que el hombre debía estar bajo el gobierno de su conciencia. Pero el hombre caído, en vez de prestar atención a su conciencia, se entregó a la lascivia y a deseos insaciables.

  • Cristo no sólo es vida para nosotros sino también un ejemplo (Jn. 13:15; 1 P. 2:21). La vida que Él llevó sobre la tierra nos dejó un modelo, según es revelado en los Evangelios. Después, fue crucificado y resucitado para llegar a ser el Espíritu vivificante a fin de entrar en nosotros y ser nuestra vida. Aprendemos de Él (Mt. 11:29) según Su ejemplo, no por nuestra vida natural sino por Él mismo como nuestra vida de resurrección. Aprender a Cristo es simplemente ser moldeado en el modelo de Cristo, esto es, ser conformado a Su imagen (Ro. 8:29).

  • La realidad que está en Jesús se refiere a la verdadera condición de la vida de Jesús según se describe en los cuatro Evangelios. En el andar impío de las naciones, la gente caída, hay vanidad. Pero en la vida piadosa de Jesús hay verdad y realidad. Jesús vivió una vida en la cual Él hacía todo en Dios, con Dios y para Dios. Dios estaba en Su vivir, y Él era uno con Dios. Esto es lo que significa la realidad que está en Jesús. Nosotros los creyentes, quienes somos regenerados con Cristo como vida y somos enseñados en Él, aprendemos de Él conforme a la realidad que está en Jesús.

  • Los vs. 22, 24 nos muestran lo que se nos ha enseñado: que nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos vestido del nuevo hombre. Despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo hombre es una manifestación de que hemos aprendido a Cristo.

  • La pasada manera de vivir es un andar en la vanidad de la mente (v. 17).

  • En el bautismo nos despojamos del viejo hombre. Nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo (Ro. 6:6) y fue sepultado en el bautismo (Ro. 6:4a).

  • El viejo hombre pertenece a Adán, quien fue creado por Dios pero cayó por medio del pecado.

  • El artículo aquí usado es enfático, y el engaño está personificado. Por lo tanto, el engaño se refiere al engañador, Satanás, de quien provienen las lujurias del viejo hombre corrupto.

  • Somos renovados para ser transformados a la imagen de Cristo (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18).

  • Éste es el espíritu regenerado de los creyentes, el cual está mezclado con el Espíritu de Dios que mora en nosotros. Tal espíritu mezclado se extiende a nuestra mente, llegando a ser así el espíritu de nuestra mente. En tal espíritu somos renovados para nuestra transformación.

  • Nos vestimos del nuevo hombre en el bautismo (Ro. 6:4b).

  • El nuevo hombre es de Cristo. Es Su Cuerpo, creado en Él en la cruz (Ef. 2:15-16). No es individual sino corporativo (Col. 3:10-11). En el nuevo hombre corporativo Cristo es el todo, y en todos; Él es todos y está en todos. Véase la nota Col. 3:119d.

    Este libro revela, primero, que la iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23), el reino de Dios, la familia de Dios (Ef. 2:19), y el templo, la morada de Dios (Ef. 2:21-22). Aquí revela, además, que la iglesia es el nuevo hombre. Éste es el aspecto más elevado de la iglesia. La iglesia es la asamblea de los que han sido llamados a salir. Éste es el aspecto inicial de la iglesia. A partir de esto, el apóstol hizo mención de los ciudadanos del reino de Dios y los miembros de la familia de Dios. Estos aspectos son más elevados que el inicial, pero no tan elevados como la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Sin embargo, el aspecto del nuevo hombre es todavía más elevado que el del Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, la iglesia no es sólo una asamblea de creyentes, un reino de ciudadanos celestiales, una familia de hijos de Dios, o incluso, un Cuerpo para Cristo. En su aspecto supremo y culminante es un nuevo hombre, cuyo objetivo es lograr el propósito eterno de Dios. Como Cuerpo de Cristo, la iglesia necesita a Cristo como su vida, mientras que como el nuevo hombre, la iglesia necesita a Cristo como su persona. Esta nueva persona corporativa debe llevar una vida como la que llevó Jesús sobre la tierra, esto es, una vida de realidad, una vida que exprese a Dios y haga que el hombre le experimente como realidad. Así pues, el enfoque de la exhortación del apóstol en esta sección es el nuevo hombre (vs. 17-32).

  • El viejo hombre, exteriormente, fue creado conforme a la imagen de Dios, pero sin la vida y naturaleza de Dios (Gn. 1:26-27), mientras que el nuevo hombre, interiormente, fue creado conforme a Dios mismo y con la vida y naturaleza de Dios (Col. 3:10).

  • La justicia es la condición de estar bien con Dios y con el hombre en conformidad con la manera justa de proceder de Dios, mientras que la santidad es piedad y devoción delante de Dios (véase la nota Lc. 1:751a). La justicia está dirigida principalmente a los hombres, mientras que la santidad principalmente a Dios.

  • El artículo aquí usado es enfático. Del mismo modo que el engaño en el v. 22, relacionado con el viejo hombre, es la personificación de Satanás, así la realidad aquí, relacionada con el nuevo hombre, es la personificación de Dios. El engaño es el diablo, y la realidad es Dios. Esta realidad fue exhibida en la vida de Jesús, como se menciona en el v. 21. En la vida de Jesús, la justicia y la santidad de la realidad fueron manifestadas continuamente. El nuevo hombre fue creado en la justicia y en la santidad de esta realidad, la cual es Dios hecho real y expresado.

  • Los vs. 25-32 nos dan una descripción de nuestro diario vivir en términos prácticos al aprender a Cristo.

  • La mentira se refiere a todo aquello que es falso en naturaleza. Debido a que nos despojamos del viejo hombre, también nos despojamos de todo lo que sea falso en naturaleza. Por lo tanto, hablamos verdad, esto es, hablamos las cosas que son verdaderas.

  • Airarse no es pecado, pero cuando hay ira existe la posibilidad de que se cometa pecado. No debemos continuar en nuestro enojo, más bien debemos desistir de ello antes que se ponga el sol.

  • O, irritación.

  • Según el contexto, permanecer enojado es dar lugar al diablo. No debemos darle lugar en nada.

  • Este libro contiene una revelación muy elevada, aun así el apóstol incluyó ciertas cosas prácticas que están en un nivel bajo y básico, tales como hurtar y enojarse.

  • El hurto se debe principalmente a la pereza y a la avaricia. Así que, el apóstol le manda al que hurta que trabaje y no sea perezoso, y que comparta con otros lo que gana en lugar de ser avaro.

  • O, algo bueno. Véase Tit. 3:8, 14.

  • Lit., podrida; significa lo que es nocivo, ofensivo o indigno.

  • Nuestra conversación no debe corromper a otros, sino edificarlos.

  • La gracia es Cristo como nuestro disfrute y suministro. Nuestras palabras deben transmitir tal gracia a otros. Las palabras que edifican a otros siempre ministran a Cristo como gracia al oyente.

    La exhortación del apóstol en los vs. 17-32 toma la gracia y la realidad (vs. 21, 24, 29) como sus elementos básicos. El apóstol quiere que vivamos una vida llena de gracia y de realidad (Jn. 1:14, 17) como lo hizo Jesús. La gracia es Dios dado a nosotros para nuestro disfrute, y la realidad es Dios revelado a nosotros como nuestra realidad. Cuando vivimos y hablamos la realidad (vs. 21, 24), expresamos a Dios como nuestra realidad, y otros reciben a Dios como gracia para su disfrute (v. 29).

  • Contristar al Espíritu Santo es disgustarlo. El Espíritu Santo habita en nosotros para siempre (Jn. 14:16-17) y nunca nos deja. Por lo tanto, Él es contristado cuando no andamos conforme a Él (Ro. 8:4), esto es, cuando no vivimos conforme al principio de la realidad y la gracia en los pormenores de nuestro andar diario.

  • En su exhortación de los vs. 17-32 el apóstol no sólo tomó la gracia y la realidad como sus elementos básicos, sino que también tomó la vida de Dios (v. 18) y el Espíritu de Dios como los factores básicos en el aspecto positivo, y el diablo (v. 27) como un factor en el aspecto negativo. Es por medio de la vida de Dios en el Espíritu de Dios así como por no darle cabida al diablo, que podemos llevar una vida llena de gracia y de realidad como lo hizo el Señor Jesús.

  • Es decir, en el Espíritu Santo como el elemento. Fuimos sellados en el elemento del Espíritu Santo. Esto nos muestra que Dios nos ha sellado con el Espíritu Santo como el elemento que sella.

  • Véase la nota Ef. 1:131b.

  • Desde el momento de nuestra salvación, el Espíritu Santo como el sello en nosotros nos sella continuamente con el elemento de Dios para que podamos ser transformados en nuestra naturaleza hasta que nuestro cuerpo sea completamente transfigurado y redimido. Por lo tanto, este versículo dice que fuimos sellados con el Espíritu Santo para el día de la redención de nuestro cuerpo.

  • Véase la nota Ef. 1:144c.

  • Esta palabra griega tiene el mismo origen que compasión en Mt. 9:36 y partes internas en Fil. 1:8. Sólo cuando disfrutamos a Cristo como gracia y realidad podemos tener un corazón tierno y así perdonarnos unos a otros.

  • O, mostrándonos gracia.

  • En la exhortación del apóstol en esta sección (vs. 17-32), él presenta a Dios como el modelo para nuestra vida diaria. En el Espíritu y por medio de Su vida, podemos perdonar como Dios perdona.

  • O, mostró gracia.

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