Con respecto a los vs. 34-35, véanse las notas de Mt. 5:13 y la nota Mr. 9:501.

Con respecto a los vs. 34-35, véanse las notas de Mt. 5:13 y la nota Mr. 9:501.
Lo que el Señor dijo aquí y en el v. 31 indica que seguir al Señor como una carrera, requiere que nosotros dediquemos a ella todo lo que tenemos y todo lo que podamos hacer; de otro modo, fracasaremos, y nos convertiremos en la sal insípida que va a ser arrojada del dominio glorioso a una esfera de vergüenza (vs. 34-35).
El propósito de la cruz no es causar sufrimiento, sino poner fin a la persona. Los creyentes en Cristo han sido crucificados (aniquilados) juntamente con Él (Gá. 2:20; Ro. 6:6). Después de ser orgánicamente unidos a Él por fe, deben permanecer en la cruz, manteniendo a su viejo hombre bajo la obra aniquiladora de la cruz (cfr. Ro. 6:3; Col. 2:20-21). Esto es llevar su propia cruz. Cristo primero llevó la cruz, y luego fue crucificado (Jn. 19:17-18). Pero los creyentes primero son crucificados, y luego llevan la cruz para permanecer en la muerte de su viejo hombre, experimentando y disfrutando de este modo a Cristo como su vida y su suministro de vida.
En los vs. 26-33 el Señor les manifestó a las multitudes que iban con Él (v. 25) el costo de seguirle. Recibir la salvación significa ser salvo (Lc. 13:23); seguir al Señor es disfrutarle como la bendición de la salvación de Dios. Esto requiere que uno renuncie a todo, aun a su propia vida, y lleve su cruz (vs. 26-27, 33).
Con la maligna intención de acusarle (Mr. 3:2).
Esta gran cena es diferente de la fiesta de bodas de Mt. 22:2-14, la cual era la recompensa del reino. Esta gran cena es la plena salvación de Dios. Dios, el hombre de este versículo, preparó Su plena salvación como una gran cena y envió a los primeros apóstoles como esclavos Suyos para invitar a los judíos (vs. 16-17). Pero como ellos estaban ocupados con sus riquezas, tales como la tierra, el ganado o una esposa, rechazaron la invitación (vs. 18-20). Entonces Dios envió a los apóstoles para invitar a la gente de la calle: los pobres, los mancos, los ciegos y los cojos. Debido a su pobreza y miseria, ellos aceptaron la invitación de Dios (vs. 21-22a). Pero en la salvación de Dios todavía había lugar para más personas; por tanto Él envió a Sus esclavos más lejos aún, al mundo gentil, representado por los caminos y los vallados, para forzar a los gentiles a entrar a la casa de Su salvación y llenarla (vs. 22-23; Hch. 13:46-48; Ro. 11:25).
Se refiere a la resurrección de vida (Jn. 5:29; Ap. 20:4-6), cuando Dios recompensará a los santos (Ap. 11:18) al regresar el Señor (1 Co. 4:5).
Éstas son las personas a quienes Dios invitó a Su salvación (v. 21).
Algunos mss. dicen: hijo.
Una enfermedad que hace que el cuerpo se hinche debido al líquido que se acumula en las cavidades y los tejidos. Esto representa la anomalía de la vida interior, que causa la muerte espiritual delante de Dios.
Los creyentes en Cristo son la sal de la tierra usada por Dios para matar y eliminar la corrupción de la tierra. El sabor de ellos depende de que renuncien a las cosas terrenales. Cuanto más renuncien a las cosas de la tierra, más intenso será su sabor. Ellos perderán su sabor si no están dispuestos a renunciar a todas las cosas de la vida presente. Si esto sucede, ellos no serán aptos para la tierra, que es la iglesia, la labranza de Dios (1 Co. 3:9), la cual llega a ser el reino venidero (Ap. 11:15), ni tampoco serán aptos para el estercolero, que representa el infierno, el lugar inmundo del universo (Ap. 21:8; 22:15). Ellos serán echados del reino de Dios, especialmente de la gloria del reino en el milenio (véase la nota Mt. 8:122). Ellos han sido salvos de la perdición eterna, pero, debido a que no han renunciado a las cosas terrenales, pierden su función en el reino de Dios por lo que no sirven para el reino venidero y es necesario apartarlos para que sean disciplinados (véase la nota Lc. 17:321).