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Capítulos de libros «La Segunda Epístola de Juan»
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  • El apóstol Juan, al igual que Pedro, era un anciano de la iglesia en Jerusalén antes que la ciudad fuera destruida en el año 70 d. C. (Gá. 2:9 y la nota 1 P. 5:13). Según la historia, Juan, después de regresar de su exilio, permaneció en Éfeso para cuidar de las iglesias de Asia. Así que probablemente él también era un anciano de la iglesia en Éfeso, donde escribió esta epístola.

  • Gr. kuría, la forma femenina de kúrios, que significa señor, amo. Existen diferentes interpretaciones de esta palabra. La más aceptada es la siguiente: esta palabra se refiere a una hermana cristiana notable en algún modo en la iglesia, igual que la frase escogida juntamente en 1 P. 5:13. Es posible que Kuría fuese su nombre, dado que éste era un nombre común en ese tiempo. Algunos afirman que según la historia ella vivía cerca de Éfeso y que una hermana de ella (v. 13) vivía en Éfeso, donde la iglesia estaba bajo el cuidado de Juan. Había una iglesia en su localidad, la cual se reunía en su casa.

  • La misma palabra griega que se traduce verdad. Conforme a la manera en que Juan usa la palabra, especialmente en su evangelio, aquí denota la realidad divina revelada —el Dios Triuno impartido al hombre en el Hijo, Jesucristo— que llega a ser la autenticidad y la sinceridad del hombre, para que el hombre pueda llevar una vida que corresponda a la luz divina (Jn. 3:19-21) y adorar a Dios como Dios lo desea y conforme a lo que Él es (Jn. 4:23-24). Ésta es la virtud de Dios (Ro. 3:7; 15:8) que llega a ser nuestra virtud, por la cual amamos a los creyentes (véase la nota 1 Jn. 1:66, punto 7). Era en esta autenticidad que el apóstol Juan, quien vivía en la realidad divina de la Trinidad, amaba a la persona a quien escribió.

  • Los que no solamente recibieron a Cristo al creer que Él es Dios y hombre, sino que también conocían plenamente la verdad tocante a la persona de Cristo.

  • Denota la realidad divina del evangelio (véase la nota 1 Jn. 1:66), especialmente con respecto a la persona de Cristo como lo revela Juan en su evangelio y en su primera epístola, a saber: Cristo es tanto Dios como hombre, que tiene deidad y humanidad, que posee la naturaleza divina y la naturaleza humana. Como tal, Cristo expresó a Dios en la vida humana y efectuó la redención con el poder divino en la carne humana a favor de los seres humanos caídos a fin de impartirles la vida divina y llevarlos a una unión orgánica con Dios. La segunda y la tercera epístolas recalcan esta verdad. La segunda epístola les advierte a los creyentes fieles que no reciban a los que no permanezcan en esta verdad, es decir, en la enseñanza acerca de Cristo. La tercera epístola exhorta a los creyentes a recibir y ayudar a los que trabajan en favor de esta verdad.

  • En su evangelio y en su primera epístola, con su ministerio remendador que presenta la revelación de la persona de Cristo, el apóstol Juan vacunó a los creyentes contra las herejías relacionadas con la divinidad y humanidad de Cristo. Debido a esta verdad que servía de vacuna, él y todos los que conocieron esta verdad amaban a los que eran fieles a esta verdad (v. 1).

  • La realidad divina, definida en la nota 2 Jn. 1:15. Esta realidad divina, que en realidad es el Dios Triuno, permanece ahora en nosotros y estará con nosotros por la eternidad.

  • Algunos mss. dicen: vosotros.

  • Aquí verdad se refiere a la realidad divina del evangelio, como se definió en la nota 2 Jn. 1:15, especialmente con respecto a la persona de Cristo, quien expresó a Dios y llevó a cabo el propósito de Dios; el amor es la expresión de los creyentes al amarse unos a otros recibiendo y conociendo la verdad. Estos dos asuntos son la estructura básica de esta epístola. En ellos la gracia, la misericordia y la paz estarán con nosotros. El apóstol saludó y bendijo a los creyentes con la gracia, la misericordia y la paz, basándose en el hecho de que estos dos asuntos cruciales estaban presentes entre los creyentes. Cuando andemos en la verdad (v. 4) y nos amemos unos a otros (v. 5), disfrutaremos de la gracia, la misericordia y la paz divinas.

  • La verdad tocante a la persona de Cristo es el elemento básico y central del ministerio remendador de Juan. Cuando él se enteró de que los hijos de la creyente fiel andaban en la verdad, se regocijó grandemente (3 Jn. 1:3-4).

  • La realidad divina, especialmente tocante a la persona de Cristo, como se definió en la nota 2 Jn. 1:15. El Padre nos manda andar en esta realidad, es decir, en la verdad divina hecha real para nosotros de que Jesucristo es el Hijo de Dios (cfr. Mt. 17:5), a fin de que honremos al Hijo como el Padre desea (Jn. 5:23).

  • Véase la nota Jn. 13:341a. Así también en los siguientes versículos.

  • El mandamiento que nos dio el Hijo de amarnos unos a otros (Jn. 13:34). El Padre nos manda andar en la verdad a fin de que honremos al Hijo, y el Hijo nos manda amarnos unos a otros a fin de que le expresemos.

  • Véase la nota 1 Jn. 1:12, párr. 2.

  • Lit., él.

  • Los herejes, tales como los cerintianos, los falsos profetas (1 Jn. 4:1).

  • Es decir, no confiesan que Jesús es Dios encarnado, negando de este modo la deidad de Cristo.

  • Véase la nota 1 Jn. 4:22.

  • Es decir, guardaos, vigilad por vosotros mismos.

  • O, destruyáis, arruinéis.

  • El fruto del trabajo de los apóstoles se relacionaba con la verdad tocante a Cristo, la cual los apóstoles ministraban e impartían a los creyentes. Ser influidos por las herejías referentes a la persona de Cristo significa perder, destruir y arruinar lo precioso de la persona de Cristo que los apóstoles habían forjado en los creyentes. El apóstol les advirtió a éstos que vigilasen por sí mismos para que las herejías no influyeran en ellos y no perdieran lo relacionado con la verdad.

  • Conforme al contexto, especialmente según el v. 9, el galardón completo debe de ser el Padre y el Hijo como el disfrute pleno para los creyentes fieles, quienes permanecen en la verdad tocante a la persona de Cristo y no se desvían de tal verdad por la influencia de las herejías con respecto a Cristo. Esta interpretación se justifica ya que no hay indicio de que este galardón será dado en el futuro, como los galardones mencionados en Mt. 5:12; 16:27; 1 Co. 3:8, 13-14; He. 10:35-36; Ap. 11:18 y Ap. 22:12. Si no somos extraviados por las herejías, sino que permanecemos fieles en la verdad acerca del Cristo maravilloso y todo-inclusivo, quien es Dios y hombre, nuestro Creador y Redentor, disfrutaremos en Él al Dios Triuno al mayor grado posible como nuestro galardón completo, incluso hoy en día en la tierra.

  • Lit., avanza yendo más allá (en un sentido negativo), es decir, va más allá de lo debido, se pasa del límite de la enseñanza ortodoxa acerca de Cristo. Esto está en contraste con el hecho de permanecer en la enseñanza de Cristo. Los gnósticos cerintianos, quienes se jactaban de tener un avanzado modo de pensar con respecto a la enseñanza de Cristo, practicaban esto. Ellos fueron más allá de la enseñanza de la concepción divina de Cristo, negando así la deidad de Cristo. Como consecuencia, ellos no pudieron tener a Dios como salvación y como vida.

  • No la enseñanza que Cristo impartió, sino la enseñanza acerca de Cristo, es decir, la verdad acerca de Su deidad, especialmente tocante a Su encarnación mediante la concepción divina.

  • Tener a Dios equivale a tener al Padre y al Hijo. Mediante el proceso de la encarnación, Dios se impartió a nosotros en el Hijo con el Padre (1 Jn. 2:23) para ser nuestro disfrute y realidad (Jn. 1:1, 14). En el Dios encarnado tenemos al Hijo en Su redención y al Padre en Su vida. De este modo somos redimidos y regenerados para ser uno con Dios orgánicamente a fin de participar de Él y disfrutarle como salvación y como vida. Por consiguiente, negar la encarnación significa rechazar este disfrute divino; en cambio, permanecer en la verdad de la encarnación significa tener a Dios, esto es, al Padre y al Hijo, para que sea nuestra porción en la salvación eterna y en la vida divina.

  • No solamente enseñarla como teoría, sino traer la realidad de la enseñanza.

  • Un hereje, un anticristo (v. 7; 1 Jn. 2:22), un falso profeta (1 Jn. 4:1), alguien que niega la concepción divina y la deidad de Cristo, como lo hacen los modernistas de hoy. Debemos rechazar a una persona así y no recibirla en nuestra casa ni saludarla. De este modo no tendremos ningún contacto con ella ni participación alguna en su herejía, la cual es una blasfemia contra Dios y contagiosa como la lepra.

  • La palabra griega significa estar contento, regocijarse, saludarse; se usaba como saludo o como despedida.

  • Así como llevar a otros la verdad divina del Cristo maravilloso es una obra excelente (Ro. 10:15), así también extender la herejía satánica, la cual contamina la gloriosa deidad de Cristo, es una obra maligna. Esta herejía es una blasfemia contra Dios y una abominación para Él, y también acarrea perjuicio y maldición para el hombre. ¡Nadie que crea en Cristo y sea hijo de Dios debe tener participación alguna en esta maldad! ¡Hasta saludar a una persona tan maligna nos está prohibido! ¡Debemos mantenernos estricta y claramente separados de esta maldad!

  • El apóstol expresa su deseo de tener una comunión más profunda y más rica con este miembro de la iglesia, a fin de que el gozo en el disfrute de la vida divina sea cumplido (1 Jn. 1:2-4).

  • Lit., boca a boca.

  • Algunos mss. dicen: vuestro.

  • Esto indica cuán íntima era la comunión que el anciano, ya avanzado en años, tenía con los miembros de la iglesia así como cuán afectuosamente los cuidaba.

    La amorosa preocupación que el anciano apóstol Juan sentía por los creyentes al llevar a cabo su ministerio remendador con la vida divina del Dios Triuno, tenía como fin que ellos anduvieran en la verdad de Dios. La verdad de Dios consiste en que el Dios Triuno se encarnó para ser el Dios-hombre, Cristo, quien poseía tanto la divinidad como la humanidad, el cual mediante la crucifixión efectuó una redención eterna, y mediante la resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo como la expresión máxima del Dios Triuno procesado, para ser recibido por los que se arrepienten y creen en Él, a fin de ser la vida y el todo para ellos. El anciano apóstol deseaba que los creyentes, mediante el amor divino del Dios Triuno, se amaran unos a otros en esta verdad para expresarle. Esta verdad, esta realidad, vino a ser la autenticidad del andar del apóstol, la virtud divina expresada en su humanidad redimida. Él amaba a los creyentes a quienes cuidaba, con la autenticidad de la virtud divina. Su amor para con los creyentes constituía su vivir, en el cual la realidad, la verdad, del Dios Triuno se unía al amor del Dios Triuno. Basándose en este amor, también esperaba con anhelo que los creyentes a quienes cuidaba fueran lo mismo que él era, para que se amaran unos a otros y no tuvieran nada que ver con los herejes, los que iban más allá de la verdad tocante a la Trinidad. El anciano apóstol deseaba que los creyentes a quienes cuidaba permanecieran siempre en la verdad divina a fin de que disfrutaran al Padre y al Hijo mediante el Espíritu por la eternidad.

  • El hecho de que ella no enviara un saludo tal vez indique que había fallecido.

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