Los vencedores serán sacerdotes, quienes se acercan a Dios y a Cristo, y reyes, quienes reinan sobre las naciones junto con Cristo en el milenio (Ap. 2:26-27; 12:5). Como sacerdotes, ellos satisfacen a Dios y a Cristo, quienes disfrutan de su servicio, y como reyes reinan por Dios y lo representan, pastoreando al hombre para el deleite y la satisfacción de éste. Ésta es una recompensa para los vencedores. Los creyentes que sean derrotados en esta era perderán esta recompensa. Sin embargo, después de ser disciplinados por el Señor en el milenio, los creyentes derrotados tendrán parte en la bendición de esta recompensa, la cual consistirá en servir a Dios y representarle en el reinado en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad (Ap. 22:3, 5).