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  • O, se equivoca, comete un error. Aquí, pecar involuntariamente representa el pecado en nuestra naturaleza caída, el pecado que mora en nosotros y vino mediante Adán procedente de Satanás (Ro. 5:12), el cual hace que pequemos sin proponérnoslo (Ro. 7:19-20). Este pecado, personificado en Ro. 7 (véase la nota Ro. 7:81), es la naturaleza maligna de Satanás, incluso Satanás mismo, quien mora en nuestra carne caída (Ro. 7:17-18, 20, 23 y la nota Ro. 7:182). Puesto que nuestra carne es una con el pecado (Ro. 8:3), todo lo que hacemos impulsado por la carne, sea bueno o malo, es pecado; más aún, puesto que la carne denota a una persona caída (Gn. 6:3; Ro. 3:20), toda persona caída es pecado (2 Co. 5:21 y la nota 2).

  • La ofrenda por el pecado podía consistir de un novillo, un macho cabrío, una cabra o una cordera (vs. 3, 14, 23, 28, 32). Esto significa que pueden haber diferencias de grado en nuestra comprensión, presentación y aplicación de Cristo como ofrenda por el pecado. Cfr. la nota Lv. 1:141.

  • Véase la nota Lv. 3:13b. Así también para los vs. 23, 28, 32.

  • O, con respecto al pecado. Así también en el resto del libro (cfr. Ro. 8:3; 2 Co. 5:21).

  • La ofrenda por el pecado representa a Cristo como ofrenda por el pecado del pueblo de Dios. En la Biblia, pecado se refiere al pecado que mora en nuestra naturaleza, mientras que pecados se refiere a las obras pecaminosas, fruto del pecado que mora en nosotros. Cristo, como ofrenda por el pecado, puso fin a nuestro pecado (cap. 4; Ro. 8:3; 2 Co. 5:21; He. 9:26), y Cristo, como ofrenda por las transgresiones, llevó sobre Sí nuestros pecados, nuestras transgresiones (cap. 5; Is. 53:5-6, 11; 1 Co. 15:3; 1 P. 2:24; He. 9:28). Cristo, el Cordero de Dios, quitó el pecado en su totalidad: el pecado en nuestro interior y los pecados manifestados externamente (Is. 53:10; Jn. 1:29). Véase la nota 1 P. 3:181 y la nota 1 Jn. 1:76.

    Mediante la encarnación la Palabra, quien es Dios, se hizo carne, en la semejanza de carne de pecado, esto es, la semejanza del hombre caído (Jn. 1:1, 14 y la nota Jn. 1:142a, párr. 1; Ro. 8:3 y la nota 3). Cristo fue crucificado en la carne y murió en la carne (1 P. 3:18b). Aunque Cristo era un hombre caído únicamente en semejanza, cuando Él estuvo en la cruz, Dios consideró tal semejanza como real. Puesto que el pecado, el viejo hombre, Satanás, el mundo y el príncipe de este mundo eran todos uno con la carne, cuando Cristo murió en la carne, el pecado fue condenado (Ro. 8:3), el viejo hombre fue crucificado (Ro. 6:6), Satanás fue destruido (He. 2:14), el mundo fue juzgado y el príncipe de este mundo fue echado fuera (Jn. 12:31). Por tanto, mediante la muerte de Cristo en la carne todo lo negativo fue eliminado. En esto radica la eficacia de la ofrenda por el pecado.

    La secuencia de las cinco ofrendas en 1:1—6:7 es un cuadro de la secuencia en 1 Jn. 1. El holocausto, la ofrenda de harina y la ofrenda de paz nos conducen a la comunión con Dios (1 Jn. 1:3). Mediante nuestra comunión con Dios, quien es luz (1 Jn. 1:5), descubrimos que somos pecaminosos, o sea, que el pecado mora en nuestro interior y que externamente cometemos pecados. Por tanto, después de ser regenerados, todavía necesitamos tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, como se indica en 1 Jn. 1:8, y también como nuestra ofrenda por las transgresiones, como se indica en 1 Jn. 1:9. Véase la nota 1 Jn. 1:73b.

  • La imposición de manos sobre la ofrenda por el pecado (vs. 4, 15, 24, 29, 33) representa la unión del oferente con la ofrenda (2 Co. 5:14). Véase la nota Lv. 1:41.

  • Que la ofrenda por el pecado fuese degollada delante de Jehová significa que Cristo, como ofrenda por el pecado, fue degollado delante de Dios, o sea, que Cristo —la ofrenda por el pecado— fue reconocido como tal por Dios.

  • La sangre de la ofrenda por el pecado tuvo cuatro clases de efectos:
    1) Parte de la sangre era traída a la Tienda de Reunión y rociada siete veces delante de Jehová frente al velo del Lugar Santísimo (vs. 5-6, 16-17), lo cual significa que la sangre de Cristo fue traída al Lugar Santísimo en los cielos para nuestra redención (He. 9:12).
    2) Parte de la sangre era puesta sobre los cuernos del altar del incienso (vs. 7a, 18a), lo cual significa que la redención efectuada por la sangre de Cristo es eficaz para que tengamos contacto con Dios en oración (He. 10:19).
    3) Parte de la sangre era puesta sobre los cuernos del altar del holocausto (vs. 25, 30, 34a), lo cual representa la eficacia de la sangre de Cristo para efectuar nuestra redención (Ef. 1:7; 1 P. 1:18-19).
    4) El resto de la sangre se derramaba al pie del altar del holocausto (vs. 7, 18, 25, 30, 34), lo cual significa que la sangre de Cristo fue derramada en la cruz para que tengamos paz en nuestra conciencia, dándonos la certeza de haber sido redimidos y aceptados por Dios (He. 9:14).

  • Quemar la grosura y algo de las partes internas de la ofrenda por el pecado en el altar del holocausto (vs. 8-10, 19, 26, 31, 35) significa que las partes internas de Cristo, lo tierno y dulce, son ofrecidas a Dios para Su satisfacción a fin de que Él esté dispuesto a perdonarnos. Esto significa además que Dios acepta la ofrenda por el pecado sobre la base del holocausto. La entrega absoluta de Cristo a Dios, como holocausto, lo hace apto para ser la ofrenda por el pecado. Véase Lv. 6:25 y la nota 1.

  • Con respecto a las dos clases de incineraciones mencionadas en los vs. 10, 12, por favor véase la nota Éx. 29:132.

  • Quemar el resto de la ofrenda por el pecado fuera del campamento (vs. 11-12, 21) significa que Cristo, la ofrenda por el pecado, sufrió vituperio al mantenerse fuera de la religión judía como organización humana (He. 13:11-13). El lugar limpio donde la ofrenda por el pecado era quemada (v. 12) representa el lugar donde Cristo, como ofrenda por el pecado, fue rechazado por el hombre y donde el pecado del hombre fue quitado.

  • Es decir, las del holocausto (v. 10). Las cenizas del holocausto representan el reconocimiento y aceptación de las ofrendas por parte de Dios. Las cenizas también hacen que el oferente tenga certeza y paz en su corazón con respecto a la redención que Dios efectuó por su pecado.

  • Esto significa que los ancianos de la iglesia pueden representar a la iglesia al ofrecer a Cristo como su ofrenda por el pecado.

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