El templo reemplazó al tabernáculo como morada de Dios en la tierra. El templo representa, primero, al Cristo encarnado, la corporificación de Dios (Col. 2:9), como morada de Dios en la tierra (Jn. 2:19-21; 1:14). Además, el templo representa a la iglesia —en la que están incluidos todos los creyentes, los miembros de Cristo— como agrandamiento de Cristo para ser morada de Dios en la tierra (1 Co. 3:16-17; 6:19; Ef. 2:21-22). Cristo y la iglesia son uno, a saber, Cristo es la Cabeza y la iglesia es el Cuerpo (Ef. 1:22-23; Col. 1:18a). El Cuerpo es el agrandamiento de la Cabeza para la morada de Dios. Por tanto, la morada de Dios en Cristo es la morada de Dios en la iglesia.
Salomón y el templo edificado por él tipifican a Cristo y Su Cuerpo, la iglesia, respectivamente como el centro, la realidad, de la economía eterna de Dios y como la meta de dicha economía. Puesto que Salomón y el templo desempeñan un papel principal en la historia de Israel y abarcan gran parte de dicha historia, ellos son evidencia contundente de que la historia de Israel guarda estrecha relación con el cumplimiento de la economía eterna de Dios en el Antiguo Testamento referente a la tipología. Esto es un claro indicio de que los libros de historia fueron redactados con la perspectiva de la economía eterna de Dios concerniente a Cristo y la iglesia.
El templo fue edificado en terreno del monte Sion, llamado el monte Moriah, que fue donde Abraham ofreció en sacrificio a Isaac (Gn. 22:2) y donde David ofreció su sacrificio a Jehová (1 Cr. 21:18-30; 22:1; 2 Cr. 3:1). Esto constituye indicio adicional de que la Biblia es un relato concerniente a la economía de Dios. Isaac tipifica a Cristo, quien fue crucificado en el mismo lugar donde Isaac fue ofrecido en sacrificio a Dios (véase la nota Gn. 22:21 y la nota Mr. 10:11).