Esto se refiere a la crucifixión de Cristo, que puso fin a la vieja creación, incluyendo al gobierno humano en la vieja creación, e hizo germinar la nueva creación de Dios por medio de la resurrección de Cristo (1 P. 1:3), con el reino eterno de Dios como administración divina en la nueva creación de Dios. Por tanto, la cruz de Cristo es la centralidad y universalidad de la obra de Dios.
El libro de Daniel tiene una característica particular: traza las líneas demarcatorias de las eras. Primero, la crucifixión de Cristo en Su primera venida es el hito que marca el fin de la era de la vieja creación para la germinación de la era de la nueva creación en la resurrección de Cristo. En Su crucifixión, Cristo, el postrer Adán, puso fin a la vieja creación (2 Co. 5:14), y en Su resurrección Él llegó a ser el Espíritu germinador, el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), a fin de hacer germinar a todo el pueblo escogido de Dios en Su resurrección (Jn. 12:24; 1 P. 1:3) para que éste sea la nueva creación de Dios (2 Co. 5:17; Gá. 6:15). Esta nueva creación comienza con quienes creen en Cristo, los cuales son hijos de Dios (Gá. 3:26) y miembros de Cristo que constituyen Su Cuerpo (1 Co. 12:27). Este Cuerpo crecerá (Ef. 4:13-16) y, con el tiempo, consumará en la Nueva Jerusalén (Ap. 21; Ap. 22). Segundo, la manifestación venidera de Cristo junto con Sus vencedores, que son Su novia, será el hito que pondrá fin a la era del gobierno humano sobre la tierra en la vieja creación y que dará inicio a la era del dominio de Dios sobre toda la tierra en el milenio así como en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad (Dn. 2:34-35, 44; 7:13-14). Aunque en Su primera venida Cristo puso fin, en términos espirituales, a la vieja creación mediante Su muerte en la cruz, el gobierno humano que comenzó con Nimrod continúa existiendo. Por esta razón existe la necesidad de la segunda venida de Cristo, en la cual Cristo eliminará, en términos físicos, el gobierno humano en la vieja creación y traerá el reino universal y eterno de Dios. Por medio de la venida de Cristo en estos dos aspectos y mediante el gobierno de los cielos sobre todo entorno terrenal, Cristo, quien es la centralidad y universalidad de la economía de Dios y del mover de Dios, llegará a ser la centralidad y universalidad de los elegidos de Dios, incluyendo a Israel y la iglesia.