O, Melita.
O, Melita.
O, bárbaros (así también en el v. 4); se refiere a quienes no hablaban griego ni latín, pero que no eran necesariamente incivilizados.
Lit., bestia. Los médicos usaban este término para referirse a las serpientes venenosas. (La misma palabra se usa en el v. 5).
Gr. Dike, quizá una referencia a la diosa de la mitología griega, quien se encargaba de hacer justicia.
El apóstol no era un dios, en contra de lo que creían los curiosos y supersticiosos naturales del lugar. Más bien, en su vida y en su ministerio él expresaba al Dios verdadero, quien en Jesucristo había pasado por los procesos de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección, y quien, como Espíritu todo-inclusivo, vivía entonces en él y por medio de él.
En el mar, en medio de la tormenta, el Señor hizo al apóstol no sólo dueño de sus compañeros de viaje (Hch. 27:24), sino también su garantía de vida y consolador (Hch. 27:22, 25). Ahora, en tierra y en paz, el Señor lo hizo además no sólo una atracción mágica ante los ojos de los supersticiosos (vs. 3-6), sino también un sanador y motivo de gozo para ellos (vs. 8-9). Durante el largo y desafortunado viaje y encarcelamiento del apóstol, el Señor lo guardó en la esfera de Su ascensión junto a Él y lo capacitó para que viviera una vida muy por encima del dominio de la ansiedad. Esta vida estaba revestida de dignidad y poseía el nivel más alto de las virtudes humanas que expresaban los más excelentes atributos divinos. Fue una vida que se parecía a la que el Señor mismo había vivido en la tierra años antes. ¡Éste era Jesús viviendo otra vez en la tierra en Su humanidad divinamente enriquecida! ¡Éste era el maravilloso, excelente y misterioso Dios-hombre, quien vivió en los Evangelios, y siguió viviendo en Hechos por medio de uno de Sus muchos miembros! ¡Éste era un testigo vivo del Cristo encarnado, crucificado y resucitado, a quien Dios exaltó! Durante la navegación, Pablo vivió y magnificó a Cristo (Fil. 1:20-21). ¡Por eso lo honraron a él y a sus compañeros con muchas atenciones (v. 10), es decir, con el mayor respeto y gran consideración! Los hombres debían honrar con tal respeto y consideración a un embajador enviado por Dios.
Gr. Dióskouroi, los hijos gemelos de Zeus, Cástor y Pólux, las deidades guardianas de los marineros. Una figura de estas deidades estaba sujeta a la popa.
Es decir, de Roma.
La calurosa bienvenida de los hermanos de Roma y el cuidado amoroso de los de Puteoli (vs. 13-14), muestran la hermosa vida del Cuerpo que existía en los primeros días entre las iglesias y los apóstoles. Esta vida formaba parte de la vida del reino celestial en la tierra entenebrecida por Satanás y habitada por el hombre. Aparentemente, el apóstol, como prisionero en cadenas, había entrado en la región de la oscura capital del imperio usurpado por Satanás; en realidad, como embajador de Cristo y con Su autoridad (Ef. 6:20; Mt. 28:18-19), había entrado en otra parte de la participación de la vida del Cuerpo que tenía la iglesia de Cristo en el reino de Dios en la tierra. Mientras sufría persecución de parte de la religión en el imperio de Satanás, Pablo disfrutaba la vida de iglesia en el reino de Dios. Esto representaba un consuelo y un aliento para él.
Un lugar a más de 60 kilómetros de Roma.
Un lugar a más de 45 kilómetros de Roma.
Esto indica que el apóstol era muy humano. Aunque fue alentado directamente por el Señor (Hch. 23:11) y fue muy valiente durante todo su viaje (Hch. 27:22-25, 33-36), la calurosa bienvenida de los hermanos hizo que cobrase ánimo. Fue en su humanidad elevada con sus virtudes humanas que Cristo y Sus atributos divinos fueron expresados durante su travesía. Pablo magnificó a Cristo siempre en medio de su situación adversa (Fil. 1:20).
Véase la nota Hch. 1:1361.
Véase la nota Hch. 1:34.
Dios el Padre les dijo esto a los obstinados hijos de Israel en Is. 6:9-10. En Mt. 13:14-15 Dios el Hijo citó estas palabras a los judíos que le rechazaban. Y ahora Dios el Espíritu, por medio del apóstol, las repitió al pueblo que tenía un corazón endurecido. Esto indica que en cada mover de la Trinidad Divina los hijos de Israel fueron desobedientes al Dios de la gracia; por lo cual, Él se volvió a los gentiles para llevar a cabo Su economía neotestamentaria en lo tocante a la propagación de Su reino para la edificación de las iglesias mediante la propagación del Cristo resucitado y ascendido (v. 28).
Es decir, entorpecido.
Muchos mss. omiten este versículo.
Durante este tiempo el apóstol escribió las epístolas a los colosenses (cfr. Col. 4:3, 10, 18), a los efesios (cfr. Ef. 3:1; 4:1; 6:20), a los filipenses (cfr. Fil. 1:7, 14, 17) y a Filemón (cfr. Flm. 1:1, 9). Según Fil. 1:25; 2:24 y Flm. 1:22, Pablo esperaba ser liberado del encarcelamiento. Es probable que después de estos dos años fuera liberado y visitara Éfeso y Macedonia (1 Ti. 1:3). Además, visitó Creta (Tit. 1:5), Nicópolis (Tit. 3:12), Troas y Mileto (2 Ti. 4:13, 20). Véase la nota 2 Ti. 4:62b.
Es decir, recibía con una bienvenida, como en Lc. 8:40.
Aquí termina el cuarto viaje ministerial del apóstol, el cual comenzó en Hch. 27:2.
El reino de Dios es uno de los asuntos que más se recalca en este libro. Este escrito de Lucas empieza (Hch. 1:3) y termina hablando del reino de Dios.
En realidad, este libro no concluyó, sino que quedó abierto a fin de que se le añadiera más. Tal vez la razón haya sido que la obra del Espíritu Santo en cuanto a predicar a Cristo para que se propagara, multiplicara y extendiera por medio de los creyentes de Cristo aún no estaba completa y debía ser continuada por un tiempo prolongado. Esta obra evangélica de propagar, multiplicar y extender a Cristo está en conformidad con la economía neotestamentaria de Dios a fin de que muchos hijos de Dios sean producidos (Ro. 8:29) para ser miembros de Cristo que constituyan Su Cuerpo (Ro. 12:5) a fin de que el plan eterno de Dios sea llevado a cabo y Su voluntad eterna sea cumplida. Esto es revelado detalladamente en las veintiuna epístolas y en el libro de Apocalipsis, que vienen a continuación de este libro. La iglesia producida por la propagación y multiplicación de Cristo es la esfera en la cual Dios se expresa y reina en Cristo; por consiguiente, la iglesia viene a ser el reino de Dios. El reino de Dios, junto con la propagación y multiplicación de Cristo, crece y se extiende a partir de la vida de Dios. El libro de Hechos es una narración de la propagación de Cristo y también una historia del reino de Dios, porque el reino de Dios es la expansión de Cristo. El evangelio tan ampliamente predicado en este libro es el propio Cristo como evangelio (Hch. 5:42), el evangelio de Cristo, y es también el reino de Dios como evangelio (Hch. 8:12), el evangelio del reino de Dios. La predicación de tal evangelio continuará y se extenderá hasta que toda la tierra llegue a ser el reino de Cristo (Ap. 11:15).
En los cuatro Evangelios, Dios se encarnó, pasó por el vivir humano, murió y resucitó, completando así a Cristo, quien es la corporificación del Dios Triuno (Col. 2:9). En Hechos, la corporificación de Dios, como Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), hace que Cristo se propague en Sus creyentes, es decir, forja al Dios Triuno procesado en Su pueblo escogido, redimido y transformado, para que constituya la iglesia, mediante la cual Dios puede expresarse. El producto final de la iglesia será la Nueva Jerusalén en la eternidad futura, la cual será la expresión eterna de Dios en plenitud, y también el reino eterno de Dios, la esfera donde Él reinará en Su vida divina en la eternidad por los siglos de los siglos. Esto debería ser la realidad y la meta de toda predicación del evangelio hoy en día.