O, Añádenos fe.
O, Añádenos fe.
Véase la nota Mr. 1:401a.
En esto vemos su fe y obediencia. Por eso fueron limpiados.
Lit., salvado.
Lc. 8:10; 9:27; 10:9, 11; 11:2, 20; 13:18-20; 16:16; 19:11-12, 15; 21:31; 22:16, 18; 23:42; Ro. 14:17
Véase la nota Lc. 4:432.
Indica que el reino de Dios no es físico, sino espiritual. Es el Salvador en Su primera venida (vs. 21-22), en Su segunda venida (vs. 23-30), en el arrebatamiento de Sus creyentes vencedores (vs. 31-36), y al destruir al anticristo (v. 37) a fin de recobrar toda la tierra para Su reinado allí (Ap. 11:15).
Los vs. 22-24 demuestran que el reino de Dios es el Salvador mismo, quien estaba entre los fariseos cuando ellos le interrogaron. Dondequiera que esté el Salvador, allí está el reino de Dios. El reino de Dios está con Él, y Él lo trae a Sus discípulos (v. 22). Él es la semilla del reino de Dios que sería sembrada en el pueblo escogido de Dios para desarrollarse hasta ser el reinado de Dios (véase la nota Lc. 4:432). Desde que Él resucitó, está dentro de Sus creyentes (Jn. 14:20; Ro. 8:10). Por esto, el reino de Dios hoy está dentro de la iglesia (Ro. 14:17).
Se refiere a los fariseos que le interrogaban (v. 20). El Salvador, como reino de Dios, no estaba en ellos, sino solamente entre ellos.
Esto se refiere a la ausencia del Salvador. Durante Su ausencia, el mundo, por haberlo rechazado, será una generación maligna, que vive entregada a la concupiscencia (vs. 23-30), y será un opositor de Sus seguidores que los persigue debido al testimonio de ellos con respecto a Él (Lc. 18:1-8). Por eso, Sus seguidores tienen que vencer el efecto estupefaciente de la vida de indulgencia que lleva el mundo al perder su vida del alma en esta era (vs. 31-33). Además, ellos tienen que hacer frente a la persecución del mundo al ser personas longánimes y que persistentemente oran en fe (Lc. 18:7-8), para ser arrebatados como vencedores y entrar en el gozo del reino de Dios cuando el Salvador regrese (vs. 34-37).
Véase la nota Mt. 24:271.
Lit., bajo.
Con respecto a los vs. 26-27, véanse las notas de Mt. 24:37-39.
Las condiciones del vivir maligno que aturdieron a la generación de Noé antes del diluvio, y a la generación de Lot antes de la destrucción de Sodoma, describen la peligrosa condición del modo de vivir del hombre antes de la parusía (la presencia, la venida) del Señor y la gran tribulación (Mt. 24:3, 21). Si queremos participar del arrebatamiento de los vencedores para disfrutar la parusía del Señor y escapar de la gran tribulación, tenemos que vencer hoy el efecto estupefaciente de la vida que lleva el hombre.
Si nos apegamos a las cosas terrenales y materiales, perderemos el arrebatamiento de los vencedores revelado en los vs. 34-36.
La esposa de Lot se convirtió en una columna de sal porque miró atrás con apego a Sodoma, lo cual indica que amaba y estimaba al mundo maligno que Dios iba a juzgar y a destruir totalmente. Ella fue rescatada de Sodoma, pero no llegó al lugar seguro adonde llegó Lot (Gn. 19:15-30). No pereció pero tampoco fue completamente salva. Ella, como la sal que se vuelve insípida (Lc. 14:34-35 y la nota Lc. 14:342), fue dejada en un lugar de vergüenza. Esto es una advertencia solemne para los creyentes que aman al mundo.
Véase la nota Mt. 10:391. Conservar la vida del alma está relacionado con el apego a las cosas terrenales y materiales, según el v. 31. Nosotros nos apegamos a las cosas terrenales porque nos preocupamos por el disfrute de nuestra alma en esta era. Esto hará que perdamos la vida del alma; es decir, nuestra alma perderá el disfrute en la era del reino venidero.
Con respecto a los vs. 34-36, véanse las notas de Mt. 24:40-41. En estos versículos se revela el arrebatamiento de los creyentes vencedores. Éste ocurrirá secreta e inesperadamente, de noche para algunos creyentes que estén durmiendo, y de día para algunas hermanas que estén moliendo en casa y para algunos hermanos que estén trabajando en el campo. Ellos son escogidos porque vencieron el efecto estupefaciente de esta era. En Lc. 14:25-35 el Salvador nos manda que paguemos el precio, hasta donde podamos, para seguirle. En Lc. 16:1-13 nos exhorta a vencer las riquezas para que le sirvamos prudentemente como mayordomos fieles. En los vs. 22-37 de este capítulo, Él nos exhorta a vencer el efecto estupefaciente de la vida desenfrenada de esta era para que seamos arrebatados y llevados al disfrute de Su parusía (Su presencia, Su venida). Todas estas exhortaciones están relacionadas con la necesidad de los creyentes de vencer en el aspecto práctico de su vivir.
Éste es el arrebatamiento de los vencedores (véase la nota Lc. 21:362), quienes no preservan la vida de su alma al amar las cosas mundanas de esta era (vs. 26-32).
Algunos mss. omiten este versículo.
Es decir, el cadáver. Véase la nota Mt. 24:281a.