Una de diez divisiones de una antigua legión romana. Estaba compuesta de 600 hombres.
Una de diez divisiones de una antigua legión romana. Estaba compuesta de 600 hombres.
Aquí el Señor dio otro paso en Su obra evangelizadora. Así llegó a otro gentil, a un hombre de Italia, del Imperio romano en Europa. De esta manera la puerta del evangelio les fue abierta a todos los gentiles. Era difícil que los apóstoles y discípulos judíos, por su cultura y costumbres judías, se acercaran a los gentiles (v. 28). Por tanto, éste fue un movimiento extraordinario que requería la participación de un ángel de Dios (v. 3), como cuando Felipe se acercó al etíope, un hombre de África, en Hch. 8:26. En ambos casos el Espíritu les habló a Felipe y a Pedro, respectivamente, de una manera particular (Hch. 8:29; 10:19).
Así como el eunuco etíope, también el centurión romano Cornelio buscaba a Dios, según lo menciona Pablo en Hch. 17:27.
Véase la nota Hch. 10:103a.
Es decir, las tres de la tarde (así también en el v. 30).
Aunque Cornelio era un ser humano caído, pecaminoso y condenado ante Dios como todos los demás, Dios aceptó sus oraciones y sus limosnas, mientras que rechazó las de Caín (Gn. 4:3, 5). Esto quizá se debió al hecho de que Dios, con base en la redención eterna de Cristo y en vista de que Cornelio habría de creer en Cristo en los días venideros, lo perdonó (v. 43) conforme a Su presciencia.
Es decir, las doce del día (cfr. Sal. 55:17).
Una palabra generalmente traducida saborear.
La palabra griega significa sacar algo de su lugar, y se refiere a un estado en el cual un hombre siente que se sale de sí mismo y desde el cual regresa a sí mismo (nota Hch. 12:111), como en un sueño, pero sin dormir. Difiere de una visión, como en los vs. 3, 17, 19, en la cual objetos definidos son visibles a los ojos humanos. Sin embargo, en este éxtasis o trance Pedro tuvo una visión (Hch. 11:5).
Indica que el mover evangélico del Señor en la tierra está bajo Su administración en el trono en el cielo (cfr. He. 8:1; Hch. 7:56). Todos los apóstoles y evangelistas estaban y todavía están llevando a cabo la comisión celestial en la tierra para la propagación del evangelio del reino de Dios.
El objeto semejante a un gran lienzo simboliza el evangelio y su propagación a los cuatro confines de la tierra habitada (Lc. 13:29) para reunir toda clase de personas inmundas (pecaminosas).
En esta señal, comer significa asociarse con la gente (v. 28).
Como se enseña en Lv. 11. La circuncisión, guardar el Sábado y abstenerse de ciertos alimentos son las tres principales ordenanzas de la ley de Moisés que hacen a los judíos distintos y separados de los gentiles, a quienes aquéllos consideran inmundos. Todas estas ordenanzas bíblicas de la dispensación del Antiguo Testamento vinieron a ser un obstáculo para la propagación del evangelio entre los gentiles conforme a la dispensación neotestamentaria de Dios (Hch. 15:1; Col. 2:16).
Véase la nota Hch. 10:103a.
Esto indica que el envío de los tres hombres por parte de Cornelio fue en efecto el mover y actuar del Espíritu por intermedio de Cornelio aún antes de que éste se convirtiera.
En este caso estratégico, Pedro no actuó de manera individualista, sino que actuó junto con algunos de los hermanos, conforme al principio del Cuerpo de Cristo, a fin de que éstos pudieran dar testimonio de la manera en que Dios se relacionaría con los gentiles, esto es: predicándoles el evangelio al hacer que Pedro quebrantase la tradición y las costumbres judías (Hch. 11:12).
Los que temen a Dios y hacen justicia en toda nación todavía forman parte de la humanidad caída. Dios los acepta en vista de la redención de Cristo (véase la nota Hch. 10:41b). Sin Cristo, ningún hombre caído es justificado por sus obras (Ro. 3:20; Gá. 2:16).
Se refiere a todos los hombres (1 Ti. 2:4), no sólo a los judíos, sino también a los gentiles.
Lit., la palabra que ha sucedido. La palabra en griego denota palabras específicas para el momento.
Véase la nota Hch. 2:241.
Lit., hiciese visible.
Véase la nota Hch. 2:241.
Cuando el Cristo resucitado venga, antes del milenio, juzgará a los vivos en Su trono de gloria (Mt. 25:31-46). Esto está relacionado con Su segunda venida (2 Ti. 4:1). Después del milenio, juzgará a los muertos en el gran trono blanco (Ap. 20:11-15). Véase la nota Hch. 17:311a. Esto será la purificación final de la vieja creación contaminada.
Esto prueba que Cornelio, aunque temía a Dios y hacía justicia, y aunque sus oraciones y limosnas habían sido aceptadas por Dios, necesitaba que sus pecados fueran perdonados al creer en Cristo el Redentor (véase la nota Hch. 10:41b y la nota Hch. 10:351).
Hch. 11:15; 15:8; 2:17, 38; Gá. 3:14
De una manera exterior y económica (véase la nota Hch. 1:82). En la casa de Cornelio, cuando ellos creyeron en el Señor, el Espíritu Santo entró en los creyentes en el aspecto esencial de vida y al mismo tiempo cayó sobre ellos en el aspecto económico para impartirles poder. Sin embargo, aquí solamente se hace notar el hecho de que el Espíritu cayó sobre ellos en el aspecto económico porque esto ocurrió exteriormente y otros lo pudieron constatar dado que hablaron en lenguas y magnificaron a Dios (v. 46). El Espíritu entró en ellos de manera silenciosa e invisible. Ellos recibieron ambos aspectos del Espíritu Santo directamente de Cristo, la Cabeza, sin que hubiese ningún intermediario, antes de que otros miembros del Cuerpo de Cristo los bautizaran en agua. Esto indica claramente que la propagación del evangelio del reino de Dios a los gentiles provino del Señor, y que la Cabeza del Cuerpo bautizó a los creyentes gentiles directamente en Su Cuerpo, sin que ningún miembro de éste les impusiera las manos, en contraste con el caso de los creyentes samaritanos y el de Saulo de Tarso (Hch. 8:17; 9:17).
Por Dios, desde el Cristo todo-inclusivo, resucitado y ascendido (véase la nota Hch. 2:172c).
El Espíritu Santo mismo, y no algo del Espíritu Santo dado a los creyentes como un don (véase la nota Hch. 2:386d).
Hablar en lenguas no fue el único resultado de recibir el Espíritu Santo económicamente, porque en este caso el magnificar, es decir, el alabar a Dios, fue un resultado de ello, como también lo fue el profetizar en el caso de los doce creyentes de Éfeso (Hch. 19:6). Por tanto, hablar en lenguas no constituye la única evidencia de recibir el Espíritu Santo en el aspecto económico; tampoco es una evidencia necesaria, porque hay por lo menos un caso en el cual se recibió el Espíritu Santo económicamente, el de los creyentes samaritanos (Hch. 8:15-17), donde no se menciona el hablar en lenguas. Tampoco en el caso de Saulo de Tarso (Hch. 9:17) se hace mención del hablar en lenguas, aunque más tarde, en 1 Co. 14:18, él nos dijo que sí hablaba en lenguas.
La misma expresión usada en Lc. 1:46.
Al igual que los primeros apóstoles y los creyentes judíos en el día de Pentecostés (Hch. 2:4), los creyentes gentiles que estaban en la casa de Cornelio también recibieron el Espíritu Santo en el aspecto económico directamente de la Cabeza ascendida. Únicamente estos dos ejemplos del Nuevo Testamento son considerados como el bautismo en el Espíritu Santo (Hch. 1:5; 11:15-16). Mediante estos dos pasos la Cabeza del Cuerpo bautizó a todos Sus creyentes, tanto judíos como gentiles, de una vez por todas en un solo Cuerpo (1 Co. 12:13). Por consiguiente, el bautismo en el Espíritu es un hecho ya cumplido que el Cristo ascendido llevó a cabo en el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio. Ninguno de los otros casos —los creyentes samaritanos en el Hch. 8 , Saulo de Tarso en el Hch. 9 y los doce creyentes efesios en el Hch. 19 — es considerado el bautismo en el Espíritu Santo conforme a la revelación del Nuevo Testamento. Estos casos solamente fueron experiencias que los creyentes tuvieron del bautismo efectuado una sola vez y para siempre en el Espíritu Santo.
En este libro solamente se mencionan cinco casos relacionados con el hecho de que los creyentes recibieran el Espíritu Santo en el aspecto económico, es decir, con el hecho de que el Espíritu Santo cayera sobre ellos. Dos de ellos tienen como fin la realización del bautismo en el Espíritu Santo. Estos casos ocurrieron el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio. Los otros tres —el caso de los creyentes samaritanos, el de Saulo de Tarso y el de los doce creyentes en Éfeso— son considerados extraordinarios, dado que fue necesario que algunos miembros del Cuerpo de Cristo, mediante la imposición de manos, los identificaran con el Cuerpo. Aparte de estos cinco casos, en muchas conversiones, no se hace mención de que los creyentes recibieran el Espíritu Santo en el aspecto económico —esto es, de que el Espíritu Santo cayera sobre los creyentes—, como por ejemplo en los casos de los tres mil (Hch. 2:41), los cinco mil (Hch. 4:4), el eunuco etíope (Hch. 8:36, 38-39a), la multitud de Antioquía que creyó (Hch. 11:20-21, 24), los diversos casos de los Hch. 13 y Hch. 14 bajo el ministerio de la predicación de Pablo, a saber, Lidia en Filipos (Hch. 16:14-15), el carcelero de Filipos (Hch. 16:33), los creyentes de Tesalónica (Hch. 17:4), los creyentes de Berea (Hch. 17:10-12), los creyentes de Atenas (Hch. 17:34), el principal de la sinagoga y muchos otros creyentes de Corinto (Hch. 18:8), y los creyentes de Éfeso (Hch. 19:18-19). No se habla de que recibieran el Espíritu Santo en el aspecto económico debido a que en todos esos casos los creyentes fueron introducidos en el Cuerpo de Cristo de una manera normal al creer y no había necesidad de que algún miembro del Cuerpo de Cristo los ayudara a identificarse con el Cuerpo mediante la imposición de manos. Conforme al principio de la economía neotestamentaria de Dios, todos debieron haber recibido el Espíritu Santo en el aspecto esencial de vida y en el aspecto económico de poder de una manera normal al creer en Cristo.
Véase la nota Hch. 8:361.
Cfr. en el nombre, en Hch. 8:16.
También véase la nota acerca de la preposición griega εις, que en este versículo se traduce “en”.
El nombre denota la persona (véase la nota Mt. 28:195). Ser bautizado en el nombre de Jesucristo consiste en ser bautizado en la persona de Cristo (Ro. 6:3; Gá. 3:27), lo cual también consiste en ser bautizado en la esfera de Su persona (véase la nota Hch. 2:383).