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Capítulos de libros «La Primera Epístola de Pablo a Los Corintios»
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  • Lit., apóstol llamado, como en Ro. 1:1. Un apóstol es una persona enviada. Eso era Pablo, alguien no designado por sí mismo como apóstol, sino llamado por el Señor. Su apostolado era auténtico (1 Co. 9:1-5; 2 Co. 12:11-12; cfr. 2 Co. 11:13; Ap. 2:2) y tenía la autoridad de la administración neotestamentaria de Dios (2 Co. 10:8; 13:10). Con base en esta posición y con dicha autoridad, el apóstol escribió esta epístola, no sólo para nutrir y edificar a los santos en Corinto, sino también para regular la iglesia allí y corregir sus anomalías.

  • La voluntad de Dios es la firme decisión que Él tomó para cumplir Su propósito. Mediante tal voluntad Pablo fue llamado a ser un apóstol de Cristo. Aquí la aseveración de Pablo reforzó su posición y autoridad apostólicas.

  • Éste probablemente no es el mismo Sóstenes mencionado en Hch. 18:17, porque la Epístola a los Corintios fue escrita en Éfeso (1 Co. 16:8) poco después que el apóstol salió de Corinto, donde el Sóstenes mencionado en Hechos era dirigente de la sinagoga cuando Pablo fue perseguido allí. El Sóstenes de 1 Corintios, siendo hermano en el Señor, debe de haberse unido al apóstol mientras éste viajaba llevando a cabo su ministerio. La mención de Sóstenes aquí reforzó el apostolado de Pablo, y muestra el principio rector del Cuerpo.

  • ¡La iglesia de Dios! No la iglesia de Cefas, de Apolos, de Pablo ni de ninguna práctica ni doctrina, sino de Dios. A pesar de toda la división, el pecado, la confusión, el abuso de los dones y la enseñanza herética que había en la iglesia en Corinto, el apóstol todavía la llamaba “la iglesia de Dios”, porque allí estaba en realidad la esencia divina y espiritual que hace de los creyentes reunidos la iglesia de Dios. El apóstol se dirigió a la iglesia de esta manera basándose en su perspectiva espiritual al considerar a la iglesia en Cristo. Esta sencilla expresión debería haber eliminado toda la división y confusión, tanto en práctica como en doctrina.

  • La iglesia está constituida del Dios universal, pero existe en la tierra en muchas localidades. Corinto era una de estas localidades. En cuanto a su naturaleza, la iglesia es universal porque está en Dios, pero en cuanto a su práctica, la iglesia es local porque está en un lugar definido. Por consiguiente, la iglesia tiene dos aspectos: el universal y el local. Sin el aspecto universal, la iglesia carece de contenido; sin el aspecto local, es imposible que la iglesia tenga expresión y práctica. Por eso, el Nuevo Testamento también da énfasis al aspecto local de la iglesia (Hch. 8:1; 13:1; Ap. 1:11 etc.).

  • La frase a la iglesia de Dios equivale a la frase a los santificados en Cristo Jesús. Esto indica enfáticamente que la iglesia está compuesta de los santos y que los santos son los constituyentes de la iglesia. No debemos considerar a la iglesia y a los santos como entidades separadas. Individualmente, somos los santos; corporativamente, somos la iglesia.

  • Es decir, hechos santos, apartados para Dios con miras al cumplimiento de Su propósito. Véase la nota Ro. 1:23.

  • En Cristo significa en el elemento y esfera de Cristo. Cristo es el elemento y la esfera que nos apartó, nos hizo santos, para Dios cuando creímos en Él, es decir, cuando fuimos unidos orgánicamente con Cristo por medio de nuestra fe en Él.

  • Los creyentes en Cristo son santos que han sido llamados, no personas que han sido llamadas para que sean santas. Esto es un asunto de posición, se trata de una santificación en nuestra posición con miras a la santificación en nuestro modo de ser. Véase la nota Ro. 6:193b.

  • No dice y sino con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Esto indica:
    1) que una iglesia local, tal como la iglesia en Corinto, se compone sólo de los creyentes que están en aquella localidad, y no de todos los creyentes que están en todo lugar
    2) que esta epístola está dirigida no sólo a los creyentes en aquella iglesia en Corinto, sino a todos los creyentes que están en todo lugar.
    Esta epístola es para todos los creyentes de cualquier lugar y tiempo.

  • Invocar el nombre del Señor implica creer en Él (Ro. 10:14). Todos los creyentes en el Señor deben ser personas que lo invocan (Hch. 9:14, 21; 22:16). Nosotros hemos sido llamados a invocarle, hemos sido llamados por Dios para invocar el nombre del Señor Jesús.

  • O, juicio.

  • Un nombre femenino; se refiere a una hermana en el Señor.

  • Esto es exactamente lo mismo que decir: “soy luterano”, “soy wesleyano”, “soy presbiteriano”, “soy episcopal”, “soy bautista”, etc. Todas las designaciones de esta clase deben ser condenadas y rechazadas. Sólo pueden ser eliminadas y anuladas al tomar a Cristo como el único centro entre los creyentes.

  • Si al decir “yo soy de Cristo” lo hacemos de manera que excluimos a los apóstoles y sus enseñanzas o a otros creyentes, esto causa tanta división como decir “yo soy de” esto o de aquello.

  • Cristo es único y no está dividido. Tomar a este Cristo como el centro único de todos los creyentes debe poner fin a todas las divisiones.

  • Aquel que fue crucificado por nosotros debe ser Aquel a quien pertenecen todos los creyentes. Sin duda tal persona es Cristo, y nadie más. Todos los creyentes fueron bautizados en el nombre, es decir, en la persona, del Cristo crucificado y resucitado, lo que dio por resultado una unión orgánica con Él. Su nombre único y Su persona única no pueden ser reemplazados por el nombre ni la persona de ninguno de Sus siervos.

  • La misma palabra griega que se traduce remendar en Mt. 4:21. Significa reparar, restaurar, ajustar, remendar; En su conjunto, los creyentes corintios estaban divididos, todos rotos. Necesitaban ser restaurados para estar perfectamente unidos a fin de que estuvieran en armonía, teniendo un mismo sentir y un mismo parecer, para hablar lo mismo: Cristo y Su cruz (vs. 17-18, 22-24; 2:2).

  • En esta epístola, el apóstol confrontó once problemas que había entre los creyentes en Corinto. El primero fue la división. La división casi siempre es el problema principal, y trae consigo todos los demás problemas entre los creyentes, y puede ser considerado como la raíz de todos los problemas que tienen los creyentes. Por lo tanto, al hacer frente a todos los problemas de la iglesia en Corinto, el apóstol primero puso el hacha a la raíz, es decir, a las divisiones que existían entre los creyentes. La primera virtud de un andar digno del llamamiento de Dios es guardar la unidad del Espíritu en el Cuerpo de Cristo (Ef. 4:1-6).

  • Debido a que ellos hablaban cosas diferentes cuando contendían, las cuales el apóstol condena en los vs. 11-12.

  • Con este versículo el apóstol comenzó a enfrentar las divisiones que existían entre los corintios. Primero, él les rogó por medio del nombre de nuestro Señor, el nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9) y que debe ser el único nombre entre todos Sus creyentes. Sin embargo, los corintios divisivos —al igual que Pedro, en el monte de la Transfiguración, que puso a Moisés y Elías en el mismo nivel que Cristo (Mt. 17:1-8)— habían puesto los nombres de Pablo, Apolos y Cefas en el mismo nivel que el de Cristo. Para guardar la unidad en el Señor y evitar divisiones, tenemos que elevar y exaltar el nombre único de nuestro Señor renunciando a todos los nombres excepto a este nombre supremo.

  • Es decir, a participar de la comunión que proviene de la unión que tenemos con el Hijo de Dios, Jesucristo, y a tener parte en Él. Dios nos ha llamado a tal comunión para que disfrutemos a Cristo como la porción que Dios nos ha dado. Lo dicho aquí y en el v. 2 con respecto a que Cristo es de ellos y también nuestro, vuelve a recalcar el hecho crucial de que Cristo es el único centro de los creyentes para la solución de los problemas que existan entre ellos, especialmente para el problema de la división.

    Este libro nos revela que el mismo Cristo, en quien todos hemos sido llamados, es todo-inclusivo. Él es la porción que Dios nos ha asignado (v. 2). Él es el poder de Dios y la sabiduría de Dios como justicia, santificación y redención para nosotros (vs. 24, 30). Él es el Señor de gloria (1 Co. 2:8) para nuestra glorificación (1 Co. 2:7; Ro. 8:30). Él es las profundidades de Dios (las cosas profundas de Dios) (1 Co. 2:10). Él es el fundamento único del edificio de Dios (1 Co. 3:11). Él es nuestra Pascua (1 Co. 5:7), el pan sin levadura (1 Co. 5:8), el alimento espiritual, la bebida espiritual y la roca espiritual (1 Co. 10:3-4). Él es la Cabeza (1 Co. 11:3) y el Cuerpo (1 Co. 12:12). Él es las primicias (1 Co. 15:20, 23), el segundo hombre (1 Co. 15:47) y el postrer Adán (1 Co. 15:45); y como tal, Él llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para que le recibamos como nuestro todo. Este Cristo todo-inclusivo, cuyas riquezas pueden ser apreciadas en por lo menos veinte aspectos, es Aquel que Dios nos ha dado como nuestra porción para nuestro disfrute. Debemos concentrarnos en Él, y no en alguna otra persona, cosa o asunto. Debemos fijar nuestra atención en Él como el único centro designado por Dios, para que todos los problemas que existen entre los creyentes sean resueltos. Fuimos llamados por Dios a la comunión de tal Cristo. Esta comunión del Hijo de Dios llegó a ser la comunión que los apóstoles compartían con los creyentes (Hch. 2:42; 1 Jn. 1:3) en Su Cuerpo, la iglesia, y debe ser la comunión que nosotros disfrutemos al participar de Su cuerpo y de Su sangre en la mesa del Señor (1 Co. 10:16, 21). Tal comunión, la cual es llevada a cabo por el Espíritu (2 Co. 13:14), debe ser única, porque Él es único; ella prohíbe toda división entre los miembros de Su Cuerpo único.

  • Esta palabra es una continuación del v. 8 y refuerza aquel pensamiento con la certeza de la fidelidad de Dios. Dios en Su fidelidad confirmará a los creyentes hasta el fin, haciendo que sean irreprensibles en el día del regreso del Señor.

  • Véase la nota Fil. 2:163b.

  • Esto indica que después de recibir por primera vez la gracia, nosotros los creyentes necesitamos crecer en vida.

  • Se refiere a Dios en el v. 4. El Dios que inicialmente nos dio la gracia, también nos confirmará hasta el fin.

  • Se refiere a la segunda venida del Señor. Esperar la aparición del Señor es una característica normal de los verdaderos creyentes.

  • Aquí la palabra don se refiere a los dones internos producidos por la gracia, tales como el don gratuito de la vida eterna (Ro. 6:23) y el don del Espíritu Santo (Hch. 2:38), el don celestial (He. 6:4). No se refiere a los dones externos, tales como la sanidad, el hablar en lenguas, etc. mencionados en los caps. 12 y 14. Todos los dones internos son los constituyentes de la gracia; son las cosas iniciales producidas por la vida divina y que recibimos de la gracia. Todas éstas necesitan crecer (1 Co. 3:6-7) para llegar a su pleno desarrollo y madurez. Los creyentes corintios no carecían de los dones iniciales en vida, pero estaban extremadamente escasos del crecimiento en vida. Por lo tanto, por mucho que inicialmente hubieran sido enriquecidos en la gracia, todavía eran niños en Cristo, hombres anímicos, carnales, y no eran sino carne (1 Co. 2:14; 3:1, 3).

  • O, entre.

  • Ésta fue la predicación de Cristo por parte del apóstol, no meramente con doctrinas objetivas, sino con experiencias subjetivas, como un testigo que da un testimonio vivo de Cristo. Este testimonio fue confirmado en los creyentes corintios y también entre ellos al ser enriquecidos en Cristo, según lo expresado en los vs. 4-5.

  • Lit., le pareció bien.

  • Es decir, lo que se predica.

  • Una señal es una manifestación milagrosa (Mt. 12:38-39) dada para dar sustantividad a lo que se predica. La religión necesita señales, y los judíos las requerían continuamente. La sabiduría pertenece a la filosofía y los griegos la buscaban constantemente.

  • Gr. lógos, es decir, palabra; la palabra que da expresión al pensamiento formado en la mente. La palabra del evangelio predicada por el apóstol transmite a nuestro entendimiento el pensamiento de Dios. Así que, la palabra es la expresión, la enunciación, del pensamiento divino. El conocimiento es la asimilación y comprensión de lo que ha sido transmitido y expresado en la palabra. Los creyentes corintios fueron enriquecidos por la gracia de Dios con toda palabra y expresión del pensamiento divino acerca de Cristo y con toda asimilación y comprensión en el conocimiento de Cristo.

  • El apóstol Pablo dio gracias a Dios por los creyentes basado en la gracia que Dios les había dado en Cristo, y no en la condición de ellos.

  • Cristo, Aquel que es todo-inclusivo, pertenece a todos los creyentes. Él es la porción que Dios nos ha asignado (Col. 1:12). El apóstol agregó esta frase especial al final de este versículo para recalcar el hecho crucial de que Cristo es el único centro de todos los creyentes en cualquier lugar o situación. En esta epístola la intención del apóstol era resolver los problemas entre los santos de Corinto. Para todos los problemas, especialmente para el problema de la división, la única solución es el Cristo todo-inclusivo. Todos hemos sido llamados a la comunión de Cristo, o sea, a la participación en Él (v. 9). Todos los creyentes deben centrar su atención en Él, sin dejarse distraer por ninguna persona dotada, por ninguna doctrina que se recalca demasiado, ni por ninguna práctica en particular.

  • El apóstol Pablo no fue enviado a bautizar de modo formal a las personas, sino a predicar el evangelio, ministrando a Cristo a otros para producir la iglesia como una expresión de Cristo, a fin de que ésta sea la plenitud de Dios (Ef. 1:23; 3:19).

  • Se refiere a las teorías filosóficas.

  • La cruz de Cristo es el centro en el cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios, la cual consiste en producir una iglesia por medio de la redención de Cristo. Pablo predicaba a Cristo crucificado (v. 23; 2:2; Gá. 3:1) y se gloriaba en la cruz de Cristo (Gá. 6:14). No predicaba la ley ni la circuncisión, por las cuales luchaban los judíos y algunos de los creyentes judíos (Gá. 3:11; 5:11; 6:12-13), ni predicaba la filosofía que promovían los griegos y algunos de los creyentes gentiles (Col. 2:8, 20). La cruz de Cristo abolió las ordenanzas de la ley (Ef. 2:15; Col. 2:14), y nosotros los creyentes hemos muerto a la filosofía, un elemento del mundo (Col. 2:20). Sin embargo, Satanás incitó a los judaizantes y a los filósofos griegos a que predicaran sus “ismos” de la sabiduría mundana con el fin de hacer vana la cruz de Cristo. El apóstol Pablo se mantuvo alerta en este asunto. Al confrontar las divisiones que existían entre los creyentes corintios, las cuales surgían principalmente de la religión judía y de la filosofía griega, el apóstol hizo énfasis en Cristo y Su cruz. Cuando tomamos a Cristo en lugar de las opiniones religiosas y de la sabiduría filosófica, y cuando Su cruz opera en nuestro ser para eliminar la carne ligada a cualquier antecedente, las divisiones serán eliminadas. La exaltación de la preferencia natural y de la sabiduría humana no puede permanecer ante Cristo y Su cruz.

  • La misma voz griega que se traduce palabra en el v. 5 (véase la nota). La palabra de la cruz es la expresión, el hablar, la predicación, de la cruz. Los que perecen menosprecian tal predicación y la consideran necedad; pero nosotros, los que estamos siendo salvos, la honramos y la recibimos como el poder de Dios. Pablo en su ministerio recalcó que la cruz es el centro de la salvación que Dios efectúa (Gá. 2:20; 3:1; 5:11, 24; 6:14; Ef. 2:16; Fil. 2:8; 3:18; Col. 2:14).

  • Se refiere en particular a los griegos filosóficos de Corinto, los cuales se consideraban sabios y prudentes al aferrarse a su sabiduría filosófica. El apóstol deseaba que dejaran su filosofía y que en lugar de ello tomaran al Cristo crucificado.

  • Tal como la sabiduría de los escribas en Is. 33:18 era considerada inútil, Pablo también consideró como inútil la sabiduría de los escribas judíos, los cuales rechazaban la palabra de la cruz.

  • El Cristo crucificado predicado por los apóstoles es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. La sabiduría se usa para hacer planes y concebir un determinado propósito; el poder es para llevar a cabo, efectuar, lo que uno planeó y se propuso. En la economía de Dios, Cristo es esa sabiduría y ese poder.

  • O, de buen linaje, es decir, nacido de una familia noble o real. La iglesia de Dios no se compone principalmente de la clase alta, sino de personas de origen humilde y de los menospreciados. Tener aprecio por la clase alta va en contra del pensamiento de Dios y es una vergüenza para la iglesia.

  • El llamamiento de Dios (vs. 24-26) se basa en Su elección y ambos concuerdan con Su propósito (Ro. 9:11; 2 Ti. 1:9). Dios dispuso esta elección antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4) y Su llamamiento se realiza en el transcurso del tiempo, para llevar a cabo Su elección. El llamamiento de Dios y Su elección son la iniciación de la salvación de Su pueblo predestinado. Nosotros no lo escogimos a Él; Él nos escogió a nosotros. No lo invocamos sino hasta que Él nos llamó. Él es el Iniciador. ¡Toda la gloria debe ser para Él!

  • Es decir, nacido de gente común; en contraste con los nobles del v. 26.

  • O, despreciable. La palabra griega proviene de la misma raíz que la palabra que se traduce tenido en nada en Mr. 9:12.

  • Es decir, como si no existieran. Los que son de origen humilde y los menospreciados son de poca importancia para este mundo.

  • La repetición triple de la frase escogió Dios en los vs. 27-28 nos revela la manera soberana en que Dios se relaciona con las tres clases de personas del mundo mencionadas en el v. 26: los sabios, los fuertes (los poderosos) y los nobles. Los nobles, “lo que es”, tienen mucha importancia para el mundo, pero Dios los deshace en Su economía.

  • Lit., ninguna carne. La razón por la cual Dios se agradó en elegirnos, fue que ninguna carne, ningún ser humano, se jactara, se gloriara, delante de Él.

  • Lo que nosotros los creyentes, como nueva creación, somos y tenemos en Cristo proviene de Dios, y no de nosotros mismos. Fue Dios quien nos puso en Cristo, trasladándonos de Adán a Cristo. Fue Dios quien hizo que Cristo nos sea sabiduría.

  • El Cristo crucificado —débil, despreciado y rechazado— era un tropezadero para los judíos religiosos que buscaban milagros y era necedad para los griegos filosóficos que buscaban sabiduría; sin embargo, este Cristo era precisamente el que ambos necesitaban para resolver todos los problemas mencionados en este libro.

  • Se refiere a los que fueron escogidos por Dios en la eternidad (Ef. 1:4) y que creyeron en Cristo en el transcurso del tiempo (Hch. 13:48).

  • Cristo nos fue hecho de parte de Dios sabiduría en tres aspectos vitales de la salvación de Dios:
    1) justicia (en cuanto a nuestro pasado), por la cual fuimos justificados por Dios a fin de que renaciéramos en nuestro espíritu para recibir la vida divina (Ro. 5:18);
    2) santificación (en cuanto a nuestro presente), por la cual somos santificados en nuestra alma, es decir, transformados en nuestra mente, parte emotiva y voluntad, con Su vida divina (Ro. 6:19, 22)
    3) redención (en cuanto a nuestro futuro), es decir, la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23), por la cual nuestro cuerpo será transfigurado con Su vida divina para tener Su semejanza gloriosa (Fil. 3:21).
    Es de Dios que participemos de una salvación tan completa y perfecta, la cual hace que todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— sea orgánicamente uno con Cristo y que Cristo sea todo para nosotros. Esto proviene totalmente de Dios, no de nosotros mismos, para que nos jactemos y nos gloriemos en Él, y no en nosotros mismos.

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