Un niño en un pesebre, lo cual representa pequeñez y humildad, fue una señal de la vida del Salvador-Hombre.

Un niño en un pesebre, lo cual representa pequeñez y humildad, fue una señal de la vida del Salvador-Hombre.
Este pequeño niño es llamado el “Dios Fuerte” en la profecía respecto del Salvador-Hombre (Is. 9:6).
La exultación de los ángeles, quienes estaban emocionados por el nacimiento del Salvador para traer salvación al hombre (cfr. Lc. 15:7), dio por resultado que alabaran a Dios.
Hombres escogidos por Dios según Su beneplácito (Ef. 1:5).
Lit., esta palabra.
Sus esfuerzos al pastorear el rebaño (que proveía no sólo alimento para el hombre, sino también ofrendas para Dios), y su diligencia en guardar las vigilias de la noche, los hacían aptos para ser los primeros en recibir las buenas nuevas del maravilloso nacimiento del Salvador, anunciado por el ángel.
La vida del Salvador-Hombre empezó en un pesebre, en la más baja condición, debido a que el mesón estaba ocupado por la humanidad caída y sus muchas actividades.
El Salvador-Hombre es la salvación que Dios otorga a Su pueblo.
El Salvador-Hombre es luz para los gentiles y la gloria de Israel.
El Salvador-Hombre fue designado por Dios para ser una prueba para los hijos de Israel, a fin de que muchos de ellos tropezaran en Él y muchos fuesen levantados por Él (Ro. 9:33).
El Salvador-Hombre también es una señal, en contra de la cual hablan y a la cual se oponen los que toman partido con Su enemigo, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. En las palabras de Simeón, el Salvador-Hombre es revelado como la consolación de Israel, la salvación de Dios, luz para los gentiles, la gloria de Israel, una prueba para Israel y una señal que será contradicha.
Lucas presenta al Salvador-Hombre. Después de narrar la concepción del Salvador-Hombre, en este capítulo Lucas nos da una excelente reseña de Él:
1) tuvo un nacimiento humano genuino, que concordaba con la ley según la cual Dios creó al hombre, a fin de poder ser el Salvador-Hombre para la salvación del hombre;
2) fue circuncidado físicamente según lo ordenado por Dios (vs. 21-24), para ser descendiente legítimo de Abraham (Gn. 17:9-14), Aquel en quien pudiese realizarse la promesa de Dios a Abraham para todos los gentiles (Gá. 3:14) —“serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn. 12:3)— que era el evangelio anunciado a éste (Gá. 3:8);
3) creció como un ser humano conforme a la ley de la vida humana (v. 40), para poder ser un hombre perfecto que expresara a Dios para el cumplimiento del plan redentor de Dios
4) tuvo una juventud adecuada, durante la cual creció Su interés por las cosas de Dios en relación con Su deidad como Hijo de Dios el Padre (vs. 40-52), a fin de tener la plena medida de la sabiduría, la estatura, y la gracia manifestada en Él ante Dios y ante los hombres.
Este relato del nacimiento y la juventud del Salvador es completamente diferente del de Mt. 2. Los eventos que Mateo cuenta acerca del nacimiento del Salvador y de Su juventud, constituyen una evidencia notable del reinado legítimo de Cristo. Lucas también narra el nacimiento y la juventud del Salvador, pero los eventos que narra son de otra índole y demuestran claramente la auténtica humanidad de Jesús. Los dos relatos abarcan solamente dos de los diferentes aspectos de la maravillosa condición del Salvador. Véase la nota Mt. 2:21a.
La casa y familia real que había de heredar el trono de David (Lc. 3:23-31; 1:32; cfr. Mt. 1:6-16).
Esto provino de la soberanía de Dios, como se menciona en Pr. 21:1. Por este censo María y José fueron llevados de Nazaret a Belén, para que el Salvador naciese allí en cumplimiento de la profecía con respecto al lugar de Su nacimiento (Mi. 5:2; Jn. 7:41-42).
La venida del Salvador rindió gloria a Dios en los cielos y trajo paz a los hombres sobre la tierra.
Esta clase de sacrificio indica la pobreza de los oferentes (Lv. 12:8), la cual fue otra característica de la vida del Salvador-Hombre.
Justo principalmente para con los hombres y devoto para con Dios.
El Salvador-Hombre nació en Belén, la ciudad de David, y permaneció allí brevemente, pero fue criado en Nazaret, una ciudad menospreciada en Galilea, una región menospreciada. Esto lo dispuso Dios en Su soberanía para que Él fuera menospreciado. Ser menospreciado fue otra característica de la vida humana del Salvador.
Crecía en estatura (v. 52) y se fortalecía en espíritu (cfr. Lc. 1:80).
La sabiduría de la deidad del Salvador (Col. 2:2-3) se revelaba en proporción a la medida de Su crecimiento físico. Así también en el v. 52.
Como hombre, aun Jesús necesitaba de la gracia de Dios para Su vida humana. Él estaba lleno de la sabiduría de Su deidad y necesitaba de gracia de Dios en Su humanidad.
El Salvador-Hombre es la consolación del pueblo escogido de Dios.
El Salvador-Hombre, quien es la redención del pueblo de Dios.
Algunos mss. dicen: en.
Mientras el Salvador-Hombre, como señal, es contradicho, el sufrimiento también traspasa el interior de quien le da a luz. Esto es experimentar los sufrimientos de Él en nuestra experiencia de Él.
Lo que hay en el corazón del hombre es revelado fácilmente por su actitud hacia Cristo.
Lit., estaba avanzada en muchos días.
O, y había estado viuda ochenta y cuatro años.
Lit., estaba sirviendo como sacerdote.
Indica que Jesús en Su juventud cuidaba de los intereses de Dios.
En Su humanidad Él estaba sujeto a Sus padres humanos.
A los doce años, un niño era llamado por los judíos “hijo de la ley” y asumía por primera vez obligación legal (Alford). El número doce también significa perfección eterna en la administración de Dios. Por eso, doce años indica que lo que el Señor hizo aquí estaba perfectamente relacionado con la administración de Dios.
Ordenada por Dios para que uno sea legalmente varón en Israel (Dt. 16:16).
Lit., con angustia y dolor.
O, en la casa de Mi Padre.
Indica la deidad de Jesús en Su juventud (Jn. 5:18). En Su humanidad Él era hijo de Sus padres; en Su deidad era el Hijo de Dios el Padre.
La palabra griega denota no sólo estatura como en Lc. 19:3, sino también edad (véase la nota Mt. 6:271).
En gracia delante de Dios porque crecía en la expresión de Dios según el deseo de Dios; en gracia delante de los hombres porque crecía en los atributos divinos manifestados en las virtudes humanas, que son gratas a los hombres. Él crecía como un Dios-hombre delante de Dios y de los hombres.