Como figura, la mujer representa a la humanidad entera (véase la nota Gn. 3:21). Por tanto, la inmundicia en la mujer representa la inmundicia presente en la humanidad entera. Puesto que la fuente es inmunda, todo lo nacido de ella será, necesariamente, inmundo. Toda la humanidad nació en inmundicia (Sal. 51:5) y, por ello, vive en inmundicia (Ef. 2:1-3; 4:17-19). En el cap. 11 la inmundicia está fuera del hombre, pero en este capítulo, la inmundicia está dentro de él (cfr. Mt. 15:17-20; Ro. 5:19a).