Los caps. 9 y 10 parecen indicar que Dios, habiendo escogido antes a Israel, ahora lo ha abandonado. Sin embargo, aquí el apóstol, tomando como ejemplo su propio caso y el de Elías, demuestra que no es así.

Lit., alma.

Baal, lo cual significa en hebreo señor, poseedor, era el nombre de uno de los ídolos principales de los fenicios y los cananeos.

Israel tropezó en la piedra de tropiezo, Cristo (Ro. 9:32), pero no cayó. Más bien, sólo dio un traspié a fin de que la salvación de Dios llegara a los gentiles (Hch. 13:46). Ésta es la economía de Dios en cuanto a Su elección.

Los tres patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, mencionados en el v. 28 como “los padres”, son las primicias de la masa, que fueron ofrecidas a Dios para Su satisfacción. También son la raíz que sostiene las ramas del olivo cultivado de Dios, Israel.

El injerto produce una unión orgánica (véase la nota Ro. 6:5¹). No es cambiar una vida pobre por una vida mejor, sino unir dos vidas de modo que se mezclen en una sola vida y un solo vivir. Esto sucede cuando dos vidas semejantes pero diferentes pasan por la muerte (el cortar) y la resurrección (el crecer). Esto representa nuestra unión con Cristo.

Conforme a lo que se dice en Mt. 2:15, que es una cita de Os. 11:1: “De Egipto llamé a Mi Hijo”, Cristo y el Israel verdadero son una sola entidad. Cuando los creyentes gentiles son injertados en Cristo, lo son también en Israel, que es el olivo cultivado, para llegar a ser copartícipes de la grosura (Cristo) de la raíz (los patriarcas, v. 16), a saber, las inescrutables riquezas de Dios en Cristo (Ef. 3:8). Ellos e Israel han llegado a ser los pámpanos de Cristo, la vid verdadera (Jn. 15:1, 5), y con Él ambos pueblos han llegado a ser el organismo que expresa al Dios Triuno.

Esto sucederá en la segunda venida del Señor, cuando todo el remanente de la nación de Israel se arrepentirá y se convertirá y creerá en Él como su Mesías para ser salvo (Zac. 12:10; Ro. 11:26).

Se refiere a los gentiles que se arrepienten y creen. La consumación de la plenitud de los gentiles que creen es diferente del cumplimiento de los tiempos de los gentiles (Lc. 21:24). Este último denota la finalización del tiempo del poder de los gentiles.

Esto muestra claramente la economía de Dios en cuanto a Su elección. La incredulidad de Israel afecta su relación con Dios. No obstante, puesto que el llamamiento que Dios hace basado en Su elección es irrevocable (v. 29), ellos mantienen su posición como pueblo amado de Dios.

Hasta en la desobediencia del hombre se cumple la misericordia de Dios.

Ésta es una alabanza a Dios por Sus riquezas, sabiduría y conocimiento, los cuales trascienden lo que el hombre puede sondear y escudriñar, y los cuales Dios empleó al crear todas las cosas y al disponerlas para llevar a cabo la elección de Su pueblo, los escogidos. Esta alabanza y la que se encuentra en Ro. 16:25-27, al final de este libro, tienen orígenes y objetivos diferentes. La de Ro. 11 procede de la elección de Dios y tiene como fin la realización de la misma; la de Ro. 16 procede del misterio de Dios en los tiempos eternos y tiene como fin el cumplimiento de éste. El resultado de las dos alabanzas es que se da gloria a Dios.

La sabiduría es más profunda y más elevada que el conocimiento. La sabiduría se ve en la iniciación de algo, mientras que el conocimiento se ve en la aplicación práctica de lo que se emprendió por la sabiduría. Como se ve aquí, Dios es el único Iniciador, especialmente en lo que se refiere a Su elección. Su sabiduría manifestada en iniciar tal elección y Su conocimiento al llevarla a cabo, como se describe en los caps. 9—11, merecen nuestra alabanza más sublime.