Los maestros tienden a introducir diferentes enseñanzas, produciendo así diferentes opiniones y causando problemas y divisiones (cfr. 2 Ti. 4:3; 1 Ti. 1:3-4, 7; Ef. 4:14).
Los maestros tienden a introducir diferentes enseñanzas, produciendo así diferentes opiniones y causando problemas y divisiones (cfr. 2 Ti. 4:3; 1 Ti. 1:3-4, 7; Ef. 4:14).
Todo lo que digamos será juzgado, y nosotros seremos juzgados por nuestras palabras (Mt. 12:36-37).
Un incendio destructivo que tiene poder para extenderse.
Un fuego maligno que proviene de la Gehena y que nos contamina. Como un incendio destructivo, la lengua extiende su destrucción, y como fuego maligno, contamina todo nuestro cuerpo con males originados en la Gehena.
La palabra griega traducida curso se refiere generalmente a cualquier cosa redonda o circular que se mueve o gira como una rueda. En sentido figurado, indica un circuito de efectos físicos, un curso, tal como una órbita alrededor del sol. La palabra traducida vida significa origen, nacimiento, generación. Por consiguiente, la frase podría traducirse la rueda del nacimiento, refiriéndose figurativamente a nuestra vida humana, la cual es puesta en movimiento al nacer y rueda hasta llegar a su fin. La lengua, como fuego maligno proveniente de la Gehena, enciende nuestra vida humana, la cual gira como una rueda desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, de modo que el curso de toda nuestra vida está totalmente bajo la contaminación y corrupción maligna de la lengua.
Representa el lago de fuego (Ap. 20:15). Véase la nota Mt. 5:228d.
Toda naturaleza de bestias sobre la tierra, de aves en el aire, de reptiles en el polvo, y de seres del mar, ha sido domada por la naturaleza del hombre, la cual es más fuerte que todas las naturalezas animales. Sin embargo, ni siquiera la naturaleza humana, siendo tan fuerte, es capaz de domar la lengua.
Por ser un mal turbulento, la lengua nunca cesa de hacer el mal. Está llena de mortífero veneno. El mal y la muerte están a la par de la lengua, la cual disemina el mal y la muerte para contaminar y envenenar a todos los seres humanos. Lo mismo ocurre aun entre los cristianos.
Se refiere a un hoyo o una cueva.
En los vs. 3-12, al hablar del problema representado por la lengua, Jacobo, en su sabiduría con respecto a la vida humana, usó veinte ejemplos: los frenos de los caballos, los timones de las naves, un incendio destructivo, un mundo de injusticia, el fuego que proviene de la Gehena, la rueda del nacimiento, las bestias, las aves, los reptiles, los seres del mar, la naturaleza humana, un mal turbulento, un veneno mortal, una fuente, una higuera, las aceitunas, una vid, los higos, el agua salada (amarga) y el agua dulce. Jacobo era rico en la sabiduría de la vida humana, semejante hasta cierto punto a Salomón, el rey sabio del Antiguo Testamento (1 R. 4:29-34), pero no lo era en la sabiduría de la economía divina. Véase la nota Jac. 1:111.
Lit., a partir de.
Conducta (Fil. 1:27).
Conforme al contexto, la mansedumbre de la sabiduría seguramente denota restringirse al hablar. Esto corresponde a Pr. 10:19. Tal mansedumbre iguala la comprensión y la condescendencia (v. 17), que están en contraste con los celos amargos y la ambición egoísta expresados al jactarse y al mentir (v. 14).
La sabiduría de tener celos amargos y ambición egoísta al jactarse y mentir contra la verdad (v. 14).
Terrenal se refiere al mundo, anímica, al hombre natural, y demoníaca, al diablo y a sus demonios. Estos tres siempre están ligados entre sí.
Esta sabiduría incluye la mansedumbre (v. 13) y las virtudes humanas mencionadas en el resto de este versículo. Todas estas virtudes son características de la perfección cristiana práctica según el punto de vista de Jacobo, perspectiva sujeta a la influencia de los preceptos del Antiguo Testamento con respecto al comportamiento, la moralidad y la ética del hombre (Pr. 4:5-8). Tal sabiduría no llega a la altura de la sabiduría tocante al misterio oculto de la economía neotestamentaria de Dios con respecto a Cristo y la iglesia (1 Co. 2:6-8; Ef. 3:9-11). Véase la nota Jac. 1:111.
O, suave, clemente, gratamente razonable (Fil. 4:5 y la nota 2). Es decir, amable.
O, flexible; es decir, dispuesta a ceder, satisfecha con menos de lo que merece, accesible. Ser comprensivo y condescendiente equivale a ser manso (v. 13).
Véase la nota He. 12:111a.
O, para.