El Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo no son dos Espíritus, sino uno solo. Pablo usó estos títulos de modo intercambiable, indicando que el Espíritu de vida que mora en nosotros (v. 2) es el Espíritu todo-inclusivo y vivificante del Dios Triuno en Su totalidad. Dios, el Espíritu y Cristo, los tres de la Deidad, son mencionados en este versículo. No obstante, no son tres los que están en nosotros, sino uno solo, el Espíritu triuno del Dios Triuno (Jn. 4:24; 2 Co. 3:17; Ro. 8:11). El título “el Espíritu de Dios” da a entender que este Espíritu es el Espíritu de Aquel que era desde la eternidad pasada, quien creó el universo y quien es el origen de todas las cosas. El título “el Espíritu de Cristo” implica que este Espíritu contiene la realidad de Cristo, el Encarnado. Este Cristo llevó a cabo todo lo necesario para realizar el plan de Dios. Él consta no sólo de divinidad, la cual poseía desde la eternidad, sino también de humanidad, la cual obtuvo mediante la encarnación. También incluye el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Éste es el Espíritu de Cristo en resurrección, es decir, el propio Cristo que mora en nuestro espíritu (v. 10) para impartirse a Sí mismo, la corporificación del Dios Triuno procesado, en nosotros, como la vida de resurrección y el poder de ésta, para acabar con la muerte que está en nuestra naturaleza (v. 2). De esta manera, hoy en día podemos vivir en la resurrección de Cristo, en Cristo mismo, al vivir en el espíritu mezclado.