El propósito de este viaje era dar alivio a la amorosa preocupación de Pablo por atender a las necesidades de los santos pobres en Jerusalén. En aquel entonces, él se encontraba en Éfeso cumpliendo su tercer viaje ministerial y estaba muy ocupado con la pesada carga de llevar a cabo su ministerio en Asia (1 Co. 16:8-9) así como en Macedonia y Acaya (1 Co. 16:5-7; Hch. 20:1-3). No obstante, todavía tenía la carga de dedicar una parte de su tiempo a los santos necesitados de Jerusalén. Cuando llegó a Corinto, escribió su epístola a los santos que estaban en Roma, expresando el propósito de su viaje y rogándoles que orasen por él al respecto (Ro. 15:25-31). Aunque Pablo era un apóstol apartado por Dios para los gentiles (Hch. 22:21; Gá. 2:8), se preocupaba por los intereses del Señor entre los judíos. Su mayor preocupación era por el Cuerpo universal de Cristo, y no sólo por su parte en el ministerio neotestamentario entre los gentiles.
Además, él quería ir a Jerusalén en ese momento, quizá también para tener comunión con Jacobo y los demás apóstoles y ancianos de Jerusalén con respecto a la influencia judía ejercida sobre la iglesia allí. Por lo que Pablo enseña en sus epístolas a los gálatas y a los romanos, la decisión tomada en la conferencia de los apóstoles y ancianos en el cap. 15 para resolver el problema relacionado con la circuncisión no debió satisfacerle por completo. Esto sin duda le perturbó debido a su interés por la economía neotestamentaria de Dios, la cual consiste en edificar el Cuerpo de Cristo. Lo que Jacobo dijo en Hch. 21:20-22 después que Pablo llegó a Jerusalén (Hch. 21:17-18), y su propuesta de que éste participara en el voto nazareo de los cuatro creyentes judíos (Hch. 21:23-24), parece confirmar este punto de vista.