El arca tenía como objetivo la salvación no sólo del hombre, sino también de todo ser viviente. Véase Col. 1:20 y la nota 3, He. 2:9 y la nota 3 y Mr. 16:15 y la nota 2.
Véase la nota Gn. 5:211a.
La entrada de Noé al arca (v. 13) tipifica nuestra entrada en Cristo. Que Dios encerrase a Noé en el arca indica que si bien somos libres para entrar en Cristo, una vez dentro, es imposible salir. Una vez que hemos creído en el Señor Jesús, Dios nos “encerró” en Él y es imposible salir (Jn. 10:28-29 y la nota Jn. 10:281a).
Las aguas por las cuales pasó Noé son figura de las aguas del bautismo (1 P. 3:20-21 y la nota 1 P. 3:211). La brea de la cual estaba recubierta el arca salvó a Noé del juicio del diluvio (véase la nota Gn. 6:143), mientras que el agua del diluvio no sólo sirvió para juzgar al mundo, sino también para separar a Noé de tal era maligna (cfr. Gá. 1:4; Hch. 2:40-41). Igualmente, el agua del mar Rojo sirvió para juzgar a los egipcios y salvar a los hijos de Israel de aquella era egipcia (Éx. 14:26-30). El agua del bautismo simboliza la muerte de Cristo, mediante la cual Satanás y el mundo fueron juzgados (Ro. 6:3; Jn. 12:31) y por la cual los creyentes son salvos del mundo que ha sido condenado así como del poder satánico de las tinieblas (Gá. 6:14; He. 2:14).