Véase la nota Hch. 2:431.
Véase la nota Hch. 2:431.
Se refiere a la superficie, la piel, del cuerpo. Un término médico usado en aquel entonces. Lucas, el autor, era médico.
Véase la nota Mr. 1:231.
Es posible que Tirano haya sido un maestro y que Pablo haya alquilado su escuela para usarla como salón de reunión, separado de la sinagoga de los opositores judíos, para predicar y enseñar la palabra del Señor tanto a los judíos como a los griegos por dos años (v. 10).
Véase la nota Hch. 9:21c.
Véase la nota Hch. 1:34.
Véase la nota Jac. 2:21.
Véase la nota Hch. 13:51.
Véase la nota Hch. 10:461a.
Véase la nota Hch. 2:174.
Véase la nota Hch. 8:171a y la nota Hch. 10:471b.
Véase la nota Hch. 2:383, punto 2, y la nota Hch. 8:162.
También véase la nota acerca de la preposición griega εις, que en este versículo se traduce “en”.
Ésta es la última vez que se menciona a Juan el Bautista en el Nuevo Testamento. “Al fin, le da lugar totalmente a Cristo” (Bengel). Entre los discípulos de Juan se creía que había rivalidad entre Juan y Cristo (Jn. 3:26). El ministerio de Juan consistió en presentar a Cristo (v. 4). Una vez que Cristo fue presentado, el ministerio de Juan debió cesar y ser reemplazado por Cristo. Era necesario que Juan menguara y que Cristo creciera (Jn. 3:30).
Ésta era la deficiencia en el resultado del ministerio de Apolos, un ministerio que carecía de una revelación completa de la economía neotestamentaria de Dios. Véase la nota Hch. 18:252.
Véase la nota Hch. 2:387, párr. 2.
Confesando y dando cuenta denota una confesión muy completa y franca.
Esta palabra también tiene el significado técnico de hechicerías, y tal vez ése sea su significado aquí.
Esto se hizo con el fin de poner fin a su pasado, el cual era pecaminoso y demoníaco.
Cada pieza equivalía aproximadamente al salario de un día.
Personas principales de la provincia de Asia.
Lit., entregase.
No lo hicieron porque Alejandro se hubiera convertido por la predicación de Pablo. (Este Alejandro no es el mencionado en 1 Ti. 1:20 y 2 Ti. 4:14).
O, Así la palabra crecía y se fortalecía por el poder del Señor.
El propósito de este viaje era dar alivio a la amorosa preocupación de Pablo por atender a las necesidades de los santos pobres en Jerusalén. En aquel entonces, él se encontraba en Éfeso cumpliendo su tercer viaje ministerial y estaba muy ocupado con la pesada carga de llevar a cabo su ministerio en Asia (1 Co. 16:8-9) así como en Macedonia y Acaya (1 Co. 16:5-7; Hch. 20:1-3). No obstante, todavía tenía la carga de dedicar una parte de su tiempo a los santos necesitados de Jerusalén. Cuando llegó a Corinto, escribió su epístola a los santos que estaban en Roma, expresando el propósito de su viaje y rogándoles que orasen por él al respecto (Ro. 15:25-31). Aunque Pablo era un apóstol apartado por Dios para los gentiles (Hch. 22:21; Gá. 2:8), se preocupaba por los intereses del Señor entre los judíos. Su mayor preocupación era por el Cuerpo universal de Cristo, y no sólo por su parte en el ministerio neotestamentario entre los gentiles.
Además, él quería ir a Jerusalén en ese momento, quizá también para tener comunión con Jacobo y los demás apóstoles y ancianos de Jerusalén con respecto a la influencia judía ejercida sobre la iglesia allí. Por lo que Pablo enseña en sus epístolas a los gálatas y a los romanos, la decisión tomada en la conferencia de los apóstoles y ancianos en el cap. 15 para resolver el problema relacionado con la circuncisión no debió satisfacerle por completo. Esto sin duda le perturbó debido a su interés por la economía neotestamentaria de Dios, la cual consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. Lo que Jacobo dijo en Hch. 21:20-22 después que Pablo llegó a Jerusalén (Hch. 21:17-18), y su propuesta de que éste participara en el voto nazareo de los cuatro creyentes judíos (Hch. 21:23-24), parece confirmar este punto de vista.
Véase la nota 3 Jn 1:12.
Puesto que el Señor Espíritu moraba en el espíritu de Pablo (2 Ti. 4:22; Ro. 8:10-11), éste debe de haber tomado tal decisión conforme a la dirección del Señor Espíritu. Véase la nota Hch. 17:161.
Pablo sí fue a Jerusalén (Hch. 21:17) y también visitó Roma (Hch. 28:14, 16).
El Señor cumplió el deseo de Pablo cuando lo llevó a Roma por haber apelado éste a César (Hch. 23:11; nota Hch. 25:112c).
Un tesorero de la ciudad de Corinto (Ro. 16:23; cfr. 2 Ti. 4:20), de alto rango, quien probablemente se había convertido mediante la predicación de Pablo en Corinto (cfr. Hch. 18:8) y llegó a ser asistente suyo.
Durante este tiempo en Éfeso el apóstol escribió su primera epístola a la iglesia que estaba en Corinto (1 Co. 16:3-10, 19 y la nota 1 Co. 16:81; 1 Co. 4:17; 8-10, 17, cfr. Hch. 19:20-23; 20:1).
Véase la nota Hch. 9:21c.
Éste no es el Demetrio del que se habla en 3 Jn. 1:12.
Un oficio inmundo y demoníaco. Los que practicaban ese oficio cooperaban con los demonios en la obra de poseer y usurpar a la gente para el reino maligno de Satanás (Mt. 12:26).
Artemisa era la diosa de los efesios. Para los romanos era la diosa Diana.
Detrás de la adoración a los ídolos estaban los demonios, quienes instigaron el tumulto contra el apóstol para perturbar e impedir la predicación del evangelio. Esto era la lucha de Satanás contra la propagación del reino de Dios en la tierra.
Véase la nota Hch. 7:261.
O, asamblea regular.
Esto ocurrió por la soberanía del Señor, y sirvió para resguardar a Su apóstol del tumulto demoníaco.
Denota mayor dignidad y solemnidad que simplemente “efesios”.
Lit., caída (del cielo).