Las cosas mencionadas en los vs. 22-24 son celestiales y espirituales, en contraste con las cosas terrenales y materiales mencionadas en los vs. 18-19. Estas cosas representan el lado de la gracia, donde los primogénitos y los espíritus de los hombres justos son salvos por gracia. Los que estaban bajo el antiguo pacto se acercaban a la ley, mientras que nosotros los cristianos, quienes estamos bajo el nuevo pacto, nos acercamos a la gracia. Por lo tanto, no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia (Ro. 6:14). Este pasaje (vs. 18-24), tal como Gá. 4:21-31, nos muestra que no estamos bajo la esclavitud de la ley, sino bajo la libertad de la gracia para ser los herederos, los que reciben la herencia. ¡Ésta es nuestra primogenitura! No debemos abandonar esto apartándonos de la gracia (v. 15), sino que debemos tener la gracia (v. 28). Las cosas que están del lado de la gracia son celestiales, pero no todas están en los cielos ahora. Muchos primogénitos de la iglesia todavía están en la tierra, mientras que los espíritus de los hombres justos, los cuales son los santos del Antiguo Testamento, están en el Paraíso, donde está Abraham (Lc. 16:22-23, 25-26), adonde el Señor Jesús y el ladrón que fue salvo fueron después de morir en la cruz (Lc. 23:43).
Ninguna de las seis cosas mencionadas en el lado de la ley es placentera. Primero, hay un monte que ardía en fuego. ¿Quién podía acercarse a tal lugar? Luego tenemos la oscuridad, las tinieblas y el torbellino. Por último tenemos el sonido aterrador de una trompeta y la solemne y amonestadora voz que hablaba. Todo esto nos presenta un cuadro espantoso. Sin embargo, en el lado de la gracia todo es placentero. Las ocho cosas aquí mencionadas pueden ser consideradas como cuatro pares. El alto monte Sion y la bella Jerusalén celestial son el primer par, y denotan la habitación de Dios y el centro de Su administración universal. ¡Qué lugar tan hermoso! Los ángeles jubilosos que celebran, íntimamente relacionados con los herederos de la salvación a quienes ellos ministran (He. 1:14), y los primogénitos bienaventurados de la iglesia forman el segundo par de la escena. ¡Qué demostración tan maravillosa de una reunión angélica! Ellos celebran el hecho de que los herederos humanos, la iglesia de los primogénitos, participen de la salvación, en las bendiciones del nuevo pacto. Dios, el Juez de todo, y los espíritus de los hombres justos, o sea, los santos antiguotestamentarios (sus cuerpos, no resucitados, no fueron dignos de ser mencionados en esta porción), conforman el tercer par, lo cual muestra que Dios, siendo justo, justifica a los santos justos de antaño debido a la fe que tenían. El amado Señor Jesús, el Mediador del nuevo pacto, que es un mejor pacto, y Su preciosa sangre rociada, la cual habla mejor que la de Abel, componen el último par, lo cual indica que un mejor pacto fue establecido con la mejor sangre de Jesús, que Jesús murió y legó a Sus creyentes este nuevo pacto como un nuevo testamento, y que ahora Él es el Mediador y Albacea de este nuevo testamento, y como tal conduce a los creyentes a conocer en su experiencia todos los hechos benditos contenidos en él. ¡Qué escena tan agradable! ¡Qué contraste con la escena del lado de la ley, donde no se menciona a Dios ni al Salvador, ni siquiera se menciona a los ángeles! Con razón no se ve ninguna persona salva allí. En la escena de la gracia está el Dios que justifica, el Salvador, quien es el Mediador de Su nuevo testamento, y también Su sangre que habla, los ángeles ministradores con la asamblea (la iglesia) de los salvos, y los espíritus de los santos justificados. Por el lado de la ley, la escena termina con el sonido aterrador de una trompeta y con las palabras de advertencia. Por el lado de la gracia, la escena finaliza con un Mediador compasivo y un hablar que vindica a los creyentes. Después de ver tal contraste, ¿quién sería tan insensato para abandonar la gracia y volverse a la ley? Las ocho cosas que están del lado de la gracia no solamente son celestiales y espirituales, sino también eternas. Por lo tanto, aunque el cielo sea conmovido (v. 26), estas ocho cosas, las cuales son eternas, permanecerán (v. 27).