A fin de ser salvos del juicio de Dios, tanto el primogénito del hombre como el de la bestia tenían que ser redimidos por el cordero pascual (Éx. 12:12-13). Aquí, a fin de ser santificados para Dios, es necesario que tanto el primogénito de un asno como el de un hombre sean redimidos con un cordero. Esto se debe a que tanto el asno como el hombre son inmundos a los ojos de Dios y no pueden ser ofrecidos a Dios para Su satisfacción (Lv. 11:1-8; 12:1-8). Así que, ambos —el asno y el hombre— tenían que ser redimidos nuevamente en santificación. Esto muestra que nuestra vida natural tiene que ser reemplazada por Cristo. Tenemos necesidad de que Cristo sea nuestro Sustituto tanto para nuestra salvación como para nuestra santificación (1 P. 3:18a; Gá. 2:20).
