Véase la nota Hch. 21:311b.
Véase la nota Hch. 21:311b.
O, condena.
Véase la nota Hch. 1:161.
Aquí Pablo una vez más procede con sabiduría para evitar ser perseguido. Véase la nota Hch. 22:12b.
Véase la nota Mt. 3:71a.
Véase la nota Mt. 3:72b.
O, condenarme.
Aquí se muestra la franqueza y el denuedo de Pablo al enfrentarse a sus perseguidores. Véase la nota Hch. 22:12b.
Después que el hombre cayó y fue echado del huerto del Edén (Gn. 3:23), Dios en Su dispensación, deseaba que el hombre fuese responsable ante su propia conciencia. Sin embargo, el hombre fracasó, pues no vivió ni se condujo según su conciencia y cayó aún más en la maldad (Gn. 6:5). Después del juicio del diluvio, Dios ordenó que el hombre estuviese bajo el gobierno humano (Gn. 9:6). El hombre también fracasó en esto. Luego, antes de cumplir la promesa hecha a Abraham según la cual en su descendencia, esto es, en Cristo, todas las naciones serían benditas (Gn. 12:3; Gá. 3:8), Dios puso al hombre bajo la prueba de la ley (Ro. 3:20; 5:20). El hombre fracasó totalmente en esta prueba. Todos estos fracasos indican que el hombre cayó de Dios a su conciencia, de su conciencia al gobierno humano, y del gobierno humano a una condición en la cual vive sin ley; es decir, el hombre cayó hasta lo más bajo. Por tanto, conducirse en toda buena conciencia delante de Dios, como lo hizo Pablo, representaba un regreso definitivo a Dios desde la condición caída del hombre. Pablo dijo esto para justificarse ante los que lo acusaban de ser una persona inicua e irresponsable. En su defensa él hizo de nuevo referencia a su conciencia en Hch. 24:16. Esto mostró su alto nivel de moralidad en contraste con la hipocresía de los fanáticos religiosos judíos y la deshonestidad de los políticos romanos (gentiles). Véase la nota Hch. 23:121b, la nota Hch. 24:21, la nota Hch. 24:241, la nota Hch. 24:261a y la nota Hch. 24:271, y la nota Hch. 25:91a y la nota Hch. 25:132.
Esto ocurrió por la soberanía del Señor para rescatar a Pablo de manos de los judíos. Por medio del alboroto de los judíos en Jerusalén, Dios liberó a Pablo del apuro en que se había metido cuando siguió la complaciente propuesta de Jacobo y participó en el voto nazareo. Ahora, mediante el comandante de la cohorte romana, Dios volvió a rescatar soberanamente a Pablo, esta vez de manos de los enardecidos judíos que procuraban matarlo, y lo separó así de todas las situaciones peligrosas y las trampas, y lo envió a una prisión tranquila. Esto tuvo como fin proveerle un ambiente tranquilo y darle tiempo, bien fuera en Cesarea (Hch. 24:27) o bien en la ciudad de Roma (Hch. 28:16, 23, 30), para que, mediante sus últimas epístolas, comunicase exhaustivamente a la iglesia, a lo largo de las generaciones, la revelación del misterio de la economía neotestamentaria de Dios que él recibió del Señor. Se necesitará la eternidad para valorar el beneficio y provecho que la iglesia ha recibido de estas epístolas en el transcurso de las generaciones.
Hch. 23:12, 15; 9:24; 25:3
Es decir, las nueve de la noche.
U, honderos; soldados ligeramente armados.
El gobernador romano de la provincia de Judea.
Hch. 23:16, 32; 21:34; 22:24
Según el calendario judío, la puesta del sol es el principio del siguiente día.
El Señor siempre vivía en Pablo (lo cual tiene que ver con el aspecto esencial, Gá. 2:20). Ahora, para fortalecerlo y animarlo, el Señor se le presentó (lo cual tiene que ver con el aspecto económico). Esto mostró la fidelidad y el buen cuidado del Señor para con Su siervo.
El Señor reconoció que el apóstol había testificado solemnemente con respecto a Él en Jerusalén. Un testimonio difiere de una simple enseñanza (véase la nota Hch. 2:401a).
Véase la nota Hch. 1:161.
Véase la nota Hch. 22:51.
A fin de llevar a cabo Su ministerio celestial en que Él mismo es propagado para que el reino de Dios sea establecido con miras a la edificación de las iglesias como Su plenitud, el Cristo ascendido no quería usar un grupo de predicadores adiestrados por enseñanza de hombres que efectuasen una obra de predicación, sino un cuerpo de testigos Suyos, mártires Suyos, que llevara un testimonio vivo del Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido (véase la nota Hch. 1:83c y la nota Hch. 26:161b). Satanás podía instigar a los judíos fanáticos y utilizar a los políticos gentiles para atar a los apóstoles y su ministerio evangélico, pero no podía atar a los testigos vivientes de Cristo ni sus testimonios vivientes. Cuanto más ataban a los apóstoles y su ministerio evangélico, más prevalecientes y resplandecientes llegaron a ser estos mártires de Cristo y sus testimonios vivientes. Al aparecérsele al apóstol, el Señor hizo ver que no lo rescataría enseguida de sus cadenas, sino que lo dejaría en ellas y lo llevaría a Roma para que testificara de Él, como lo había hecho en Jerusalén. El Señor alentó a Pablo con este fin.
Esto tenía como fin satisfacer el deseo de Pablo expresado en Hch. 19:21. Véase la nota Hch. 27:241.
El complot descrito en los vs. 12-15 puso de manifiesto la falsedad y el odio satánico (Jn. 8:44; Mt. 23:34) de los judíos hipócritas que promovían su religión. Véase la nota Hch. 23:13.
El hecho de que se juramentaran bajo maldición significa que guardarían su voto, y que si lo quebrantaban, estaban dispuestos a ser maldecidos. (Así también en el v. 21).
Hch. 23:14-15, 21, 27; 25:3; 21:31
Lit., nos hemos maldecido con una maldición. Esto significa que estaban juramentados bajo una maldición y que no podían quebrantar el voto. Es una expresión muy severa.
Es decir, determinara mediante una investigación cabal (véase también Hch. 24:22).
Esto también ocurrió por la obra soberana del Señor de salvarle secretamente la vida a Pablo.
A unas 40 millas romanas de Jerusalén, y a unas 26 de Cesarea.
Palacio de los reyes anteriores, edificado por Herodes el Grande. Llegó a ser residencia oficial del gobernador de la provincia romana de Judea. Pablo fue custodiado allí con clemencia, en vez de estar confinado en la cárcel común.