“El Señor Espíritu” puede considerarse un título compuesto, tal como “el Padre Dios” y “el Señor Cristo”. Otra vez, esta expresión claramente demuestra y confirma que el Señor Cristo es el Espíritu y que el Espíritu es el Señor Cristo. En este capítulo, el Espíritu es revelado como Espíritu que escribe (v. 3), Espíritu que da vida (v. 6), Espíritu que ministra vida (v. 8), Espíritu que libera (v. 17), y Espíritu que transforma (v. 18). El Espíritu todo-inclusivo es crucial para los ministros de Cristo y para su ministerio cuya meta es la economía de Dios en el nuevo pacto.
Después de hablar del ministerio del nuevo pacto, el apóstol habló de los ministros del nuevo pacto. Desde el v. 12 hasta el v. 18, describió a los ministros del nuevo pacto como personas cuyo corazón se ha vuelto al Señor, cuyas caras están descubiertas, quienes están disfrutando al Señor como el Espíritu, lo cual los libera de la esclavitud de la ley, y quienes están siendo transformados en la imagen del Señor al mirarlo y reflejarlo. Por medio de tal proceso de transformación ellos son constituidos ministros de Cristo por el Espíritu con los elementos de la persona y la obra de Cristo. Por eso, su persona está constituida de Cristo y con Cristo, y su ministerio consiste en ministrar a Cristo en otros, infundiéndoles al Cristo todo-inclusivo, quien es el Espíritu vivificante que mora en ellos. Todos los creyentes deben imitar a tales ministros para ser la misma clase de persona y para llevar a cabo el mismo tipo de ministerio.