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  • En el santuario de Dios se le instruyó al salmista a tomar únicamente a Dios como su porción, y no ninguna otra cosa que no fuese Dios mismo. Aquel que no se interesa por Dios podrá obtener muchas cosas y parecerá prosperar; sin embargo, aquel que se interesa por Dios será restringido por Dios e, incluso, será despojado de muchas cosas por Dios, como en el caso de Job (Job 1:6-22; 2:1-10) y del apóstol Pablo (Fil. 3:7-8). La intención de Dios con respecto a quienes le buscan es que ellos lo encuentren todo en Él y no sean distraídos del disfrute absoluto de Su persona. No es cuestión de guardar la ley, como dice en el salmo 1, ni tampoco de estar correctos o equivocados, sino que es cuestión de ganar a Dios y mantener a Dios como nuestro todo. Véase la nota Job 2:131.

  • Este versículo revela que aquellos que con pureza buscan a Dios tendrán a Dios mismo como su única posesión en los cielos y como su único deseo en la tierra. Dios mismo era la meta única del salmista. Al salmista ya no le interesaba nada más que no fuera Dios mismo así como ganar más de Dios. Al respecto, Pablo fue igual (Fil. 3:8).

  • Lit., santuarios. La solución a la perplejidad del salmista con respecto a la prosperidad de los malvados fue obtenida en el santuario de Dios. En primer lugar, el santuario de Dios, Su habitación, está en nuestro espíritu (Ef. 2:22) y, en segundo lugar, dicho santuario es la iglesia (1 Ti. 3:15). Por tanto, para entrar en el santuario de Dios debemos volvernos a nuestro espíritu e ir a las reuniones de la iglesia. Una vez que estamos en el santuario —en el espíritu y en la iglesia— tendremos otra perspectiva, una percepción particular, de la situación en que se encuentran los malvados (vs. 18-20). En nuestro espíritu y en la iglesia recibimos revelación divina y obtenemos la explicación a todos nuestros problemas.

  • El salmista consideró que él había purificado en vano su corazón debido a que, en vez de disfrutar de prosperidad material, era azotado todo el día y disciplinado todas las mañanas (v. 14). Sin embargo, la verdadera vanidad es todo aquello que no sea Dios mismo. Los ídolos son vanidad, la prosperidad material es vanidad, y todo lo que no sea Dios mismo es vanidad (Ec. 1:2). Un corazón puro es aquel que está fijo solamente en Dios. El salmista comprendió esto cuando entró en el santuario de Dios (vs. 17, 25-26 véase la nota Sal. 73:251 y la nota Sal. 73:261b).

  • Los vs. 2-16 son un relato de los sufrimientos del salmista que busca a Dios así como de su perplejidad a causa de la prosperidad de los malvados. Si bien en Sal. 1:3-4 se afirma que quienes guardan la ley prosperan y que los malvados no prosperan, aquí el salmista estaba turbado (v. 16) al punto de que casi tropezó a causa de sus propios sufrimientos (vs. 13-14) y debido a la prosperidad de los malvados, quienes están tranquilos y amontonan riquezas (v. 12). Véase la nota Sal. 1:31.

  • Ser puros de corazón es tener a Dios como nuestra única meta y objetivo. Véase la nota Mt. 5:81.

  • Los primeros cuatro salmos del Libro Tres, los salmos 73—76, abordan cuatro asuntos: el sufrimiento personal de los santos que buscan a Dios (Sal. 73), la desolación de la casa de Dios (Sal. 74), el juicio de Cristo sobre quienes trajeron desolación (Sal. 75) y la victoria de Dios en Su morada (Sal. 76).

  • Sal. 50 título

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