Véase la nota Hch. 2:387, párr. 2.
Véase la nota Hch. 2:387, párr. 2.
Ésta era la deficiencia en el resultado del ministerio de Apolos, un ministerio que carecía de una revelación completa de la economía neotestamentaria de Dios. Véase la nota Hch. 18:252.
Ésta es la última vez que se menciona a Juan el Bautista en el Nuevo Testamento. “Al fin, le da lugar totalmente a Cristo” (Bengel). Entre los discípulos de Juan se creía que había rivalidad entre Juan y Cristo (Jn. 3:26). El ministerio de Juan consistió en presentar a Cristo (v. 4). Una vez que Cristo fue presentado, el ministerio de Juan debió cesar y ser reemplazado por Cristo. Era necesario que Juan menguara y que Cristo creciera (Jn. 3:30).
Véase la nota Hch. 2:383, punto 2, y la nota Hch. 8:162.
También véase la nota acerca de la preposición griega εις, que en este versículo se traduce “en”.
Véase la nota Hch. 8:171a y la nota Hch. 10:471b.
Véase la nota Hch. 2:174.
Véase la nota Hch. 10:461a.
Véase la nota Hch. 13:51.
Véase la nota Jac. 2:21.
Véase la nota Hch. 1:34.
Véase la nota Hch. 9:21c.
Es posible que Tirano haya sido un maestro y que Pablo haya alquilado su escuela para usarla como salón de reunión, separado de la sinagoga de los opositores judíos, para predicar y enseñar la palabra del Señor tanto a los judíos como a los griegos por dos años (v. 10).
Véase la nota Hch. 2:431.
Se refiere a la superficie, la piel, del cuerpo. Un término médico usado en aquel entonces. Lucas, el autor, era médico.
Véase la nota Mr. 1:231.
Confesando y dando cuenta denota una confesión muy completa y franca.
Esta palabra también tiene el significado técnico de hechicerías, y tal vez ése sea su significado aquí.
Esto se hizo con el fin de poner fin a su pasado, el cual era pecaminoso y demoníaco.
Cada pieza equivalía aproximadamente al salario de un día.
O, Así la palabra crecía y se fortalecía por el poder del Señor.
El propósito de este viaje era dar alivio a la amorosa preocupación de Pablo por atender a las necesidades de los santos pobres en Jerusalén. En aquel entonces, él se encontraba en Éfeso cumpliendo su tercer viaje ministerial y estaba muy ocupado con la pesada carga de llevar a cabo su ministerio en Asia (1 Co. 16:8-9) así como en Macedonia y Acaya (1 Co. 16:5-7; Hch. 20:1-3). No obstante, todavía tenía la carga de dedicar una parte de su tiempo a los santos necesitados de Jerusalén. Cuando llegó a Corinto, escribió su epístola a los santos que estaban en Roma, expresando el propósito de su viaje y rogándoles que orasen por él al respecto (Ro. 15:25-31). Aunque Pablo era un apóstol apartado por Dios para los gentiles (Hch. 22:21; Gá. 2:8), se preocupaba por los intereses del Señor entre los judíos. Su mayor preocupación era por el Cuerpo universal de Cristo, y no sólo por su parte en el ministerio neotestamentario entre los gentiles.
Además, él quería ir a Jerusalén en ese momento, quizá también para tener comunión con Jacobo y los demás apóstoles y ancianos de Jerusalén con respecto a la influencia judía ejercida sobre la iglesia allí. Por lo que Pablo enseña en sus epístolas a los gálatas y a los romanos, la decisión tomada en la conferencia de los apóstoles y ancianos en el cap. 15 para resolver el problema relacionado con la circuncisión no debió satisfacerle por completo. Esto sin duda le perturbó debido a su interés por la economía neotestamentaria de Dios, la cual consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. Lo que Jacobo dijo en Hch. 21:20-22 después que Pablo llegó a Jerusalén (Hch. 21:17-18), y su propuesta de que éste participara en el voto nazareo de los cuatro creyentes judíos (Hch. 21:23-24), parece confirmar este punto de vista.
Puesto que el Señor Espíritu moraba en el espíritu de Pablo (2 Ti. 4:22; Ro. 8:10-11), éste debe de haber tomado tal decisión conforme a la dirección del Señor Espíritu. Véase la nota Hch. 17:161.
Pablo sí fue a Jerusalén (Hch. 21:17) y también visitó Roma (Hch. 28:14, 16).
El Señor cumplió el deseo de Pablo cuando lo llevó a Roma por haber apelado éste a César (Hch. 23:11; nota Hch. 25:112c).
Un tesorero de la ciudad de Corinto (Ro. 16:23; cfr. 2 Ti. 4:20), de alto rango, quien probablemente se había convertido mediante la predicación de Pablo en Corinto (cfr. Hch. 18:8) y llegó a ser asistente suyo.
Durante este tiempo en Éfeso el apóstol escribió su primera epístola a la iglesia que estaba en Corinto (1 Co. 16:3-10, 19 y la nota 1 Co. 16:81; 1 Co. 4:17; 8-10, 17, cfr. Hch. 19:20-23; 20:1).
Véase la nota Hch. 9:21c.
Éste no es el Demetrio del que se habla en 3 Jn. 1:12.
Un oficio inmundo y demoníaco. Los que practicaban ese oficio cooperaban con los demonios en la obra de poseer y usurpar a la gente para el reino maligno de Satanás (Mt. 12:26).
Artemisa era la diosa de los efesios. Para los romanos era la diosa Diana.
Detrás de la adoración a los ídolos estaban los demonios, quienes instigaron el tumulto contra el apóstol para perturbar e impedir la predicación del evangelio. Esto era la lucha de Satanás contra la propagación del reino de Dios en la tierra.
Véase la nota Hch. 7:261.
Véase la nota 3 Jn 1:12.
Personas principales de la provincia de Asia.
Lit., entregase.
No lo hicieron porque Alejandro se hubiera convertido por la predicación de Pablo. (Este Alejandro no es el mencionado en 1 Ti. 1:20 y 2 Ti. 4:14).
Denota mayor dignidad y solemnidad que simplemente “efesios”.
Lit., caída (del cielo).
O, asamblea regular.
Esto ocurrió por la soberanía del Señor, y sirvió para resguardar a Su apóstol del tumulto demoníaco.