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Capítulos de libros «Isaías»
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Mis lecturas
  • Aquel que se le apareció a Isaías en medio de su desilusión por la condición de los hijos de Israel fue Cristo, quien es el Señor, el Rey, Jehová de los ejércitos (v. 5b; Jn. 12:41 y la nota). Sin importar cuál sea la situación en la tierra e independientemente de la corrupción y degradación imperante entre el pueblo de Dios, Cristo todavía está sentado en el trono en Su gloria. La gente ha caído, pero Cristo y Su trono permanecen inalterables en Su gloria. En esta tierra todo cambia y fluctúa, pero Cristo, hoy y siempre, permanece el mismo (He. 13:8). Por tanto, no debiéramos mirar hacia abajo para considerar la situación imperante en la tierra, sino que debemos mirar hacia arriba, a Cristo en el trono (He. 12:2).

  • El largo manto de Cristo representa el esplendor de Cristo en Sus virtudes, esplendor que se manifiesta principalmente en Su humanidad y a través de la misma. Que Cristo vistiera un manto largo indica que Él se le apareció a Isaías en la imagen de un hombre. Cristo es el Dios-hombre poseedor de la gloria divina expresada en Sus virtudes humanas.

  • O, ésta; en referencia a la orla de Su manto.

  • Lit., estaban en pie. Los serafines denotan o representan la santidad de Cristo (v. 3). Ellos estaban allí a favor de la santidad de Cristo.

  • Ésta fue una alabanza hecha a Cristo en Su santidad. En este capítulo, Cristo es visto en Su gloria divina (representada por el humo, v. 4) con Sus virtudes humanas (representadas por la orla de Su manto, v. 1) sostenidas en Su santidad (representada por los serafines firmemente parados, v. 2). La santidad de Cristo está basada en Su justicia (véase la nota Is. 5:162). Debido a que Cristo era siempre justo, Él fue santificado, separado de la gente común (He. 7:26). Cfr. la nota Ap. 4:81b.

  • El significado del hebreo es incierto; la Septuaginta traduce esta frase como: dintel.

  • El estremecimiento de los cimientos representa solemnidad, mientras que el hecho de que el templo se haya llenado de humo representa la gloria que arde en asombro. El humo representa la gloria de Cristo (cfr. Is. 4:5).

  • Todo aquel que verdaderamente ve una visión del Señor en Su gloria es iluminado en su conciencia con respecto a su propia inmundicia (cfr. Lc. 5:8).

  • El carbón encendido procedente del altar representa la eficacia de la obra redentora de Cristo lograda en la cruz.

  • O, expiado. Cuanto más vemos al Señor y somos puestos al descubierto, más somos lavados (1 Jn. 1:7 y la nota 3). Según nuestra conciencia iluminada, estamos limpios, pero según los hechos concretos que corresponden a nuestra situación en la vieja creación, no somos limpios, pues la vieja creación es inmunda (véase la nota Lv. 12:21 y las notas de 1 Jn. 1:8). Después que nuestro cuerpo sea redimido (Ro. 8:23; Fil. 3:21), ya no perteneceremos a la vieja creación. Entonces seremos completamente limpios.

  • Aquí las palabras enviaré y Nosotros indican que Aquel que habla es triuno, que esta persona no es solamente Cristo sino Cristo como corporificación del Dios Triuno. Véase la nota Gn. 1:14, párr. 1.

  • Isaías fue enviado por Cristo, quien está lleno de la gloria divina y las virtudes humanas sostenidas en Su santidad, a un pueblo carente de la gloria divina, que violaba la santidad divina y que era corrupto en cuanto a las virtudes humanas (v. 5). Dios envió a Israel primero a los profetas, después a Su propio Hijo y, finalmente, a los apóstoles del Nuevo Testamento, todo ello en procura de conducir a Su pueblo escogido a un estado en el que vivieran a Cristo (Fil. 1:21a) de modo que expresaran Su gloria divina con Sus virtudes humanas en Su santidad.

  • Lo dicho en los vs. 9-10 indica que no había manera de que el pueblo de Israel fuese sanado y recobrado. Con excepción de lo dicho sobre la simiente santa en el v. 13, la advertencia profética de los vs. 9-13, dada aproximadamente el año 758 a. C., se ha cumplido. Esto comenzó a cumplirse aproximadamente el año 606 a. C. por obra de la invasión babilónica y el consiguiente cautiverio (2 R. 24; 2 R. 25). Esta advertencia fue citada por el Señor Jesús en Mt. 13:14-15 y nuevamente por el apóstol Pablo en Hch. 28:25-27 bajo sus respectivos ministerios a manera de recordatorio para los judíos rebeldes y obstinados. Lo que les fue recordado tanto por el Señor como por el apóstol se cumplió en el año 70 d. C. por obra del ejército romano bajo el mando de Tito (Mt. 23:37-38; 24:2). Además, después del año 70 d. C., esta advertencia se ha cumplido a lo largo de los siglos.

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