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  • Lit., es maravilloso al hacer un voto. Un nazareo era santificado al hacer un voto especial apartándose para Dios. Los sacerdotes, que eran tales por nacimiento, fueron ordenados por Dios a iniciativa de Dios mismo, mientras que los nazareos, constituidos como tales mediante un voto, se apartaban para Dios por iniciativa propia. Puesto que Dios había ordenado una sola familia (la de Aarón) para que ejerciera el sacerdocio, los demás quedaban excluidos de tal oportunidad; pero el voto del nazareato abría las puertas para que todo el pueblo de Dios tuviera la misma oportunidad de entregarse absolutamente a Dios a fin de servirle como guerreros (Jue. 13:5) o sacerdotes (1 S. 1:11; 2:11). Todo el que quisiera podía aprovechar, por iniciativa propia, esta oportunidad. Para cumplir el propósito de Dios se requiere de la cooperación del hombre a fin de complementar la ordenación dispuesta por Dios; esto es ilustrado por el caso de Samuel, quien como nazareo cumplió con las obligaciones de un sacerdote y así complementó al deficiente Elí, un sacerdote que Dios había ordenado como tal (1 S. 1—3).

  • Dios desea que todos los de Su pueblo sean nazareos. Ser nazareo significa ser santificado, apartado, para Dios de manera absoluta y definitiva, es decir, no estar dedicado a ninguna otra cosa excepto a Dios mismo. Cfr. la nota Ro. 6:193b.

    Según la tipología, entre los miembros del linaje humano el único nazareo es el Señor Jesucristo. Por tanto, un nazareo tipifica a Cristo quien, en Su humanidad, vive absolutamente entregado a Dios (Jn. 5:30; Fil. 2:8).

  • Heb. nazar; raíz del sustantivo nazareo. Separarnos de todo al apartarnos para Dios tiene un sentido negativo y santificarnos para Dios tiene un sentido positivo. Tal separación y santificación de uno mismo para con Dios debe ser la consecuencia de haber tomado medidas con respecto a toda contaminación y haber pasado la prueba de castidad (cap. 5).

  • Abstenerse de vino y de todo lo relacionado con su fuente (vs. 3-4) significa abstenerse de toda clase de disfrute y placer terrenal (cfr. Sal. 104:15; Ec. 10:19) así como de todo lo que resulta en tal disfrute o placer terrenal. Un nazareo, una persona absolutamente entregada a Dios, está completamente separado de todo lo relacionado con los placeres terrenales (cfr. Mt. 8:20; Jac. 4:4; 1 Jn. 2:15).

  • No afeitarse la cabeza significa no rechazar al Señor, la Cabeza, sino estar absolutamente sujeto a Él como tal (cfr. 1 Co. 11:3, 6, 10, 15) y a todas las autoridades delegadas que Dios ha designado (Ro. 13:1-2a; Ef. 5:21, 23; 6:1; He. 13:17; 1 P. 5:5). Cfr. la nota Nm. 5:181.

  • A los ojos de Dios, lo más aborrecible es la muerte. Un nazareo no deberá tocar nada muerto a fin de no contaminarse. Véase la nota Lv. 11:312.

  • O, el nazareato a su Dios. Un nazareo no debía ser contaminado por la muerte de sus parientes consanguíneos, los parientes más cercanos a él, sino mantenerse apartado a fin de ser santo para Dios. Esto significa que no debemos contaminarnos con la muerte que proviene del afecto natural, sino mantenernos limpios en nuestra santificación (cfr. Mt. 12:46-50). La contaminación de la muerte anula nuestro voto nazareo.

  • Si su cabeza de nazareo era contaminada por la muerte repentina de alguien a su lado, el nazareo debía ser lavado al séptimo día (el último día de su separación, Hch. 21:27) afeitándose la cabeza. Esto indica que si somos contaminados por alguna muerte inesperada, debemos ser lavados apartándonos nuevamente para el Señor.

  • El primer día de una nueva semana, lo cual representa el día de la resurrección (Jn. 20:1). Al octavo día, el nazareo debía experimentar un nuevo comienzo trayendo dos tórtolas o dos palominos al sacerdote, uno para la ofrenda por el pecado (Lv. 4) y el otro para el holocausto (Lv. 1), a fin de hacer expiación por sí mismo (vs. 10-11). Esto significa que debemos presentar, en resurrección, a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado y como nuestro holocausto para ser perdonados mediante Su redención (Ef. 1:7).

  • Que el nazareo santificase su cabeza significa que debía experimentar una nueva consagración con miras a estar sujeto bajo autoridad.

  • Éste era un nuevo voto de consagración para el nazareo, en el cual se apartaba para Dios nuevamente. Para esto él requería un cordero como ofrenda por las transgresiones. Haber violado su voto era un pecado, por lo cual requería una ofrenda por el pecado (vs. 10-11). El error que cometió al tocar algo muerto era una transgresión, por lo cual requería una ofrenda por las transgresiones. Una vez que nuestra separación anterior ha sido anulada, debemos apartarnos nuevamente para Dios tomando a Cristo como nuestra ofrenda por las transgresiones.

  • La separación del nazareo duraba siete días (Hch. 21:27), lo cual denota un período completo, incluso la vida entera (cfr. la nota 1 Co. 5:81). Cada una de las ofrendas que el nazareo presentaba a Dios tipifica a Cristo. El disfrute de Cristo como la realidad de estas ofrendas indica que se ha prevalecido victoriosamente sobre el afecto natural, los placeres terrenales, la rebelión y la muerte (véase la nota Nm. 6:31a, la nota Nm. 6:51, la nota Nm. 6:61, la nota Nm. 6:71).

  • Aquí el cordero significa mansedumbre, el hecho de que sea macho significa fortaleza, de un año significa frescura, y sin defecto significa sin tacha. El cordero ofrecido en holocausto tipifica a Cristo como nuestro holocausto, en quien somos aceptados por Dios y por quien vivimos atentos a Dios (véanse las notas sobre el holocausto de Lv. 1). Al ofrecer el holocausto, el oferente ponía sus manos sobre la ofrenda (Lv. 1:4), identificándose y haciéndose uno con ella. Esto significa que nuestra ofrenda no solamente es Cristo, sino también nosotros mismos que estamos identificados con Cristo. Que los días de separación del nazareo fuesen completados no significa el final, sino el inicio de una vida de holocausto, en la que vivimos absoluta, completa y definitivamente para Dios.

  • Aquí la cordera significa sujeción; ella tipifica a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado para nuestra redención. Debido a que todavía estamos en la vieja creación, al inicio de nuestra vida como nazareos requerimos la redención de Dios, la cual fue consumada en Cristo (He. 9:12).

  • Aquí el carnero significa fortaleza con miras al disfrute; éste tipifica a Cristo como nuestra ofrenda de paz para que disfrutemos mutuamente con Dios en comunión con paz. El resultado del holocausto y la ofrenda por el pecado es la ofrenda de paz. Cfr. la nota Lv. 7:372.

  • En este versículo, una canasta significa plenitud, sin levadura significa sin pecado, panes significa una forma definida, tortas significa una forma más definida, harina significa el Cristo que fue molido en Su humanidad, flor de harina significa algo parejo y equilibrado, con aceite significa con el Espíritu Santo (la divinidad), hojaldres significa que es fácil de ingerir, ungidos significa derramamiento, ofrenda de harina significa alimento santo y libaciones significa las bebidas santas para Dios. Todo esto tipifica a Cristo en Su humanidad con Su divinidad, quien fue ofrecido a Dios por nosotros en calidad de alimento para Dios y para nosotros y también bebida santa para Dios.

  • Véase la nota Lv. 23:132a.

  • Afeitarse la cabeza no significaba que el nazareo desechase la autoridad ni dejara de sujetarse a la misma. El nazareo había ofrecido el holocausto (v. 14), lo cual era una promesa a Dios de que durante toda su vida él continuaría viviendo como en los días de su separación.

  • En los vs. 19-20 el hombro significa la fuerza para llevar cargas, mecer significa presentar la ofrenda en resurrección, el pecho representa el amor para acoger, la ofrenda mecida significa resurrección y la ofrenda elevada significa ascensión. Todo lo anterior se refiere a Cristo en diferentes aspectos. Esta tipología significa que el creyente que se aparta para Dios mediante un voto para ser un nazareo y se convierte en un servidor de Dios, será abastecido por Cristo al ser Cristo mismo su suministro de vida en varios aspectos en Su resurrección y ascensión.

  • La bendición descrita en los vs. 23-27 viene después que hemos tomado medidas con respecto a la contaminación (Nm. 5:1-10), después que nuestra castidad ha sido puesta a prueba (Nm. 5:11-31) y después que hemos hecho el voto nazareo (vs. 1-21). Esta bendición, como la enunciada en 2 Co. 13:14, no es una bendición externa y material; más bien, es la bendición eterna del Dios Triuno, la cual consiste en que el propio Dios Triuno se imparte a nuestro ser en Su Trinidad Divina para que le disfrutemos. En todo el universo la bendición única es el Dios Triuno, y dicha bendición viene a nosotros mediante la impartición del Ser divino en Su Trinidad Divina: en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Efesios 1 nos relata de qué manera el Dios Triuno en Su Trinidad Divina bendice a Su pueblo escogido, redimido y transformado, lo cual tiene como resultado la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (véanse las notas de Ef. 1). La consumación de todo el relato bíblico es la Nueva Jerusalén, la cual es Dios mismo en Su Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— mezclado con Su pueblo escogido, redimido, transformado y glorificado para ser su bendición eterna. Tal bendición es el cumplimiento máximo de la bendición de Dios dada a Israel en Nm. 6.

    “Jehová te bendiga y te guarde” (v. 24) puede ser atribuido al Padre; “Jehová haga resplandecer Su rostro sobre ti y te conceda Su gracia” (v. 25) puede ser atribuido al Hijo; y “Jehová alce sobre ti Su semblante y te dé paz” (v. 26) puede ser atribuido al Espíritu Santo. El Padre nos bendice, el Hijo resplandece sobre nosotros y el Espíritu Santo alza Su semblante sobre nosotros. Como resultado, somos guardados, recibimos gracia y tenemos paz.

  • El Padre nos bendice de diversas maneras y en todo aspecto en Su amor (cfr. Ef. 1:3) y nos guarda de diversas maneras y en todo aspecto en Su poder (cfr. Jn. 17:11, 15; 1 P. 1:5).

  • Que el rostro de Jehová resplandezca sobre nosotros y que Él nos conceda Su gracia equivalen a la encarnación de Dios como resplandor de Su presencia, la cual trae consigo la gracia (Jn. 1:14, 16-17). Que el Señor nos conceda Su gracia significa que Él es gracia para nosotros continuamente. Esta gracia es la gracia de Cristo (2 Co. 13:14a), que en realidad es el propio Cristo.

  • Aquí la palabra rostro significa presencia. Como Aquel cuyo rostro resplandece sobre nosotros, Cristo el Hijo es la presencia visible del Dios invisible (cfr. Jn. 14:7-9). Dios y Su presencia son invisibles, pero mediante Su encarnación Él llegó a ser para nosotros el sol resplandeciente (Lc. 1:78; cfr. Mt. 4:16; Jn. 8:12). Este sol resplandeciente es la presencia invisible de Dios hecha visible para nosotros.

  • El rostro (v. 25) denota la presencia de la persona, y el semblante denota la expresión de dicha persona. Alzar el semblante sobre alguien significa confirmar a dicha persona, asegurarle, prometerle y darle todas las cosas. Jesús, el Hijo, vino como el rostro de Dios (véase la nota Nm. 6:252a), y el Espíritu Santo viene a nosotros como el semblante de Dios (cfr. Ef. 4:30). Cuando el Dios Triuno es impartido a nuestro ser, tenemos el rostro del Dios Triuno y también Su semblante. Finalmente, somos guardados en el Dios Triuno, el Dios Triuno llega a ser gracia para nosotros y tenemos paz.

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