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Capítulos de libros «Ezequiel»
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  • Se refiere a la edad de Ezequiel. A la edad de treinta años un sacerdote, un levita, era considerado apto para empezar a servir al Señor (Nm. 4:2-3; 1 Cr. 23:3; cfr. Lc. 3:23). Esta edad representa madurez, lo cual indica que en los asuntos espirituales, especialmente en cuanto a ver las visiones que constan en este libro, es necesaria la madurez en la vida divina (cfr. 1 Co. 2:14-15; 3:1-2).

  • Un río en Babilonia que corre al este del Éufrates y es tributario del mismo. Quebar significa fuerte, poderoso. El río Quebar simboliza el poder que tiene Babilonia para dañar al pueblo de Dios (cfr. Is. 8:7-8). Representa la corriente de la era presente, que aleja de Dios a las personas arrastrándolas a Babilonia. En el libro de Ezequiel hay dos ríos: el río Quebar, mencionado en el cap. 1, y el río que fluye desde el templo, mencionado en el cap. 47. Aquél aleja de Dios al pueblo de Dios y destruye el edificio de Dios; éste introduce a las personas en la vida de Dios y edifica la morada de Dios (cfr. la nota Gn. 2:121).

  • Que se abran los cielos es la visitación especial de Dios (cfr. Gn. 28:11-17; Mt. 3:16-17; Hch. 7:56). El pueblo de Israel había sido dañado por Satanás y llevado lejos al cautiverio; como resultado de esto, los cielos no podían ser abiertos para ellos. Sin embargo, entre los que estaban en cautiverio había un sacerdote, Ezequiel (v. 3), quien buscaba a Dios, contactaba a Dios y estaba conectado a los cielos. Los cielos, por tanto, le podían ser abiertos a él e, incluso, podían descender a la tierra, permitiendo que las cosas celestiales de Dios sean vistas por la gente en la tierra y sean cumplidas entre ellos aquí en la tierra.

  • Las visiones de Dios son Sus revelaciones, las cuales hacen posible que el pueblo de Dios vea las cosas divinas, espirituales y celestiales. Ezequiel vio las visiones celestiales y espirituales en su espíritu (cfr. Ef. 3:3-5; Ap. 1:10; 4:2; 17:3; 21:10) al encontrarse bajo un cielo abierto y presentó estas visiones al pueblo de Dios para que éste fuese recobrado de su cautiverio con miras a la edificación de la morada de Dios. Fue principalmente por medio de las profecías de Ezequiel dadas al pueblo en cautiverio (Ez. 3:10-11) que ellos, a la postre, aborrecieron los ídolos, volvieron sus corazones a Dios y fueron llevados de regreso a su tierra natal después de setenta años.

    La Biblia en su totalidad y el libro de Ezequiel como miniatura de la Biblia revelan que la intención eterna de Dios es impartirse en Su pueblo escogido, con lo cual Dios hace que ellos sean iguales a Él en Su vida, naturaleza e imagen, pero no en Su Deidad, de modo que ellos sean mezclados con Él como una sola entidad y sean juntamente edificados en Él a fin de ser Su habitación eterna: la Nueva Jerusalén. Éste es el punto central de la revelación de la Biblia, así como también de las cuatro visiones presentadas en el libro de Ezequiel.

  • Mientras que el año treinta (v. 1) correspondía a los años contados desde el nacimiento de Ezequiel, el quinto año mencionado aquí corresponde a los años contados desde el año del cautiverio del rey Joaquín (2 R. 24:8-16). Ezequiel también fue llevado al cautiverio ese mismo año. Así pues, a partir de este versículo y hasta el final del libro los años son contados a partir del inicio del cautiverio. Cinco años después de ser llevado al cautiverio, Ezequiel comenzó a ver las visiones presentadas en este capítulo. Durante los años siguientes, él continuó viendo visiones con respecto a la posterior captura de Jerusalén, la cual tuvo lugar en el onceavo año del reinado de Sedequías, quien había reemplazado a Joaquín como rey de Judá (2 R. 24:17-20; 25:1-21). Mientras Ezequiel estaba en cautiverio, fue llevado en el Espíritu de regreso a Jerusalén para que viera los eventos venideros. Antes que Nabucodonosor viniera a Jerusalén, quemara la ciudad, destruyera el templo y llevara a Sedequías al cautiverio, Ezequiel vio todos estos eventos en sus visiones.

  • Dios no solamente quería que Ezequiel contemplara con sus ojos, sino también que oyera con sus oídos (40:4); por tanto, Él le dio Sus palabras junto con Sus visiones. La palabra de Dios dada a Ezequiel no fue una palabra ordinaria, sino una palabra dada expresamente, una palabra especial. Las palabras dadas expresamente por Dios son las que nos permiten entender las visiones así como proclamar y explicar lo que hemos visto (1 Co. 2:9-13).

  • Ezequiel, en calidad de sacerdote, era una persona que vivía en la presencia de Dios, servía a Dios y se mezclaba con Dios. Él estaba en la tierra de cautiverio junto al río Quebar, y no en el templo santo; pese a ello, él ponía su mirada en Dios, oraba a Dios, contactaba a Dios, tenía comunión con Dios y esperaba en Dios. Debido a que Ezequiel era tal clase de persona, los cielos le fueron abiertos, y él vio visiones de Dios (v. 1).

  • Ezequiel significa Dios fortalece, o que Dios fortalezca, y Buzi significa desdeñable o despreciado. Como hijo de Buzi, Ezequiel era un profeta despreciado por la gente y tratado con desdén, pero fue fortalecido por Dios, el Poderoso (heb. El). Como hijo de oprobio, hijo de humillación, Ezequiel fue designado por Dios para que él mismo fuese una señal al pueblo de Israel, una señal de que ellos serían avergonzados (Ez. 12:6, 11; 24:24, 27). Como hombre a quien Dios fortaleció y dio poder, Ezequiel pudo soportar la vergüenza y deshonra a fin de cumplir su ministerio como profeta de Dios, el oráculo de Dios.

  • Caldea es el lugar donde se inició Babel (Gn. 11:1-9). El nombre hebreo Babel equivale al nombre griego Babilonia. Por tanto, Caldea era Babilonia (Ez. 12:13), el lugar donde Satanás instigó la mayor rebelión contra Dios que se haya suscitado entre las personas caídas. Éste también fue el lugar del cual Dios llamó a salir a Abraham a fin de obtener un pueblo escogido (Hch. 7:2-4). En tiempos de Ezequiel, muchos del pueblo escogido por Dios habían sido llevados de regreso a ese mismo lugar.

  • La mano del Señor sigue a la palabra del Señor. Si lo que uno ministra es verdaderamente la palabra de Dios, la mano poderosa de Dios vendrá a continuación para llevar a cabo lo que uno dijo. Que la mano de Dios esté sobre el hombre también tiene por finalidad guiarle e instarle a actuar (cfr. 1 R. 18:46). Después que la mano del Señor vino sobre Ezequiel, él no actuó según sus propias preferencias, sino conforme a la guía y dirección de la mano del Señor.

  • Al igual que toda la Biblia, el libro de Ezequiel usa cosas visibles y físicas para representar cosas espirituales. Aquí el viento tempestuoso es figura del poderoso Espíritu de Dios (Hch. 2:2, 4a). En las Escrituras, el viento tiene tanto un significado negativo como uno positivo. En cuanto a su significado negativo, el viento es símbolo, o señal, del juicio de Dios sobre el hombre (Jer. 49:36; Ap. 7:1). En cuanto a su significado positivo, el viento simboliza al Espíritu Santo que sopla sobre el hombre o al Espíritu Santo que desciende sobre el hombre para hacer que éste posea la vida de Dios (Ez. 37:9-10; Jn. 3:6-8; Hch. 2:2-21). Aquí el viento tempestuoso tiene este significado positivo.

  • Que viene del norte significa que procede de Dios (Sal. 75:6-7a; Is. 14:13). Siempre que Dios nos visita y nos reaviva, Su Espíritu sopla sobre nosotros como un viento poderoso a fin de traer una tempestad espiritual a nuestra vida, a nuestro trabajo y a nuestra iglesia, lo cual hace que no nos sintamos satisfechos, que nos preocupemos por nuestra condición espiritual y que experimentemos un giro en nuestra vida espiritual.

  • Aquí la nube es una figura de Dios como Espíritu que permanece con Su pueblo y lo cubre a fin de cuidar de ellos y manifestarles Su favor (Éx. 13:21; 40:34-35; Pr. 16:15; 1 Co. 10:1-2). Dios viene a nosotros como el viento, pero permanece con nosotros como la nube. Juntos, el viento y la nube, son indicio de que una importante transacción está a punto de suscitarse entre Dios y el hombre.

  • El fuego que vio Ezequiel representa el poder ardiente y santificador de Dios (Dt. 4:24; He. 12:29). Siempre que Dios nos visita, Su fuego santo viene para consumir en nosotros todo lo que no corresponda con Su santa naturaleza y manera de ser. Este fuego ardiente también hace que seamos iluminados con respecto a nuestra condición espiritual delante de Dios. Cuanto más arde en nuestro ser el fuego del Espíritu Santo, más purificados e iluminados somos (cfr. Is. 6:5-7; 1 Jn. 1:7).

  • Esto es según la traducción de la Septuaginta y la Vulgata; otros traducen: metal refulgente. “Una sustancia desconocida; algunos piensan que es una aleación de oro y plata” (Darby). El oro representa la naturaleza de Dios, y la plata representa la redención. El electro, compuesto de los elementos del oro y la plata, representa al Dios-Cordero, el Dios redentor (véase la nota Ap. 22:15f). Que el electro refulgente apareciera en medio del fuego indica que el fuego divino arde con el propósito de que el electro sea manifestado.

    La historia espiritual de un cristiano normal debería ser un ciclo continuo en el que se experimente a Dios como el viento, la nube, el fuego y el electro. Cuanto más experimentamos el viento, la nube y el fuego, más el electro pasa a formar parte de nuestra constitución intrínseca, lo cual hace de nosotros personas llenas del Dios Triuno y que manifiestan Su gloria. El resultado de las transacciones espirituales que conllevan el viento que sopla, la nube que cubre y el fuego que purifica, es el electro refulgente: la expresión radiante del Dios redentor. Cfr. la nota 1 Jn. 1:73b.

  • El uso de “y” al inicio de este versículo indica que además del electro, los cuatro seres vivientes procedían de en medio del fuego. Cuanto más experimentamos a Dios como el viento que sopla, la nube que cubre y da sombra, el fuego ardiente y el electro refulgente, más somos vivificados con la vida divina a fin de llegar a ser los cuatro seres vivientes. El número cuatro guarda relación con la creación de Dios (Is. 11:12; Jer. 49:36; Ap. 7:1) y representa al hombre como criatura de Dios.

  • Los cuatro seres vivientes no son considerados individuos, sino un solo grupo, una sola entidad. Como tal, ellos son la expresión corporativa del hombre que está en el trono (v. 26). Que los cuatro seres vivientes tengan semejanza de hombre y que Dios en el trono también tenga apariencia de hombre indica que tanto el pensamiento central de Dios como lo dispuesto por Él guardan relación con el hombre (Gn. 1:26; Sal. 8:4-8). Según la visión revelada en este capítulo, el hombre es el medio por el cual Dios manifiesta Su gloria, el hombre es el medio por el cual Dios lleva adelante Su mover en la tierra y el hombre es el medio por el cual Dios ejerce Su administración desde el trono. Dios usa el viento, la nube, el fuego y el electro para vivificarnos a fin de obtener al hombre como el medio para Su manifestación, Su mover y Su administración.

  • Véase la nota Ez. 1:101a.

  • Las alas de águila no sólo sirven para moverse, sino que también brindan protección. Todo lo que hacemos y somos tenemos que hacerlo y serlo por la gracia del Señor y por el poder del Señor (1 Co. 15:10; 2 Co. 1:12; 4:7). Al mismo tiempo, estamos bajo la sombra, la cubierta, de la gracia del Señor y del poder del Señor (Sal. 17:8; 57:1; 63:7; 91:4; 2 Co. 12:9b).

    Los seres vivientes tienen semejanza de hombre (v. 5), pero se mueven como águila. Esto indica que siempre tenemos que expresarnos como hombres normales, pero que las alas que se mueven y nos recubren deben dar a otros la impresión que corresponde al Ser Divino, esto es, la impresión de que tenemos a Dios con nosotros como nuestro poder y protección.

  • Los vs. 11b-14 presentan un cuadro claro de la coordinación de los seres vivientes, un cuadro de la vida de iglesia apropiada. Que se unan las dos alas de los seres vivientes tiene por finalidad llevar adelante su mover corporativo en coordinación. Las alas de águila son el medio por el cual ellos coordinan y se mueven como una sola entidad. Esto significa que ellos no realizan su coordinación inmersos en sí mismos, sino en Dios y por el poder divino, la fuerza divina y la gracia divina. Esto es similar a las tablas del tabernáculo que forman un solo edificio al ser unidas por haber sido recubiertas de oro y mediante los anillos de oro (Éx. 26:26-29 y las notas).

  • O, Y sus caras y sus alas se extendían hacia arriba.

  • Cada uno de los seres vivientes tenía cuatro caras (v. 6). La cara de hombre indica que los seres vivientes viven según una humanidad apropiada, la humanidad de Jesús. La cara de león indica que, en relación con el pecado, el mundo y Satanás, los seres vivientes son valientes, fuertes, victoriosos y reinantes (Ap. 5:5; Ro. 5:17). La cara de buey indica que los seres vivientes están dispuestos a llevar cargas, a laborar, e incluso, a sacrificarse ellos mismos (1 Co. 15:10, 58; Hch. 20:24; Fil. 2:30). La cara de águila indica que, en la vida de Dios, los seres vivientes trascienden toda circunstancia, permanecen por encima de éstas y son poderosos (Jn. 6:15; Fil. 4:12-13).

    Los cuatro seres vivientes con sus cuatro caras representan una entidad coordinada y corporativa, el Cristo corporativo (1 Co. 12:12 y la nota 2) como expresión corporativa de Dios entre los seres humanos. Las cuatro caras de los seres vivientes retratan la vida de Cristo según es descrita en los cuatro Evangelios: Mateo muestra a Cristo como un león, el Rey del reino de Dios; Marcos lo presenta como un buey, el Siervo de Dios; Lucas lo describe como un hombre, el Salvador-Hombre; y Juan muestra a Cristo como un águila, Dios mismo (véase la nota Mt. 1:11b, párr. 3). Por tanto, los cuatro seres vivientes son la expresión corporativa de Cristo, quienes en su vivir manifiestan la vida de Cristo corporativamente.

  • Véase la nota Ez. 1:121.

  • Véase la nota Ez. 1:112.

  • Las manos de hombre indican que un cristiano normal y apropiado debe siempre hacer las cosas exactamente como corresponde a un hombre (Hch. 20:34). Aunque nos conducimos y laboramos en la gracia y el poder de Dios (2 Co. 1:12; 1 Co. 15:10), debemos ser muy humanos en nuestro vivir, cooperando con Dios de una manera humana y cumpliendo con nuestras responsabilidades humanas. Esto es ser equilibrados. Que las manos humanas se encuentren debajo de las alas de águila indica que al hacer todas las cosas debemos mantenernos bajo la gracia de Dios y bajo Su cubierta, dependiendo del Señor y expresándolo.

  • Los pies representan el andar. Los pies de un becerro son rectos, lo cual representa que el andar de los seres vivientes no es torcido en conformidad con la habilidad humana, sino recto, franco, fiel y honesto en conformidad con la gracia divina (2 Co. 1:12; 4:2; Mt. 5:37; 21:23-27; 1 Co. 4:21; Gá. 2:11-14). Los pies de un becerro también son hendidos, están divididos, lo cual representa que en su andar los seres vivientes pueden discernir entre lo correcto y erróneo, entre lo limpio e inmundo a los ojos de Dios (Fil. 1:9-10 cfr. la nota Lv. 11:31). Que los pies de los seres vivientes relucieran con el aspecto del bronce bruñido significa que su andar ha sido probado y examinado por el Señor y que éste resplandece, dando luz a otros y poniendo a prueba el andar de ellos (cfr. la nota Ap. 1:151a).

    Un becerro representa lozanía, vitalidad y vigor (cfr. Sal. 29:6; Mal. 4:2). El andar de los seres vivientes es vigoroso, lleno de vida, frescura y novedad, como el de un becerro joven (cfr. Ro. 6:4; 7:6).

  • Éstas deben ser las alas de un águila, pues entre las criaturas representadas por las cuatro caras (v. 10), únicamente el águila tiene alas. En las Escrituras, las alas de un águila representan la gracia, la fuerza y el poder de Dios aplicados a nosotros (Éx. 19:4; Is. 40:31; 1 Co. 15:10; 2 Co. 1:12; 4:7; 12:9).

  • Que los seres vivientes corran como relámpago indica que los seres vivientes —por tener la coordinación apropiada, ser carbones encendidos y antorchas encendidas y poseer el fuego divino que va de un lado a otro entre ellos— no caminarán sino que correrán. Ellos corren porque poseen el poder y el impacto.

  • Que relámpagos salgan del fuego representa el especial resplandor de la luz divina en la iglesia en tiempos de tormentas y oscuridad.

  • Que el fuego sea resplandeciente indica que en su coordinación los seres vivientes manifiestan una condición gloriosa y majestuosa.

  • Lit., éste. El fuego iba de un lado a otro entre los seres vivientes y no estaba estático, sino que siempre se movía, lo cual indica que en su comunión los seres vivientes permiten que Dios, representado por el fuego, se mueva libremente entre ellos.

  • El fruto de la coordinación de los seres vivientes es que ellos se convierten en carbones encendidos, con el Dios santo que arde entre ellos y dentro de ellos como fuego consumidor (He. 12:29; cfr. Éx. 3:2 y la nota 2). Además, se convierten en antorchas encendidas a fin de resplandecer e iluminar (cfr. Ap. 4:5b). Que los carbones ardan y que las antorchas iluminen significa que el fuego santificador se convierte en luz santificadora. Que tanto el Señor en el trono (v. 26) como los seres vivientes tengan la apariencia de fuego indica que los seres vivientes son la expresión del Señor.

  • Que los seres vivientes sigan al Espíritu indica que a fin de lograr la coordinación genuina, tenemos que negarnos a nosotros mismos y andar por el Espíritu (Gá. 5:16, 25) así como andar conforme al espíritu (Ro. 8:4).

  • Lit., en la dirección de sus caras. El mover de los seres vivientes no es individual, sino corporativo. Ellos se mueven como una sola entidad en coordinación. Cada uno de los seres vivientes está orientado en una sola dirección. Al mismo tiempo que ellos están orientados en estas cuatro direcciones, dos de sus alas se extienden y tocan las alas del ser viviente a cada uno de sus lados, formando así un cuadrado. Cuando los seres vivientes se mueven, ninguno de ellos tiene necesidad de voltear; mientras uno de ellos avanza hacia adelante, el ser viviente al extremo opuesto se mueve hacia atrás y los otros dos se mueven de costado (v. 9). Éste es un hermoso cuadro de la coordinación que hay en la iglesia, el Cuerpo de Cristo, coordinación en la que cada miembro tiene su posición y función particulares, o ministerio (Ro. 12:4-8; 1 Co. 12:14-30; Ef. 4:7-16). Cuando un miembro ejerce su función, se mueve “de frente, hacia adelante” para cumplir con su respectiva función, y los otros miembros dan lugar a ello al avanzar en la misma dirección, algunos moviéndose “hacia atrás” y otros moviéndose “de costado”.

    Conforme a la visión de los cuatro seres vivientes, la coordinación de los creyentes como miembros del Cuerpo de Cristo redunda en la expresión corporativa de Dios en Cristo, en el mover de Dios en la tierra y en la administración que Dios ejerce desde el trono, todo lo cual le permite a Dios manifestar Su gloria y llevar a cabo Su propósito eterno y Su plan eterno. A fin de participar en tal coordinación, tenemos necesidad de las experiencias espirituales y el vivir práctico simbolizados por los detalles descritos en los vs. 4-12.

  • La Biblia entera, de Génesis a Apocalipsis, presenta un cuadro completo de la economía de Dios (Ef. 1:10; 3:9; 1 Ti. 1:4) y del mover de Dios sobre la tierra para llevar a cabo Su economía. En el libro de Ezequiel, la economía de Dios y el mover de Dios en Su economía se hallan representados por una rueda. El eje de esta gran rueda representa a Cristo como centro de la economía de Dios, y el aro representa el complemento de Cristo, la iglesia, que consuma en la Nueva Jerusalén. Los radios de la rueda que se extienden del eje al aro representan a los muchos creyentes como miembros de Cristo.

    Que aparezcan las ruedas sobre la tierra junto a los seres vivientes indica que el mover de Dios sobre la tierra sigue la coordinación de los cuatro seres vivientes. El mover que efectúa una rueda implica un mover extraordinario con un determinado propósito; más aún, implica que este mover no es realizado por nuestra propia fuerza.

  • Que las ruedas sean para cada una de las cuatro caras de los seres vivientes indica que si hemos de tener el mover del Señor entre nosotros, es imprescindible que primero expresemos al Señor en nuestro vivir.

  • La apariencia que el Señor tiene en Su mover es la del berilo (Dn. 10:6). Esto indica que dentro del mover de las ruedas se halla la apariencia del Señor.

  • Que las cuatro ruedas tengan la misma semejanza, la misma apariencia, indica que el mover del Señor tiene la misma semejanza y apariencia en cada una de las iglesias (1 Co. 4:17; 7:17; 11:16; 14:33; 16:1; 1 Ts. 2:14 véase la nota Ap. 2:73 y la nota Ap. 1:201).

  • Sobre la base de las experiencias representadas en los vs. 4-21 , el cielo espiritual que está sobre las cabezas de los seres vivientes es diáfano como el cristal, semejante a una gran expansión de cristal asombroso; más aún, este cielo se expande constantemente y es estable, inalterable, como el cristal. En tal situación, nada se interpone entre los seres vivientes y Dios, ni tampoco entre ellos mismos. Así pues, ellos tienen una comunión exhaustiva con el Señor y entre ellos mismos. Para esto es imprescindible mantener una conciencia pura y sin ofensa ante Dios y ante los hombres (Hch. 24:16).

  • Que las alas de los seres vivientes se extendieran derechas significa que al estar bajo un cielo claro y en expansión podemos tener la coordinación adecuada y correcta, una coordinación que es por completo derecha, sin nada torcido. Cfr. la nota Ez. 1:71a.

  • Que las dos alas sirvieran al propósito de cubrir a los seres vivientes indica que en la coordinación no debemos exhibirnos a nosotros mismos, sino escondernos bajo la gracia del Señor (2 Co. 3:5-6; 12:9; Fil. 3:3). Véase la nota Ez. 1:113.

  • La voz que procedía de las alas que se unían la una a la otra es el testimonio de los seres vivientes. Esto indica que la voz del testimonio de cualquier iglesia local tiene que ser la voz de una entidad corporativa y coordinada, o sea, la voz que procede de la coordinación apropiada (cfr. Hch. 2:14). Tal testimonio será prevaleciente, como el estruendo de muchas aguas; más aún, será la voz de Dios mismo y la voz de un ejército que combate en pro de la economía de Dios.

  • Ésta es la voz de Dios. Que los seres vivientes se detuvieran y bajaran sus alas indica que ellos no solamente saben cómo hablar y hacer oír su voz, sino que también saben prestar atención a la voz de Dios (cfr. Éx. 21:5-6; Is. 50:4-5; Lc. 10:38-42).

  • El propósito que cumplen los cuatro seres vivientes no es solamente que el Señor sea manifestado, ni únicamente que el Señor lleve adelante Su mover, sino también que el Señor ejerza Su administración, Su gobierno. El Señor está en medio de ellos y sobre ellos con miras a Su manifestación, Su mover y Su gobierno. En tal situación, Dios no solamente es el Dios de los cielos, sino también el Dios de la tierra (véase la nota Mt. 11:253b). Mediante los seres vivientes, los cielos les son abiertos a la tierra y se unen a ella.

    La presencia del Señor está siempre con Su trono. El trono del Señor está tanto en el tercer cielo como en nuestro espíritu (Ap. 4:2-3; He. 4:16 y la nota 1; cfr. 2 Ti. 4:22). El trono que está encima de la expansión diáfana indica que siempre que tenemos un “cielo despejado” en nuestra vida cristiana y en nuestra vida de iglesia, estaremos sujetos al gobierno que emana del trono. El punto culminante de nuestra experiencia espiritual es tener un cielo despejado con un trono encima del mismo. Llegar a este punto significa que en todas las cosas permitimos que Dios tenga la preeminencia y nos sujetamos completamente a la autoridad y administración de Dios. El trono no tiene como finalidad solamente que Dios reine sobre nosotros, sino también que Dios lleve a cabo Su propósito eterno. Si el trono está presente en nuestra vida espiritual, Dios no sólo nos regirá sino que también podrá cumplir Su propósito en nosotros, con nosotros y a través de nosotros.

  • El zafiro, de color azul, representa la condición celestial existente cuando Dios está presente en una situación particular (Éx. 24:10). Que el trono tuviera la semejanza de una piedra de zafiro muestra la presencia de Dios en una situación celestial.

  • Aquel que está en el trono tiene aspecto de hombre; no obstante, Su apariencia manifiesta la gloria de Jehová (v. 28), lo cual indica que Aquel que se sienta en el trono es tanto Dios como hombre. Éste es Jesucristo, el Dios-hombre, la mezcla de Dios y el hombre. Él era el Dios completo quien se encarnó para ser un hombre (Jn. 1:1, 14). Al poseer la naturaleza humana, Él vivió, murió, resucitó y ascendió en calidad de hombre y, ahora, como Aquel que está en el trono, Él continúa siendo el Hijo del Hombre (Jn. 6:62; Hch. 7:56). Por tanto, a partir de la ascensión del Señor Jesús ha habido un hombre en el trono. Tanto en el milenio como por la eternidad, en el cielo nuevo y la tierra nueva, todavía habrá un hombre en el trono (Mt. 19:28; Ap. 22:1, 3).

    Tal como se halla revelado en la Biblia, el misterioso propósito de Dios en Su relación con el hombre es mezclarse Él mismo con el hombre para llegar a ser igual que el hombre y hacer al hombre igual a Dios en vida, naturaleza y expresión, mas no en la Deidad. El hombre fue creado a imagen de Dios para expresar a Dios y gobernar en representación de Dios (Gn. 1:26-28 y las notas). El que está en el trono y los cuatro seres vivientes tienen, ambos, apariencia de hombre, lo cual indica que los cuatro seres vivientes que están en la tierra son la expresión de Aquel que está en el trono (véase la nota Ez. 1:52b). Esta expresión es la manifestación de Dios en la humanidad (1 Ti. 3:15-16). El Dios que está en los cielos desea ganar al hombre que está en la tierra con miras a Su expresión forjándose en él; más aún, la intención de Dios es forjarse en el hombre a fin de que el hombre esté en el trono. El Señor Jesús, como Pionero y Precursor, abrió el camino para entrar en la gloria y sentarse en el trono (He. 2:6-9), y nosotros, Sus muchos hermanos, ahora le seguimos a Él (He. 2:10-12; Ap. 3:21; 22:5).

  • El aspecto que tiene el hombre en el trono presenta dos facetas: de Sus lomos hacia arriba tiene el aspecto del electro, y de Sus lomos hacia abajo tiene la apariencia de fuego. La sección superior del hombre, de su cintura a su cabeza, es la parte que corresponde a sus sentimientos, sus sensaciones, lo cual representa su naturaleza y su manera de ser. Conforme a Su naturaleza y Su manera de ser, el Señor Jesús en el trono tiene el aspecto del electro, que representa al Dios redentor. La sección inferior del cuerpo del hombre sirve para que éste se movilice. Que de la cintura para abajo este hombre tenga la apariencia de fuego representa el aspecto que tiene el Señor en Su mover acompañado del poder ardiente y santificador de Dios (véase la nota Ez. 1:44).

    Cuando el Señor viene a nosotros, Él viene como fuego a fin de iluminar, escudriñar e incinerar. Después, mediante el fuego, Él llega a ser para nosotros el electro. Después que el Señor como fuego consumidor (He. 12:29) haya incinerado todo lo negativo purgándolo de nuestro ser, permanecerá en nosotros el electro, el Dios redentor. Véase la nota Ez. 1:45d.

  • El arco iris, como resplandor que está alrededor del hombre sentado en el trono, representa el esplendor y gloria que hay alrededor del Señor en el trono. En tiempos de Noé, el arco iris en las nubes era señal de la fidelidad de Dios en guardar Su pacto con el hombre y con toda criatura viviente según el cual Él jamás volvería a destruir la humanidad con un diluvio (véase la nota Gn. 9:131a).

    Podemos considerar que un arco iris se produce al combinar tres colores básicos: el rojo, el amarillo y el azul. El rojo, el color del fuego, se refiere a la santidad de Dios; el amarillo, el color del electro, representa la gloria de Dios; y el azul, el color del trono de zafiro, representa la justicia de Dios. La justicia de Dios, Su santidad y Su gloria son tres atributos divinos que mantienen a los pecadores apartados de Dios (véase la nota Gn. 3:241a). Sin embargo, Cristo vino, murió en la cruz para satisfacer los requerimientos de la justicia de Dios, la santidad de Dios y la gloria de Dios, después de lo cual fue resucitado, y ahora Él es nuestra justicia, santidad y gloria (1 Co. 1:30). Debido a que los creyentes ahora estamos en Cristo, a los ojos de Dios portamos la semejanza de Cristo como justicia, santidad y gloria. Ésta es la apariencia del arco iris como testimonio de la fidelidad de Dios manifestada al librarnos de morir y salvarnos a nosotros, personas caídas, del juicio de Dios sobre los pecadores. En la Nueva Jerusalén, una ciudad cuyos cimientos tienen la apariencia de un arco iris (Ap. 21:19-20), nosotros, la suma total de quienes fueron salvos, seremos un arco iris que refleje el esplendor de la justicia de Dios, la santidad de Dios y la gloria de Dios y que testifique por siempre que nuestro Dios es justo y fiel (véase la nota Ap. 21:191a, párr. 2). Según se halla presentado en este capítulo, la vida cristiana y la vida de iglesia consumarán en tal arco iris y, entonces, el plan eterno de Dios habrá sido llevado a cabo.

  • Que haya una rueda dentro de otra rueda indica que dentro del mover de los seres vivientes está el mover del Señor, esto es, que el Señor se mueve en el mover de ellos (cfr. Jac. 5:17 y la nota). La rueda interna, el Señor como eje, es la fuente de poder para el movimiento de la rueda externa, la iglesia como aro.

  • Que las ruedas puedan avanzar en cuatro direcciones, sin volverse al avanzar, indica que este mover se lleva a cabo en coordinación, sin necesidad de voltear (cfr. la nota Ez. 1:121).

  • En nosotros mismos debemos ser pequeños, pero la rueda al lado nuestro, esto es, el mover de la economía de Dios que está con nosotros, debe ser alto y asombroso (1 Co. 15:9; 2 Co. 11:5; 12:11; Ef. 3:8-11).

  • Los ojos indican visión perspicaz, visión previsora y otras clases de visión. Cuanto más del mover del Señor esté presente con nosotros, más iluminados seremos y mayor será nuestra capacidad de ver.

  • Que las ruedas sigan a los seres vivientes indica que si nos movemos en fe, el Señor seguirá nuestro mover.

  • Las ruedas siguen a los seres vivientes (vs. 19, 21), y éstos siguen al Espíritu, pero el Espíritu está en las ruedas. Esto indica que somos uno con el Señor y que Él es uno con nosotros (1 Co. 6:17). El Señor nos sigue a nosotros, nosotros seguimos al Espíritu, y el Espíritu está en las ruedas.

  • Se refiere a los seres vivientes.

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