En contraste con el lavamiento, la santificación y la justificación mencionados en 1 Jn. 1:7; He. 10:29 y Ro. 3:24-25, el lavamiento, la santificación y la justificación aquí no se efectúan por medio de la sangre, de modo objetivo. Son el lavamiento subjetivo de la regeneración conforme a Tit. 3:5, la santificación subjetiva efectuada por el Espíritu mencionada en Ro. 15:16 y la justificación subjetiva en el Espíritu como se ve en este versículo. Todos estos elementos de la salvación de Dios fueron llevados a cabo en nosotros en el nombre del Señor Jesucristo (es decir, en la persona del Señor, en una unión orgánica con el Señor por fe) y en el Espíritu de Dios (es decir, en el poder y la realidad del Espíritu Santo). Primero, fuimos lavados de las cosas pecaminosas; segundo, fuimos santificados, apartados para Dios, transformados por Dios; y tercero, fuimos justificados, aceptados, por Dios.