Al presentarse como ejemplo a los creyentes, el apóstol abordó el asunto de su apostolado, que le daba la autoridad para enfrentar todos los problemas tratados en este libro, problemas serios con respecto a la vida de iglesia y su comunión. Su manera de tratar estos problemas no sólo se basaba en su enseñanza, sino también en la autoridad inherente a su apostolado. Para tratar con esta situación, él tuvo que mantenerse firme en esta posición y aclarar este asunto a los creyentes corintios. Ellos habían puesto en duda su apostolado y estaban en una situación caótica, mayormente debido a la necedad de su sabiduría mundana, su confianza en sí mismos y su orgullo.
La palabra griega traducida apóstol significa enviado. Un apóstol del Señor es un creyente que Él ha enviado con Su autoridad para predicar el evangelio de Dios, enseñar la verdad divina y establecer iglesias. En la primera sección de Hechos, Pedro y Juan eran esta clase de apóstoles entre los judíos, y en la segunda sección de Hechos, Pablo y Bernabé lo eran entre los gentiles. Después de ellos, otros también llegaron a ser apóstoles, tales como Silas (es decir, Silvano) y Timoteo (1 Ts. 1:1; 2:6). Mientras uno tenga el poder para predicar el evangelio, el don de enseñar la verdad divina y la capacidad para establecer iglesias, está calificado y confirmado para ser un apóstol enviado por el Señor con Su comisión y autoridad.