El cap. 34 presenta un cuadro del recobro que Dios efectúa en Su pueblo externamente al venir a ellos como Pastor que busca Sus ovejas perdidas y las trae de regreso a su propia tierra, y el cap. 36 trata sobre el recobro interno que Dios efectúa mediante la vida al dar a Su pueblo un corazón nuevo y un espíritu nuevo así como al poner Su Espíritu dentro de ellos. El cap. 37 revela de qué manera el Espíritu de Dios entra en Su pueblo a fin de vivificarlo para hacer de él un Cuerpo corporativo que constituye un ejército y es edificado como morada de Dios.
La visión de los huesos secos muestra que antes que Dios viniera a renovarnos y regenerarnos, no solamente éramos pecadores e inmundos (Ez. 36:25), sino que también estábamos muertos y sepultados en “sepulcros” de diversas cosas pecaminosas, mundanas y religiosas (vs. 12-13). Éramos como huesos muertos y secos, desmembrados y dispersos, carentes de toda unidad. Pero el Señor es el Salvador de los muertos (Jn. 5:25; Ef. 2:1-8).