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Capítulos de libros «La Epístola a Los Hebreos»
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  • O, palabra básica. La palabra de los comienzos de Cristo se refiere a los seis asuntos mencionados en este versículo y en el siguiente, los cuales constituyen el fundamento de la vida cristiana:
    1) el arrepentimiento de obras muertas,
    2) la fe en Dios,
    3) la enseñanza de bautismos,
    4) la imposición de manos,
    5) la resurrección de los muertos
    6) el juicio eterno. Estos seis puntos forman tres pares. El primer punto de cada par se refiere a nuestra salida de una situación negativa, y el segundo habla de nuestra entrada en las cosas positivas.
    El arrepentimiento significa volverse de las obras muertas; la fe significa entrar en Dios. Los bautismos son la separación y la terminación de las cosas negativas; la imposición de manos es la identificación y la comunión con las cosas divinas. La resurrección de los muertos es la salida de la muerte; el juicio eterno es la entrada a la eternidad y al destino eterno.

  • Los comienzos de Cristo incluyen no sólo el principio de la experiencia que los creyentes tienen en Cristo, como por ejemplo, los seis asuntos enumerados en la última mitad de este versículo y en el siguiente, sino también el ministerio inicial de Cristo, es decir, toda Su obra en la tierra, tal como se narra en los cuatro Evangelios. Todos los creyentes salvos ya han experimentado, igual que los creyentes hebreos, los comienzos de Cristo; de ahora en adelante deben proseguir hacia la perfección, hacia la madurez. El Señor tiene la intención de completar este perfeccionamiento en Su ministerio celestial posterior, como lo revela este libro.

  • Lit., seamos llevados. En la experiencia de nuestra vida espiritual, siempre existe, por un lado, lo que el Señor hace, y por otro, nuestra cooperación al seguir en pos de Él. El Señor quiere hacernos madurar, pero nosotros necesitamos cooperar con Él, siendo perfeccionados, madurados.

    El Señor quiere hacernos avanzar, pero nosotros debemos permitírselo. Esto es cooperar voluntariamente con Su obra de gracia. Si queremos ser perfeccionados, es decir, madurados, tenemos que participar con Cristo de lo que ha logrado (He. 1:9; 3:14), ser diligentes en entrar en el reposo sabático que queda (He. 4:9, 11), acercarnos al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar gracia (He. 4:16), y alimentarnos de la comida sólida para disfrutar Cristo como nuestro Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (He. 5:9-10, 14).

  • O, perfección.

  • Bautismos, la misma palabra griega traducida lavamientos en He. 9:10 y Mr. 7:4, se refiere al lavamiento de los utensilios y las vasijas usadas para el servicio de Dios en el tabernáculo o en el templo (Lv. 6:28) y probablemente también al lavamiento de los sacerdotes (Éx. 30:18-21; Lv. 16:4). Este asunto, por supuesto, está relacionado con el trasfondo de los creyentes hebreos. Sin embargo, en principio es el mismo bautismo que el del Nuevo Testamento: ambos significan lavarse de las cosas negativas y terminar con ellas.

  • Es decir, haremos lo mencionado en el v. 1: iremos adelante a la perfección, a la madurez, sin echar otra vez el fundamento.

  • Aquellos que una vez son iluminados y gustan del don celestial y son hechos partícipes del Espíritu Santo y asimismo gustan de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, ya pusieron el fundamento, en el momento en que creyeron. Si ellos recaen y vuelven atrás, no hay necesidad de que echen otra vez el fundamento (v. 1); sólo necesitan seguir adelante, ser perfeccionados, madurados. No es necesario que se arrepientan de nuevo, porque es imposible que sean otra vez renovados para arrepentimiento. El v. 1 indica que esto no es necesario; el v. 4 dice que no es posible; y los vs. 7-8 nos muestran que no es correcto.

  • Aquí el don celestial se refiere a las cosas celestiales que Dios nos dio cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor, cosas tales como Su perdón, justicia, vida divina, paz y gozo.

  • Dios en Su evangelio prometió dar el Espíritu Santo al hombre (Gá. 3:14). Él nos llamó desde los cielos a las cosas celestiales para que fuéramos partícipes de Su Espíritu Santo y tuviéramos parte en Su Espíritu Santo. Es por Su Espíritu Santo que podemos vivir una vida celestial en la tierra y participar de la santidad divina. Como partícipes del Espíritu Santo, participamos de Dios y le disfrutamos. Véase la nota He. 3:141a.

  • En el griego denota la palabra que Dios habla para el momento. Aquí la buena palabra de Dios se refiere a la palabra de los comienzos de Cristo, la cual se menciona en el v. 1 y era la leche que los creyentes hebreos gustaron cuando creyeron en el Señor. Ahora ellos tenían que avanzar a la palabra más profunda, la palabra de justicia (He. 5:13), la cual no está relacionada principalmente con la obra redentora de Dios, sino con el camino de Su economía, y que era el alimento sólido por medio del cual ellos podían alcanzar la perfección, la madurez (v. 1).

  • Poderes aquí se refiere al poder divino, y el siglo venidero se refiere al siglo del reino venidero. El poder divino del reino venidero restaura, renueva y aviva las cosas que se han envejecido (Mt. 19:28). Todos los creyentes, al ser regenerados (Tit. 3:5), gustaron de este poder divino y fueron restaurados, renovados y avivados.

  • Recayeron se refiere al hecho de que los cristianos hebreos se desviaron de la fe cristiana pura al volver a su vieja y tradicional religión judía. En principio esto puede ser aplicado a cualquier cristiano que se desvíe del camino correcto de Dios.

  • Las palabras crucificando y exponiéndole modifican al predicado renovados. Renovar para arrepentimiento significa repetir el arrepentimiento que ya se ha hecho; esto no es necesario. Hacerlo significa crucificar de nuevo al Hijo de Dios y exponerlo a la ignominia.

  • Aquí la lluvia se refiere a las cinco categorías de cosas buenas mencionadas en los vs. 4-5.

  • Las palabras produce hierba presentan una ilustración de haber avanzado a la perfección y a la madurez (v. 1). Los creyentes, como la tierra, son cultivados por causa de Dios para producir a Cristo, como la hierba, hasta la perfección y madurez. Al producir a Cristo ellos participan de la bendición de Dios.

  • En un sentido estricto, los espinos y los abrojos aquí mencionados se refieren a las cosas tradicionales de la antigua religión de los creyentes hebreos.

  • O, rechazada, descalificada, considerada indigna. La misma palabra se usa en 1 Co. 9:27. Si un creyente no es perfeccionado, madurado, sino que recae en las cosas viejas, será reprobado, considerado indigno, por Dios.

  • Los creyentes, una vez salvos, jamás podrían ser una verdadera maldición. Sin embargo, si no cultivan a Cristo, sino que se aferran a las cosas que no agradan a Dios, ellos están próximos a sufrir la maldición de padecer el castigo gubernamental de Dios. (Esto debe relacionarse con la disciplina, o castigo, mencionada en He. 12:7-8). Estar próximo a ser maldecido es muy diferente de sufrir la perdición eterna, lo cual es la verdadera maldición.

  • La tierra jamás podría ser quemada, pero lo que ella produce sí podría serlo. Los creyentes jamás podrían ser quemados, pero todo lo que ellos produzcan que no concuerde con la economía de Dios será quemado. Los creyentes son la tierra cultivada de Dios. Todo lo que ellos cultiven que sea madera, heno y hojarasca, será quemado (1 Co. 3:9, 12).

  • Producir espinos y abrojos (v. 8) no está relacionado con la salvación. Atender a las cosas que hemos oído (He. 2:1), ser diligentes para entrar en el reposo prometido (He. 4:11), acercarnos al trono de la gracia (He. 4:16), y seguir adelante a la perfección, a la madurez (v. 1), son cosas relacionadas con la salvación.

  • Aquí la salvación se refiere a la plena salvación de Dios, es decir a la “salvación tan grande” mencionada en He. 2:3, la cual incluye la salvación mencionada en He. 7:25, la salvación mencionada en Fil. 1:19; 2:12, y la salvación del alma mencionada en 1 P. 1:9. Ser salvo así significa ser librado de estar próximo a la maldición de sufrir el castigo gubernamental de Dios, lo cual vemos en el v. 8.

  • Se refiere a suministrar cosas materiales a los santos necesitados.

  • O, tardos; como en He. 5:11.

  • Estas dos cosas son la promesa y el juramento de Dios (v. 17).

  • Lit., huido intensamente; denota huir a un lugar seguro. Cfr. Hch. 14:6.

  • Como Precursor, el Señor Jesús fue el primero en pasar a través de un mar tempestuoso y entrar en el albergue celestial para ser nuestro Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. Como Precursor, Él es el Autor de nuestra salvación (He. 2:10). Como Precursor, abrió el camino a la gloria, y como Autor, entró en la gloria.

  • Los cielos, en los cuales el Señor Jesús entró, son hoy el Lugar Santísimo detrás del velo. Nuestra esperanza, como un ancla segura y firme, ha entrado ahí, y hoy nosotros podemos entrar allí también en nuestro espíritu (He. 10:19-20).

  • La palabra ancla denota que estamos en un mar tempestuoso y que sin el ancla de esperanza podemos naufragar (1 Ti. 1:19).

  • El Señor Jesús entró en los cielos, en el Lugar Santísimo detrás del velo, como lo menciona el v. 20, y por medio de Él obtenemos el albergue celestial donde nos podemos refugiar, adonde podemos entrar ahora en nuestro espíritu (He. 10:19).

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