Aquel que se le apareció a Isaías en medio de su desilusión por la condición de los hijos de Israel fue Cristo, quien es el Señor, el Rey, Jehová de los ejércitos (v. 5b; Jn. 12:41 y la nota). Sin importar cuál sea la situación en la tierra e independientemente de la corrupción y degradación imperante entre el pueblo de Dios, Cristo todavía está sentado en el trono en Su gloria. La gente ha caído, pero Cristo y Su trono permanecen inalterables en Su gloria. En esta tierra todo cambia y fluctúa, pero Cristo, hoy y siempre, permanece el mismo (He. 13:8). Por tanto, no debiéramos mirar hacia abajo para considerar la situación imperante en la tierra, sino que debemos mirar hacia arriba, a Cristo en el trono (He. 12:2).