Véase la nota al encabezamiento de Sal. 32.
Véase la nota al encabezamiento de Sal. 32.
Sal. 50 título
Este salmo trata sobre la desolación de la casa de Dios. Después de haber alcanzado el disfrute más elevado de Dios en Su casa y en Su ciudad al final del Libro Dos, el salmista perdió tal disfrute, y la casa de Dios fue desolada, según se describe en este salmo. Los vs. 1-11 son la dolorosa presentación que el salmista hace de las perpetuas ruinas en el santuario de Dios y del daño hecho al mismo (v. 3). El templo, la casa de Dios, fue desolado a tal extremo que fue quemado (vs. 7-8), y la ciudad alrededor estaba en ruinas (2 Cr. 36:19). La razón intrínseca para tal desolación fue que Cristo dejó de ser exaltado por el pueblo de Dios; ellos dejaron de darle la preeminencia, el primer lugar, en todo (Jer. 2:13; cfr. Col. 1:18; Ap. 2:4 y la nota 2). El problema de la desolación es resuelto cuando Cristo es debidamente apreciado y exaltado por el pueblo de Dios (véase la nota Sal. 80:171). El disfrute de Dios en la casa y en la ciudad de Dios puede ser mantenido y conservado únicamente cuando Cristo es debidamente apreciado y exaltado por el pueblo de Dios.
Los vs. 1-2 indican que el salmista estaba preocupado por dos cosas que habían sido dañadas: el pueblo de Dios y la morada de Dios. Al respecto, el salmista se sentía profundamente desilusionado.
Los vs. 12-23 son un clamor desesperado a favor de los intereses de Dios (v. 22a), el cual apela a Su poder (vs. 13-17) y tiene como base Su fidelidad a Su pacto (v. 20). Éste es un ejemplo de la mejor clase de oración. A la postre, Dios prestó oído a esta oración e intervino a fin de restaurar el santuario en ruinas (Esd. caps. 1—6).
Probablemente el cocodrilo.