En Mt. 19:1 comenzaron el viaje desde Galilea. En Mt. 20:17 estaban en camino, y en Mt. 20:29 pasaron por Jericó. Aquí llegaron al monte de los Olivos, cerca de Jerusalén.
Esto indica que el Señor es omnisciente.
Esto indica que Cristo es el Señor de todo.
Esta cláusula es diferente de la cláusula correspondiente en Mr. 11:3.
Alude a los habitantes de Jerusalén (cfr. Sal. 137:8; 45:12).
Indica la condición humilde y baja en la cual el Rey del reino celestial estaba dispuesto a permanecer.
Los mantos representan las virtudes humanas en la conducta de la gente. Los discípulos honraron al Rey humilde al poner sus propios mantos sobre el asna y el pollino para que Él montara en ellos, y la multitud lo honró al tender sus mantos en el camino para que Él pasara (v. 8).
Ramas de palmera (Jn. 12:13), las cuales representan la vida victoriosa (Ap. 7:9) y la satisfacción que se obtiene al disfrutar del rico producto de esa vida, como se ve en tipología en la Fiesta de los Tabernáculos (Lv. 23:40; Neh. 8:15). La multitud usó tanto sus mantos como las ramas de palmera para celebrar la venida del Rey humilde.
Expresión hebrea que significa sálvanos, te rogamos (Sal. 118:25).
El título regio del Rey humilde.
Los sacerdotes y los escribas obstinados se indignaron, aun después de haber visto las maravillas hechas por el Rey humilde. Su indignación se debió a su propio orgullo y envidia, lo cual les impidió recibir una visión con respecto al Rey celestial.
El Señor en Su última visita a Jerusalén, se quedó allí solamente durante el día por causa de Su ministerio. Cada noche Él iba a posar en Betania, al lado oriental del monte de los Olivos (Mr. 11:19; Lc. 21:37), donde estaban la casa de María, Marta y Lázaro y la casa de Simón (Jn. 11:1; Mt. 26:6). En Jerusalén los líderes del judaísmo lo rechazaron, pero en Betania fue acogido por los que le amaban.
Esto significa que el Señor deseaba recibir fruto de los hijos de Israel, para que Dios fuera satisfecho.
Esto representa la maldición sobre la nación de Israel.
Desde aquel momento la nación de Israel quedó verdaderamente seca.
Lit., palabra.
Esto era una mentira.
Esto indica que el Señor sabía que los líderes judíos no querían decirle lo que sabían; así que Él tampoco les iba a contestar. Ellos le mintieron al decir: “No sabemos”. Pero el Señor sabiamente les habló la verdad, exponiendo la mentira que dijeron y evitando su pregunta.
En Lc. 15:1-2, 11-32, el Señor compara a los líderes del judaísmo con el hijo primogénito, y a los recaudadores de impuestos y los pecadores con el segundo hijo; pero aquí invierte la comparación. Esto indica que los judíos eran los primogénitos de Dios (Éx. 4:22) y que tenían la primogenitura. No obstante, debido a su incredulidad, la primogenitura pasó a la iglesia, la cual ha llegado a ser el primogénito de Dios (He. 12:23).
El Evangelio de Mateo, el libro que habla del reino, subraya la justicia, porque la vida del reino es una vida de rigurosa justicia, la cual debemos buscar (6, Mt. 5:20; 6:33). Juan el Bautista vino en el camino de esta justicia, y el Señor Jesús estuvo dispuesto a ser bautizado por Juan para cumplir tal justicia (Mt. 3:15).
Los profetas enviados por Dios (2 Cr. 24:19; 36:15).
La persecución que sufrieron los profetas del Antiguo Testamento (Jer. 37:15; Neh. 9:26; 2 Cr. 24:21).
Cristo.
Esta frase indica que los líderes judíos, queriendo mantener su posición falsa, tenían envidia de Cristo debido a los derechos que Él tenía.
Cristo fue muerto fuera de la ciudad de Jerusalén (He. 13:12).
Esto se cumplió cuando el príncipe romano, Tito, y su ejército destruyeron Jerusalén en el año 70 d. C.
Los apóstoles.
El reino de Dios ya estaba allí entre los israelitas, pero el reino de los cielos sólo se había acercado (Mt. 3:2; 4:17). Esto prueba que el reino de los cielos es diferente del reino de Dios. (Véase la nota Mt. 5:34b).
La iglesia.
Las naciones, los gentiles, a quienes Cristo herirá y desmenuzará cuando regrese (Dn. 2:34-35). Para los creyentes, Cristo es la piedra del fundamento, Aquel en quien confían (Is. 28:16); para los judíos incrédulos, Él es la piedra de tropiezo (Is. 8:14; Ro. 9:33); y para las naciones, Él será la piedra que las herirá.