Se refiere a un espíritu que habla y que finge tener la autoridad de la revelación divina.
Se refiere a un espíritu que habla y que finge tener la autoridad de la revelación divina.
Lit., de la mente; es decir, de “una mente estable que juzga sobriamente” (Darby).
Lit., hacia.
Gr. parousía, que significa presencia. Véase la nota 1 Ts. 2:191d y la nota Mt. 24:33d. Aquí se tratan dos asuntos: la parusía (la presencia) del Señor, y nuestra reunión con Él (el arrebatamiento). La parusía del Señor comenzará con el arrebatamiento de los vencedores al trono de Dios en los cielos (Ap. 12:5-6). Al final de la gran tribulación, la cual ocurrirá en los últimos tres años y medio de esta era, que es la segunda mitad de la última semana de Dn. 9:27 (Mt. 24:21 y la nota; Ap. 11:2 y la nota 4), la parusía vendrá al aire (Ap. 10:1 y la nota 2) donde permanecerá un tiempo para finalmente culminar en su manifestación, “la manifestación de Su parusía” (v. 8; Mt. 24:30 y la nota 4). Mientras la parusía del Señor permanezca en el aire, la mayoría de los creyentes serán arrebatados para reunirse allí con el Señor (1 Ts. 4:17). Según el contexto, la expresión el día del Señor en el v. 2 se refiere al día de la parusía (la venida) del Señor, en la cual se llevará a cabo el arrebatamiento de la mayoría de los creyentes. El v. 3 afirma categóricamente que antes de ese día el anticristo será revelado para jugar el papel principal en la gran tribulación (v. 4; Ap. 13:1-8, 12-15). Esto revela clara y categóricamente que la venida (la parusía) del Señor al aire y el arrebatamiento de la mayoría de los creyentes no pueden ocurrir antes de la gran tribulación.
O, por.
Esto se cumplirá en Ap. 19:19-20.
Puesto que quienes perecen no reciben el amor de la verdad, la cual Dios quería darles para que pudieran ser salvos (v. 10), Dios les envía una fuerza de error, un poder activamente engañoso, para que crean la mentira.
Los creyentes tienen buena voluntad de hacer el bien (2 Ts. 1:11); los que perecen (v. 10), quienes rechazan la verdad de Dios, se complacen en la injusticia. Pecar es un deleite para ellos (Ro. 1:32).
Dios nos amó (v. 16), nos escogió desde el principio, y nos llamó mediante el evangelio (v. 14). Él nos escogió para salvación, la cual es efectuada mediante la santificación por el Espíritu, y nos llamó para que obtengamos la gloria del Señor. Ahora Él nos lleva adelante con consolación eterna y buena esperanza en gracia.
Es decir, desde la eternidad pasada (cfr. Ef. 1:4). Algunos mss. antiguos dicen: como primicias.
Esto probablemente significa que quien lo detiene es quitado de en medio.
La iniquidad que caracterizará al anticristo (v. 3) ya está operando misteriosamente en esta era. Es el misterio de iniquidad que opera hoy entre las naciones y en la sociedad humana.
El tiempo señalado por Dios, el cual será la última de las setenta semanas, como fue profetizado en Dn. 9:27; 7:24-26; Ap. 13:1-8.
Esto se refiere a algún poder que impide la revelación del hombre de iniquidad, el anticristo.
Éste es “el lugar santo” que se menciona en Mt. 24:15, lo cual indica que el templo de Dios será reedificado antes del regreso del Señor.
Esto cumple la profecía acerca del anticristo dada en Dn. 11:36-37. Esto sucederá en la segunda mitad de la última semana, como fue profetizado en Dn. 9:27. Véase la nota Mt. 24:151a.
Lit., sin ley; así también en el v. 7 y en los vs. 8-9 (inicuo). Véase la nota 1 Jn. 3:42.
El anticristo, según lo profetizado en Dn. 7:20-21, 24-26; 9:27; 11:36-37; Ap. 13:1-8, 12-18; 19:19-20. Él será el hombre de iniquidad, hombre sin ley, que cambiará las leyes, destruirá y corromperá a muchos a un grado inconcebible, blasfemará contra Dios y engañará a los hombres. Por lo tanto, el Señor lo destruirá completamente, y él llegará a ser el hijo de perdición.
Es decir, abandonando (abandonando el camino recto de la economía de Dios como se revela en las Escrituras).
O, seduzca; “No sólo dando una falsa impresión, sino verdaderamente desviando” (Vincent).
Véase la nota 1 Ts. 5:11a.
La misma palabra griega que se traduce espíritu en otras partes.
O, el resplandor. Esto indica que la venida (la parusía) del Señor estará oculta antes que sea manifestada abiertamente (véase la nota Mt. 24:271). Esto también indica que la venida del Señor durará cierto tiempo (véase la nota 2 Ts. 2:12a). Primero, ocurrirá en secreto, y después será manifestada públicamente.
Véase la nota 2 Ts. 2:12a.
La santificación por el Espíritu consta de tres pasos:
1) el Espíritu nos busca y nos convence de nuestro pecado cuando hace que nos arrepintamos y creamos (1 P. 1:2; Jn. 16:8);
2) Él nos santifica en cuanto a nuestra posición y en cuanto a nuestra manera de ser (He. 13:12; 1 Co. 6:11) en el momento en que somos salvos
3) Él nos santifica en nuestra manera de ser mientras procuramos el crecimiento en vida (Ro. 6:19, 22).
Por medio de estos tres pasos de la santificación del Espíritu, la salvación de Dios nos es aplicada para que la obtengamos y la disfrutemos plenamente. Los tres pasos de la santificación del Espíritu no sólo nos separan de todas las cosas viejas y negativas, haciéndonos santos para Dios, sino que también nos santifican, convirtiéndonos en una nueva creación llena de la esencia y el elemento del Señor, a fin de que obtengamos la gloria del Señor.
Por medio de la santificación del Espíritu, la salvación de Dios es revelada y traída a nosotros; al creer recibimos todo lo que es revelado y traído a nosotros por medio del Espíritu de modo que obtenemos la salvación.
Se refiere a salvación en santificación…y en la fe… del versículo anterior. Dios nos escogió para salvación en la eternidad, y luego, en el tiempo, nos llamó para que obtuviéramos la gloria de nuestro Señor. La salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad es el procedimiento; la obtención de la gloria de nuestro Señor es la meta.
La gloria del Señor consiste en que Él, como el Hijo de Dios el Padre, posee la vida y naturaleza del Padre a fin de expresar al Padre. Obtener la gloria del Señor significa estar en la misma posición que el Hijo de Dios para poder expresar al Padre (Jn. 17:22 y la nota 1).
Véase la nota 1 Co. 11:21c.
Nuestro Señor Jesucristo y Dios el Padre trabajan juntos para confortar y confirmar a los creyentes (v. 17).
No consolación y fortalecimiento temporal y transitorio, sino consuelo eterno por medio de la vida divina. Esta consolación es suficiente para soportar cualquier clase de ambiente y situación; por lo tanto, va acompañada de buena esperanza.
La esperanza de gloria (Col. 1:27), la cual es la esperanza de la venida del Señor (1 Ts. 1:3), cuando seremos resucitados o transfigurados en la gloria (1 Ts. 4:13-14; Fil. 3:21; He. 2:10).
La gracia es Dios mismo en Cristo para que nosotros le disfrutemos (véase la nota Jn. 1:171) a fin de ser santificados por Su Espíritu (v. 13), así como consolados y confirmados (v. 17) con consolación eterna y buena esperanza.