Véase la nota Mt. 3:12b y la nota Mr. 1:41b.
Véase la nota Mt. 3:12b y la nota Mr. 1:41b.
Véase la nota Mr. 1:42c.
Véase la nota Mr. 1:43.
Con respecto al resto del versículo, véanse las notas de Mr. 1:3.
Valle, monte, lo torcido y los caminos ásperos, son figuras retóricas que describen la condición de los corazones de los hombres para con Dios y para con los demás, y también las relaciones entre los hombres (Lc. 1:16-17), todo lo cual debe ser rectificado a fin de que el camino esté preparado para la venida del Salvador.
Es decir, los hombres caídos.
El Salvador es la salvación de Dios. Cuando Él viene, viene la salvación de Dios. Verle y recibirle a Él es recibir la salvación de Dios.
Las crías de víboras son los hijos del diablo (1 Jn. 3:10). El diablo es la serpiente antigua (Ap. 12:9); así que sus hijos vienen a ser serpientes, y tienen la misma vida y naturaleza que él.
Ro. 2:5, 8; 5:9; 1 Ts. 1:10
Véase la nota Mt. 3:91.
Véase la nota Lc. 3:171c.
Una prenda interior semejante a una camisa. Así en todo el libro.
Véase la nota Lc. 19:82.
Tenían la expectativa de saber si Juan sería el Cristo, el Mesías (Jn. 1:19-27).
Con respecto a los vs. 16-17, véanse las notas de Mt. 3:11-12 y de Mr. 1:7-8.
El lago de fuego (Ap. 20:15).
Véase la nota Lc. 4:431a.
Con respecto a los vs. 21-22, véanse las notas de Mt. 3:16-17 y de Mr. 1:9-11.
La concepción de Jesús por el Espíritu Santo, en Lc. 1:35, es el aspecto esencial y se relaciona con el ser divino, la persona divina, de Jesús. La esencia del elemento divino del Espíritu Santo en la concepción de Jesús no se puede cambiar ni quitar. Sin embargo, aquí el descenso del Espíritu Santo sobre Jesús es el aspecto económico y se relaciona con el ministerio, la obra, de Jesús. El poder del Espíritu Santo para el ministerio le puede ser quitado a Jesús (Lc. 4:14, 18; Mt. 12:28) según sea necesario. Fue en este aspecto económico que Dios desamparó y dejó a Jesús cuando Él llevaba sobre Sí el pecado de los pecadores, al morir por ellos sobre la cruz (Mt. 27:46). Aquí, el Espíritu Santo descendió en poder sobre Él, pero Él ya tenía el Espíritu Santo en esencia desde Su nacimiento; y mientras el Espíritu Santo descendía en poder sobre Jesús, Él existía junto con el Espíritu Santo en esencia.
Véase la nota Mt. 1:11b. La crónica del Evangelio de Juan, el evangelio del Dios-Salvador, empieza con Dios y llega al hombre (Jn. 1:1, 14), y recalca la divinidad de Cristo para atestiguar de Su condición divino-humana. La genealogía del Evangelio de Lucas, el evangelio del Salvador-Hombre, empieza con el hombre y se remonta hasta Dios (vs. 23, 38), y da énfasis a Su humanidad para afirmar Su condición humano-divina. Él nació como hombre para traer a Dios al hombre a fin de efectuar la redención y así llevar el hombre a Dios. En Él se unen Dios y el hombre.
Lit., conforme a la ley.
Véase la nota Mt. 1:161 y la nota Mt. 1:162a.
Véase la nota Mt. 1:122b.
Véase la nota Mt. 1:63c, párrs. 2 y 3.
Véase la nota Mt. 1:11b, párr. 4.
Esto no quiere decir que Adán nació de Dios y que poseía la vida de Dios; de igual modo, hijo de José no quiere decir que Jesús nació de José, sino que se pensaba que Él era hijo de José (v. 23). Adán fue creado por Dios (Gn. 5:1-2), y Dios fue su origen. Sobre esta base, se le consideraba hijo de Dios, así como los poetas paganos consideraban que toda la humanidad era descendencia de Dios (Hch. 17:28). La humanidad fue solamente creada por Dios, no regenerada por Él. Ser hijo de Dios como lo fue Adán es absoluta e intrínsecamente diferente de ser hijos de Dios como lo son los creyentes en Cristo. Éstos han nacido de Dios, han sido regenerados y poseen Su vida y Su naturaleza (Jn. 1:12-13; 3:16; 2 P. 1:4).
Al revisar retrospectivamente esta genealogía, descubrimos que de Jesús (v. 23) a Dios el Creador hay setenta y siete generaciones, en las cuales se ve la historia de la obra creadora de Dios, la caída del hombre, la promesa de Dios y la salvación del hombre: el hombre fue creado por Dios (v. 38; Gn. 1:26-27; 2:7); en Adán el hombre cayó (v. 38; Gn. 3); por medio de Abraham el hombre recibió la promesa de Dios (v. 34; Gn. 12:1-3), y en Jesús el hombre es salvo (v. 23; 2:10-11).