En Hch. 2 Dios derramó Su Espíritu sobre toda carne, y tres mil fueron salvos (Hch. 2:17, 41). Pero cuando Dios derrame el Espíritu de gracia sobre los habitantes de Jerusalén, muchos millares de Israel, incluso todo el linaje de Israel que esté vivo en ese tiempo, será salvo (Ro. 11:26-27). El Espíritu de gracia aquí se halla en contraste con el Espíritu de poder en Hch. 1:8 y 2:1-4. El Espíritu de poder tiene por finalidad fortalecernos, pero el Espíritu de gracia tiene por finalidad introducirnos en el disfrute del Dios Triuno. En Hch. 2, al inicio de la era de la gracia, la era de la iglesia, el Espíritu era principalmente el Espíritu de poder, pero en este versículo, al final, la consumación, de la era de la gracia, el Espíritu será principalmente el Espíritu de gracia a fin de que el Dios Triuno sea disfrutado. Los judíos presentes el día de Pentecostés eran obstinados y se habían endurecido; por tanto, el Espíritu de poder fue derramado para inspirar a algunos de ellos a arrepentirse. Pero aquella mitad de los pobladores de Jerusalén que sobrevivirán el ataque del anticristo y sus ejércitos (14:2) habrá perdido todo interés en cosa alguna que no sea Dios mismo y ya se habrán arrepentido. Por tanto, el Espíritu de gracia será derramado sobre ellos a fin de que puedan recibir al Dios Triuno como su disfrute.