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Capítulos de libros «La Primera Epístola de Pablo a Los Corintios»
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  • En este capítulo se aborda el quinto problema mencionado en esta epístola: el relacionado con el matrimonio; y es abordado según los principios establecidos en la sección anterior (1 Co. 6:12-20).

  • Lit., tener tiempo libre; por lo tanto, entregaros. Para orar es necesario estar libres con respecto a toda persona, asunto o cosa. La oración que requiere que nos apartemos de nuestro cónyuge por un tiempo tiene que ser especial y de gran importancia.

  • El tentador, Satanás, está al acecho para capturar a los creyentes.

  • La misma palabra griega se traduce desenfreno en Mt. 23:25.

  • Esto implica que el apóstol en su enseñanza tenía autoridad para dar mandamientos a los creyentes.

  • Puesto que el apóstol Pablo estaba absolutamente entregado al Señor y Su economía, quería que todos los hombres fueran como él. Él deseaba que no se casaran, sino que permanecieran como él (v. 8), para que ellos también estuvieran absolutamente dedicados a los intereses del Señor, sin distracción alguna (vs. 33-34a). En este deseo expresó la aspiración del Señor con respecto a Sus llamados.

  • La capacidad que un creyente tiene de quedarse sin casar es un don de Dios (Mt. 19:10-12). A aquellos que no han recibido tal don, les es mejor casarse (v. 9).

  • Éste era el deseo del apóstol y su opinión a principios de su ministerio (vs. 7, 25, 40). Más adelante, después de ser testigo del verdadero resultado de esta recomendación, Pablo exhortó a las viudas jóvenes a casarse (1 Ti. 5:11-15 y la nota 1 Ti. 5:141).

  • O, dominio propio. La misma palabra griega es usada en 1 Co. 9:25 con relación a los atletas que se abstienen de placeres sensuales durante la preparación para los juegos.

  • El principio antiguotestamentario con respecto a hablar por Dios (profetizar) es: “Así dice Jehová” (Is. 10:24; 50:1; Jer. 2:2; Ez. 2:4). Pero el principio neotestamentario de encarnación es: “Yo [el que habla] mando”. El que habla y el Señor son uno. Así que, Pablo dijo: “No yo, sino el Señor”. La palabra griega que se traduce mando puede traducirse doy un mandato u ordeno.

  • Esto indica dos cosas:
    1) que el apóstol era uno con el Señor; por consiguiente, lo que él mandó, lo mandó el Señor
    2) que sus mandamientos eran los del Señor. Lo que el apóstol mandó aquí, el Señor ya lo había mandado en Mt. 5:31-32 y 1 Co. 19:3-9. El divorcio no es permitido en absoluto por el Señor.

  • Si una persona está separada o divorciada, no debe casarse de nuevo, sino esperar la reconciliación.

  • Una vez más, esto se basa en el principio neotestamentario de encarnación. Aunque él añadió: “Yo digo, no el Señor”, todo lo que dijo el apóstol en los versículos siguientes es parte de la revelación divina del Nuevo Testamento. Fue su opinión en el Señor, y no el mandamiento del Señor; aun así, expresó el pensamiento del Señor.

  • Ser santificado significa ser hecho santo, apartado para Dios y para Su propósito. Debido a que la esposa creyente pertenece al Señor y es para el Señor, su marido incrédulo es hecho santo, es santificado, apartado para Dios, porque él es para su esposa, la cual pertenece a Dios y es para Dios. Esto es semejante a la situación en la cual el templo y el altar santifican las cosas profanas cuando éstas están relacionadas con ellos (Mt. 23:17, 19). El mismo principio se aplica a la esposa incrédula y a los hijos incrédulos. El hecho de que un incrédulo sea santificado no quiere decir que sea salvo, de la misma manera que la santificación del alimento por medio de la oración de los santos tampoco tiene que ver con la salvación (1 Ti. 4:5). Una persona salva es una persona santificada, un santo. Cualquiera que esté ligado a tal santo y sea para él, es hecho santo debido a él.

  • No sujeto a servidumbre, sino libre de su matrimonio con la persona incrédula, cuando ésta se separe del creyente.

  • Dios nos ha llamado a Sí en la esfera y el elemento de la paz como parte de Su salvación. Por lo tanto, debemos vivir en esta paz. Si el cónyuge incrédulo con el cual nos hemos casado desea separarse, lo debemos permitir. Sin embargo, a fin de vivir nosotros en la paz en la cual Dios nos ha llamado, Dios no quiere que iniciemos ninguna separación mientras el otro cónyuge consienta en quedarse (v. 13). Los versículos siguientes (hasta el v. 24) se basan en esto: que Dios nos ha llamado en paz.

  • La palabra porque indica que los vs. 16-24 son una explicación de lo anterior, es decir, que Dios nos ha llamado en paz. Para permanecer en esta paz, debemos guardar lo que se dice en los vs. 16-24.

  • Puesto que no sabemos si salvaremos a nuestro cónyuge incrédulo, no debemos insistir en que él o ella permanezca con nosotros o que él o ella se separe. Dios quiere que permanezcamos en el estado en el cual nos llamó (vs. 20, 24), sin iniciar ningún cambio. Por lo tanto, debemos dejar este asunto en manos del cónyuge incrédulo.

  • Esta palabra nos manda enfáticamente permanecer en el estado civil en el cual Dios nos llamó (vs. 20, 24).

  • Esto es, borrar la marca de la circuncisión, de manera que el cuerpo sea restaurado a su condición original.

  • Tanto la circuncisión como la incircuncisión son asuntos externos y no valen nada en realidad; lo único que importa es guardar los mandamientos de Dios (Gá. 5:6; 6:15; Ro. 2:25-29).

  • O, no te importe, no te cause preocupación. Ya que los creyentes tienen al Señor como la gracia suficiente (2 Co. 12:9), no deben preocuparse por nada.

  • Aquí la palabra pero une las frases No te dé cuidado y aprovecha más bien tu condición de esclavo. Significa que al esclavo que ha sido llamado por el Señor no le debe importar ni preocupar su esclavitud; más bien, debe aprovechar ese estado, es decir, debe permanecer con Dios en ese estado (v. 24) para la gloria de Dios. Aun si puede hacerse libre, debe permanecer en su estado de esclavo. Esto corresponde al concepto básico de la instrucción del apóstol, como se expresa claramente en los vs. 20 y 24. Sin embargo, esta parte del versículo también puede traducirse “pero aunque puedas hacerte libre, más bien obtén provecho de ello”. Lo que el apóstol dice en este pasaje es que los creyentes no deben dejarse influir por su estado externo. Tanto permanecer en esclavitud como tener libertad es correcto, con tal que sea con Dios.

  • El llamamiento del Señor no cambia el estado externo de los creyentes, pero sí cambia su realidad interna: uno que es esclavo externamente es libertado internamente, y el que es libre externamente es hecho esclavo internamente.

  • Internamente, los creyentes deben ser esclavos de Cristo únicamente; no deben hacerse esclavos de los hombres.

  • Los creyentes, después de ser llamados, no necesitan cambiar su estado externo, pero sí necesitan un cambio en su condición interna, es decir, necesitan cambiar su condición de no tener a Dios a tener a Dios, a fin de ser uno con Dios y tenerle con ellos en el estado en que estén.

  • La mujer no debe separarse de su marido. Esto, dijo el apóstol, es mandamiento del Señor (v. 10). En cuanto a que no se casen las vírgenes, él dijo que no tenía mandamiento del Señor, pero dio su opinión en los versículos subsecuentes. Se atrevió a hacer esto porque el Señor le había concedido misericordia para ser fiel a los intereses del Señor, y él era verdaderamente uno con el Señor. Su opinión expresó el deseo del Señor. Otra vez, esto se basa en el principio neotestamentario de encarnación.

  • O, presión, estrechez; por lo tanto, aflicción, angustia. La palabra se refiere a las necesidades vitales de la era actual, la exigencia de las cuales limita y oprime a la gente, y llega a ser una aflicción y una angustia para ellos. Véase la nota 2 Co. 12:103b.

  • La palabra griega traducida presente puede también significar que la presencia de algo prefigura y da comienzo a otra cosa que está por venir. La necesidad presente, o la aflicción, indica que hay más angustia por venir, según profetizó el Señor en Mt. 24:8, 19, 21.

  • El concepto que se tenía en los tiempos de Pablo de que el tiempo se había acortado, se debía a que el largo período que debía transcurrir entre la última parte del primer siglo y la segunda venida de Cristo no había sido revelado a los primeros apóstoles (Mt. 24:36). Ellos esperaban que el Señor regresara en esa misma generación.

  • O, distraído. Un hombre que desea agradar a su esposa está dividido, distraído de las cosas del Señor (v. 35).

  • Es decir, enredaros con una trampa, obligaros a obedecer mi palabra.

  • Lit., sin tener necesidad.

  • O, juzgado.

  • Véase la nota 1 Co. 7:81a.

  • En el v. 10 el apóstol dijo: “Mando, no yo, sino el Señor”. En el v. 12 dijo: “Yo digo, no el Señor”. En el v. 25 dijo: “No tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer”. Aquí él dice: “A mi juicio…y pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios”. Todas estas palabras manifiestan el principio neotestamentario de encarnación (esto es, que Dios y el hombre, el hombre y Dios, llegan a ser uno). Esto difiere radicalmente del principio que rige la profecía del Antiguo Testamento (esto es, que el hombre habla por Dios). En el Antiguo Testamento la palabra de Jehová venía sobre un profeta (Jer. 1:2; Ez. 1:3), siendo éste sencillamente el portavoz de Dios. Pero en el Nuevo Testamento el Señor llega a ser uno con Sus apóstoles, y ellos llegan a ser uno con Él; de esta manera, los dos hablan juntamente. La palabra del Señor viene a ser la palabra de ellos, y lo que ellos dicen es la palabra de Él. Por eso, el mandato del apóstol era el mandato del Señor (v. 10). Lo que él dijo, aunque no fue hablado por el Señor, aun así llegó a formar parte de la revelación divina del Nuevo Testamento (v. 12). Él era uno con el Señor al grado que incluso cuando dio su opinión, y no el mandamiento del Señor (v. 25), pensó que él también tenía el Espíritu de Dios. No afirmó categóricamente que tenía el Espíritu de Dios, sino que pensó que también tenía el Espíritu de Dios. Ésta es la espiritualidad más elevada, la espiritualidad basada en el principio de encarnación.

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