Lucas presenta al Salvador-Hombre. Después de narrar la concepción del Salvador-Hombre, en este capítulo Lucas nos da una excelente reseña de Él:
1) tuvo un nacimiento humano genuino, que concordaba con la ley según la cual Dios creó al hombre, a fin de poder ser el Salvador-Hombre para la salvación del hombre;
2) fue circuncidado físicamente según lo ordenado por Dios (vs. 21-24), para ser descendiente legítimo de Abraham (Gn. 17:9-14), Aquel en quien pudiese realizarse la promesa de Dios a Abraham para todos los gentiles (Gá. 3:14) —“serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gn. 12:3)— que era el evangelio anunciado a éste (Gá. 3:8);
3) creció como un ser humano conforme a la ley de la vida humana (v. 40), para poder ser un hombre perfecto que expresara a Dios para el cumplimiento del plan redentor de Dios
4) tuvo una juventud adecuada, durante la cual creció Su interés por las cosas de Dios en relación con Su deidad como Hijo de Dios el Padre (vs. 40-52), a fin de tener la plena medida de la sabiduría, la estatura, y la gracia manifestada en Él ante Dios y ante los hombres.
Este relato del nacimiento y la juventud del Salvador es completamente diferente del de Mt. 2. Los eventos que Mateo cuenta acerca del nacimiento del Salvador y de Su juventud, constituyen una evidencia notable del reinado legítimo de Cristo. Lucas también narra el nacimiento y la juventud del Salvador, pero los eventos que narra son de otra índole y demuestran claramente la auténtica humanidad de Jesús. Los dos relatos abarcan solamente dos de los diferentes aspectos de la maravillosa condición del Salvador. Véase la nota Mt. 2:21a.