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Capítulos de libros «Isaías»
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  • En este libro, Dios siempre considera que Él mismo es nuestra salvación como aguas vivas (cfr. Is. 12:2-3). El relato en el cap. 53 con respecto a la redención lograda, es seguido en este capítulo por la invitación a venir a las aguas y beber de ellas. El llamado hecho aquí es similar al que se hace al final de la Biblia en Ap. 22:17. En estos dos pasajes de la Palabra, las aguas son el propio Dios redentor, quien efectuó la redención en beneficio nuestro por medio de Su encarnación, vivir humano, crucifixión y resurrección. Estas aguas son tanto el pacto eterno como las misericordias firmes mostradas a David (v. 3).

  • Aquí, el uso de aguas (en plural) revela que Dios puede ser disfrutado no sólo en un aspecto, sino en muchos aspectos al beber nosotros continuamente de Él (cfr. Jn. 7:38 y la nota 2).

  • En los caps. 55—56 Cristo, quien es el Siervo de Jehová y la corporificación del Dios Triuno como aguas vivas (Jn. 4:10, 14; 7:37-38), es un pacto eterno para Israel (Is. 42:6; 49:8; 54:10; 61:8b), incluso las misericordias firmes mostradas a David, en relación con la prosperidad de Israel. Como tal, Él es el centro de las provisiones divinas para Israel (vs. 1-5). Véase la nota Is. 42:61b.

  • En Hch. 13:34, Pablo interpreta las misericordias firmes como “las cosas santas y fieles de David”, y en el v. 35 él indica que estas cosas son el propio Cristo en resurrección (véase la nota Hch. 13:341). La interpretación hecha por Pablo es confirmada en el v. 4 de este capítulo. Cristo se encarnó para traernos a Dios mismo como gracia (Jn. 1:14, 16-17), y Él fue crucificado y resucitó a fin de llegar a ser para nosotros las misericordias firmes en resurrección. Debido a que nos encontrábamos en una situación miserable y no podíamos corresponder a la gracia de Dios, Cristo —la corporificación de la gracia de Dios— se convirtió en las misericordias firmes y, ahora, mediante estas misericordias nosotros estamos en la posición apropiada para corresponder a Dios y recibirle como gracia (cfr. Ef. 2:4 y la nota 2). En el Cristo que es las misericordias firmes, Dios llega hasta nosotros en Su gracia para ser nuestro disfrute. Cristo es tanto las misericordias firmes como el pacto eterno que garantiza estas misericordias.

    El Cristo resucitado, en calidad de misericordias firmes de Dios, llegó a ser la base de la justificación provista por Dios a Sus creyentes (Hch. 13:34-39; Ro. 4:25). Con base en esta justificación efectuada en la resurrección de Cristo, los creyentes pueden ser santificados al disfrutar a Cristo, el hijo de David (Mt. 1:1), como Aquel que es las misericordias firmes de Dios, esto es, como el Santo que no vio corrupción (Hch. 13:35).

  • David y todos los reyes pertenecientes a la familia de David tenían necesidad de la misericordia de Dios (Sal. 51:1; 52:8b). Dios prometió que Cristo mismo, quien saldría de los descendientes de David para ser el Rey de reyes sobre la tierra (Ap. 17:14; 19:16), sería también las misericordias firmes de Dios para con la familia real de David. Es por causa de Cristo, quien es las misericordias firmes de Dios, que nadie pudo hacer desaparecer por completo a la familia real de David (véase la nota Is. 11:11a; cfr. Jer. 33:24-26). El último rey de la familia real de David será Jesucristo, la corporificación de las misericordias firmes de Dios.

  • Éste es Cristo, quien no solamente es las misericordias firmes mostradas a David (v. 3), sino también el Testigo, el Líder y el Comandante para los pueblos, las naciones (Ap. 1:5; 3:14a; Hch. 5:31a; Ap. 19:11-21).

  • Ser glorificado significa que somos introducidos en Dios y que Dios llega a ser nuestra expresión.

  • Esto es venir al Señor a fin de beber de Él (v. 1).

  • Invocar al Señor es la manera de beber de Él (véase la nota Is. 12:41b).

  • A los ojos de Dios, el malvado, el malhechor, es aquel que no viene a Él para beber de Él (cfr. la nota Ro. 1:53a).

  • Los caminos de Dios y los pensamientos de Dios son que nosotros viniéramos a beber gratuitamente de Él (cfr. Jn. 4:10; 7:37-39; Ap. 22:17). Véase la nota Is. 55:11.

  • O, vacía.

  • Dios envió Su Palabra para que riegue a Su pueblo (v. 10), lo santifique (Jn. 17:17; Ef. 5:26), lo transforme (2 Co. 3:18) y lo conforme a Su imagen (Ro. 8:29) a fin de que el Cuerpo de Cristo sea edificado.

  • Lo que Dios está realizando en Su pueblo al enviar Su palabra (vs. 10-11) será a Dios por nombre (memorial) y por señal eterna (prueba contundente) que nunca será borrada.

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