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Capítulos de libros «Números»
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  • Las cinco hijas de Zelofehad tipifican a todos los creyentes en Cristo, quienes a los ojos de Dios son mujeres, o sea, más débiles (1 P. 3:7). Por tanto, el pedido de ellas (v. 4) es hecho en representación de todos nosotros. A fin de que el nombre de su padre así como su herencia entre los de su tribu pudieran ser conservados, las hijas de Zelofehad tomaron el camino de comunión al acudir a sus parientes más fuertes (v. 4). El mismo principio se aplica cuando los creyentes más débiles procuran conservar el disfrute de Cristo en la vida de iglesia.

  • En la Biblia, la herencia de una persona es determinada según la genealogía, en conformidad con la fuente de vida y la comunión de vida. Que las hijas de Zelofehad constituyeran una de las familias de Manasés, hijo de José, indica que ellas eran partícipes de la vida y de la comunión de esta vida, la cual procedía del origen apropiado. Esto indica que para heredar a Cristo como nuestra buena tierra, es imprescindible que el origen de nuestra vida sea el apropiado, es decir, tenemos que haber nacido de Dios para ser Sus hijos (Jn. 1:12-13).

    La familia paterna representa a la iglesia (Ef. 2:19). Si hemos de disfrutar a Cristo como nuestra herencia, participando de Sus riquezas, es imprescindible que participemos también de la vida de iglesia. Si abandonamos la vida de iglesia con la correspondiente comunión de vida, espontáneamente perderemos nuestro derecho a heredar el disfrute de Cristo.

  • Según la tipología, que las hijas de Zelofehad desearan tomar posesión de la heredad de su padre denota el deseo de heredar la gracia de Dios, esto es, heredar a Cristo como la gracia que nos ha sido dada por Dios (Col. 1:12; Jn. 1:17). Tener tal aprecio por la herencia divina agrada a Dios.

  • A las cinco hijas se les dio heredad entre los hermanos de su padre, siempre y cuando no se casaran con alguien que fuese ajeno a su tribu (Nm. 36:2-3, 6-7). Del mismo modo, en Cristo tenemos derecho a heredar las cosas divinas; sin embargo, no debemos casarnos con alguien ajeno a nuestra “tribu”, o sea, alguien ajeno a Cristo y la iglesia (cfr. 2 Co. 6:14).

  • Según la tipología, la buena tierra representa a Cristo (véase la nota Dt. 8:71), y heredar la buena tierra representa nuestro disfrute de Cristo. El estatuto de derecho enunciado en los vs. 8-11 tipifica que poseemos tal disfrute de Cristo sobre la base de la relación en vida. A fin de hacer uso de nuestro derecho a disfrutar de Cristo, tenemos que estar en la iglesia, representada por la familia del padre (Nm. 26:2; Ef. 2:19), y participar de la relación en vida, la comunión de vida, junto con todos los santos (1 Jn. 1:1-3).

  • Véase la nota Nm. 20:101b y la nota Nm. 20:121a. Aunque Moisés no pudo entrar en la buena tierra debido a su fracaso (Dt. 3:23-27), él participará del reino milenial (Mt. 16:28; 17:1-4).

  • Que significa la rencilla de Cades.

  • Véase la nota Nm. 16:221b.

  • Moisés no estaba preocupado por sí mismo, sino por el pueblo de Dios, pues sabía que después que él muriera ellos tendrían necesidad de un pastor.

  • Cuando Dios trajo a Su pueblo al desierto, les habló por medio de Moisés (Nm. 12:6-8a); pero Josué, el sucesor de Moisés, no recibiría instrucción directamente de Dios al hablarle Él personalmente, sino mediante el Urim y el Tumim que estaban en el pectoral del sacerdote Eleazar (véase la nota Éx. 28:301, la nota Éx. 28:302a y la nota Éx. 28:303). El gobierno que Dios ejercía en medio de Su pueblo no era una autocracia ni una democracia, sino una teocracia, ejercida mediante la coordinación del sumo sacerdote, quien recibía las instrucciones de Dios, y el líder, quien ejecutaba tales instrucciones. Después de Moisés y en todas las generaciones del Antiguo Testamento, el gobierno divino dependía de estas dos personas: el sumo sacerdote y el líder, con la única excepción del período en que David sirvió como líder y sacerdote al vestir el efod (1 S. 23:9; 30:7). Cuando los hijos de Israel retornaron de su cautiverio, otro Josué fue el sumo sacerdote, y Zorobabel, un descendiente de la casa real, fue el líder (Hag. 1:1). Véase la nota Dt. 16:181.

    Al final de este capítulo, los hijos de Israel habían llegado a ser un pueblo nuevo, constituido en un nuevo ejército con una teocracia nueva.

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