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Capítulos de libros «La Primera Epístola de Pablo a Los Corintios»
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  • El tercer problema tratado en esta epístola está relacionado con el caso de un hermano que va a juicio contra otro (vs. 1-11). Este pecado no es como la división, que se origina en el alma, ni tampoco es un pecado tan horrible como el incesto, llevado a cabo por el cuerpo lujurioso. Éste es el caso de un hermano que reclama sus derechos legales y que no está dispuesto a sufrir agravio, ni a aprender la lección de la cruz.

  • Los incrédulos, los cuales son injustos delante de Dios.

  • En la era venidera del reino los santos vencedores regirán las naciones del mundo (He. 2:5-6; Ap. 2:26-27).

  • Juicios llevados a cabo por varios santos que juzgan casos entre sí. Juzgar tales casos es insignificante en comparación con regir el mundo.

  • La expresión las cosas de esta vida indica que el juicio sobre los ángeles ocurrirá en el futuro, y no en esta era. Esto se refiere probablemente al juicio sobre los ángeles que se revela en 2 P. 2:4 y Jud. 1:6. Los ángeles mencionados en estos versículos y a los que se hace referencia en Ef. 2:2; 6:12 y Mt. 25:41 deben de ser los ángeles malignos. Por consiguiente, en el futuro nosotros, los que creemos en Cristo, juzgaremos no sólo el mundo de los hombres, sino también el mundo de los ángeles.

  • Los incrédulos, quienes no tienen importancia para la iglesia.

  • La palabra griega traducida va a juicio, aparece también en el v. 1.

  • Lo cual implica un defecto, una falta, una pérdida, quedarse corto (de heredar el reino de Dios, v. 9).

  • La palabra griega tiene la misma raíz que la traducida va a juicio en el versículo anterior.

  • Estar dispuestos a ser agraviados o a ser defraudados es estar dispuestos a sufrir pérdida, a aprender la lección de la cruz, a mantener la virtud de Cristo a cierto costo.

  • Heredar el reino en la era venidera es una recompensa para los santos que buscan justicia (Mt. 5:10, 20; 6:33). Véase la nota Mt. 5:102, la nota Gá. 5:212, la nota Ef. 5:53a y la nota He. 12:281a.

  • En contraste con el lavamiento, la santificación y la justificación mencionados en 1 Jn. 1:7; He. 10:29 y Ro. 3:24-25, el lavamiento, la santificación y la justificación aquí no se efectúan por medio de la sangre, de modo objetivo. Son el lavamiento subjetivo de la regeneración conforme a Tit. 3:5, la santificación subjetiva efectuada por el Espíritu mencionada en Ro. 15:16 y la justificación subjetiva en el Espíritu como se ve en este versículo. Todos estos elementos de la salvación de Dios fueron llevados a cabo en nosotros en el nombre del Señor Jesucristo (es decir, en la persona del Señor, en una unión orgánica con el Señor por fe) y en el Espíritu de Dios (es decir, en el poder y la realidad del Espíritu Santo). Primero, fuimos lavados de las cosas pecaminosas; segundo, fuimos santificados, apartados para Dios, transformados por Dios; y tercero, fuimos justificados, aceptados, por Dios.

  • El cuarto asunto tratado en esta epístola es el abuso de la libertad que tenemos en cuanto a los alimentos y al cuerpo (vs. 12-20). El alimento es para la existencia del hombre, y la sexualidad (que se relaciona con el cuerpo) es para la propagación del hombre. Ambos son necesarios y fueron ordenados por Dios. El hombre tiene derecho a estas cosas pero no debe abusar de ellas, ni dejarse dominar por ellas, siendo así controlado y esclavizado por tales cosas. Todo abuso en la comida, tal como comer de lo que se ha sacrificado a ídolos, hace tropezar a los hermanos débiles (1 Co. 8:9-13; 10:28-30, 32), y comer excesivamente perjudica nuestro cuerpo. Tanto el alimento como nuestro vientre serán eliminados; Dios los reducirá a nada. El abuso de la sexualidad es la fornicación. Ésta no sólo es condenada por Dios, sino que también destruye nuestro cuerpo (v. 18), el cual es para el Señor.

  • Lit., están bajo mi poder; por tanto, son permisibles, admisibles, lícitas.

  • Ventajosas (no meramente convenientes), buenas, valiosas.

  • Lit., ser puesto bajo la autoridad. Esto significa que todas las cosas estaban bajo la autoridad de Pablo, pero que él no se dejaría poner bajo la autoridad de ninguna de ellas, y que para él todas esas cosas eran permitidas, admisibles, lícitas, pero no se dejaría gobernar (esclavizar) por las mismas ni ser sometido a la autoridad o el control de ninguna de ellas. El v. 12 puede ser considerado un proverbio que gobernaba la manera en que el apóstol trató algunos problemas mencionados en la sección siguiente, 6:13—11:1.

  • La comida y el vientre sirven para la subsistencia del cuerpo. En sí mismos no significan nada; Dios los reducirá a nada.

  • Nuestro cuerpo fue creado para el Señor, y el Señor, dentro de nosotros, es para nuestro cuerpo. Él lo alimenta con comida material (Sal. 103:5) y le imparte Su vida de resurrección (Ro. 8:11), la cual sorbe el elemento de muerte del cuerpo junto con la debilidad y enfermedad del mismo. Finalmente, Él lo transfigurará, conformándolo a Su cuerpo glorioso. No debemos abusar de nuestro cuerpo cometiendo fornicación.

  • Dios levantó al Señor corporalmente. Nuestro cuerpo tiene como destino participar en el cuerpo glorioso del Señor en resurrección (Fil. 3:21) y ser resucitado incorruptible (1 Co. 15:52). En esto consistirá la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23). Incluso ahora el Espíritu del Cristo resucitado, quien mora en nosotros, da vida a nuestro cuerpo (Ro. 8:11), haciéndolo miembro de Cristo (v. 15) y templo de Dios en el cual mora Su Espíritu Santo (v. 19).

  • Puesto que estamos unidos orgánicamente con Cristo (v. 17) y Cristo mora en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22) y hace Su hogar en nuestro corazón (Ef. 3:17), todo nuestro ser, incluyendo nuestro cuerpo purificado, viene a ser miembro de Él. Por lo tanto, para aplicar en términos prácticos tal membresía, debemos presentar nuestro cuerpo a Él (Ro. 12:1, 4-5).

  • Lit., ¡Nunca tal suceda!

  • Esto se refiere a la unión orgánica que los creyentes tienen con el Señor al creer en Él (Jn. 3:15-16). Esta unión es mostrada por la de los pámpanos y la vid (Jn. 15:4-5). No sólo es un asunto de vida, sino también un asunto en vida (la vida divina). Tal unión con el Señor resucitado sólo puede efectuarse en nuestro espíritu.

  • Esto indica que el Señor como Espíritu se mezcla con nuestro espíritu. Nuestro espíritu fue regenerado por el Espíritu de Dios (Jn. 3:6), el cual ahora está en nosotros (v. 19) y es uno con nuestro espíritu (Ro. 8:16). Ésta es la manera en que el Señor, quien se hizo el Espíritu vivificante por medio de la resurrección (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17) y quien ahora está con nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), es hecho real para nosotros. En las epístolas de Pablo, por ejemplo en Ro. 8:4-6, frecuentemente se hace referencia a este espíritu mezclado.

  • Lit., resultado de pecar; la misma palabra griega traducida pecados en Mr. 3:28 y Ro. 3:25.

  • El Espíritu Santo está en nuestro espíritu (Ro. 8:16), y nuestro espíritu está en nuestro cuerpo. Por lo tanto, nuestro cuerpo viene a ser un templo, una morada, del Espíritu Santo.

  • La sangre preciosa de Cristo (Hch. 20:28; 1 P. 1:18-19; Ap. 5:9).

  • Esto significa permitir que Dios, quien mora en nosotros (1 Jn. 4:13), ocupe y sature nuestro cuerpo y se exprese a Sí mismo a través de nuestro cuerpo, que es Su templo, especialmente en los asuntos de las viandas y el matrimonio, conforme al contexto de esta sección, 6:13—11:1. Para esto necesitamos ejercer un control severo y estricto sobre nuestro cuerpo, poniéndolo en servidumbre (1 Co. 9:27) y presentándolo a Dios como sacrificio vivo (Ro. 12:1).

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