Pedro en sus dos epístolas, compuestas de solamente ocho capítulos, abarcó toda la economía de Dios, desde la eternidad pasada antes de la fundación del mundo (1 P. 1:2, 20) hasta los cielos nuevos y la tierra nueva en la eternidad futura (2 P. 3:13). El reveló los asuntos cruciales relacionados con la economía de Dios, acerca de los cuales los profetas profetizaron y los apóstoles predicaron (1 P. 1:10-12), Pedro presenta estos asuntos desde cuatro perspectivas:
1) Desde la perspectiva del Dios Triuno:
Dios el Padre, conforme a Su presciencia, escogió un pueblo en la eternidad (1 P. 1:1-2; 2:9) y lo llamó a Su gloria (1 P. 5:10; 2 P. 1:3). Cristo, conocido por Dios desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los tiempos postreros (1 P. 1:20), redimió y salvó a los escogidos de Dios (2, 1 P. 1:18-19) por medio de Su muerte substitutiva (1 P. 2:24; 3:18) y mediante Su resurrección en vida y Su ascensión en poder (1 P. 1:3; 3:21-22). El Espíritu, enviado desde el cielo, santificó y purificó a los que Cristo redimió y salvó (1 P. 1:2, 12, 22; 4:14). (Éstas son las cosas en las cuales los ángeles anhelan mirar, 1 P. 1:12). El poder divino del Dios Triuno les ha provisto a los redimidos todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (2 P. 1:3-4), a fin de guardarlos para la salvación plena (1 P. 1:5). Dios además los disciplina (1 P. 5:6) por medio de Sus varios juicios gubernamentales (1 P. 1:17; 2:23; 4:5-6, 17; 2 P. 2:3-4, 9; 3:7), y los perfeccionará, confirmará, fortalecerá y cimentará por medio de toda gracia (1 P. 5:10). El Señor es longánime para con ellos a fin de que todos tengan la oportunidad de arrepentirse para salvación (vs. 9, 15). Luego Cristo aparecerá en gloria con la salvación plena que Él provee a los que le aman (1 P. 1:5, 7-9, 13; 4:13; 5:4).
2) Desde la perspectiva de los creyentes:
Ellos, como posesión de Dios, fueron escogidos por Él (1 P. 1:1-2; 2:9), llamados por Su gloria y virtud (1 P. 2:9; 3:9; 2 P. 1:3, 10), redimidos por Cristo (1 P. 1:18-19), regenerados por Dios mediante Su palabra viva (1 P. 1:3, 23), y salvos por medio de la resurrección de Cristo (1 P. 3:21). Ellos ahora son guardados por el poder de Dios (1 P. 1:5), son purificados para que se amen unos a otros (1 P. 1:22), crecen al alimentarse de la leche de la palabra (1 P. 2:2), en la vida divina desarrollan las virtudes espirituales (2 P. 1:5-8) y son transformados y edificados como casa espiritual, como sacerdocio santo para servir a Dios (1 P. 2:4-5, 9). Son el linaje escogido por Dios, Su real sacerdocio, Su nación santa, Su pueblo especial, adquirido para ser Su posesión personal y expresar Sus virtudes (1 P. 2:9). Son disciplinados por el juicio gubernamental de Dios (1 P. 1:17; 2:19-21; 3:9, 14, 17; 4:6, 12-19; 5:6, 9), llevan una vida santa de una manera excelente y piadosa para glorificarle (1 P. 1:15; 2:12; 3:1-2), como buenos mayordomos ministran la multiforme gracia de Dios para que Él sea glorificado por medio de Cristo (1 P. 4:10-11) (bajo el pastoreo ejemplar de los ancianos, 1 P. 5:1-4), y esperan y apresuran la venida del Señor (1 P. 1:13; 2 P. 3:12) a fin de que les sea otorgada una rica y abundante entrada en el reino eterno del Señor (2 P. 1:11). Además, ellos están a la espera de los cielos nuevos y la tierra nueva, en los cuales mora la justicia, en la eternidad (v. 13), y siguen creciendo en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (v. 18).
3) Desde la perspectiva de Satanás:
Él es el adversario de los creyentes, o sea el diablo, quien como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar (1 P. 5:8).
4) Desde la perspectiva del universo:
Los ángeles caídos fueron condenados y esperan el juicio eterno (2 P. 2:4); el mundo impío de antaño fue destruido por un diluvio (2 P. 2:5; 3:6); las ciudades impías fueron reducidas a cenizas (2 P. 2:6); los maestros falsos y herejes burlones que profesen la apostasía así como la humanidad que viva de una manera maligna serán juzgados para destrucción (2 P. 2:1, 3, 9-10, 12; 3:3-4, 7; 1 P. 4:5); los cielos y la tierra serán consumidos por el fuego (vs. 7, 10-11); y todos los muertos y los demonios serán juzgados (1 P. 4:5). Luego vendrán los cielos nuevos y la tierra nueva como un nuevo universo, en el cual la justicia de Dios morará por la eternidad (v. 13).
Pablo en sus escritos también habló de “estas cosas” (excepto de los cielos nuevos y la tierra nueva). Por lo tanto, Pedro se refiere a los escritos de Pablo a fin de fortalecer sus propios escritos, especialmente en lo tocante al juicio gubernamental y disciplinario que Dios ejerce sobre los creyentes. Pablo también recalca firmemente y repetidas veces este asunto en sus escritos (1 Co. 11:30-32; He. 12:5-11, 12:29; 2:3; 4:1; 6:8; 10:27-31, 39; 1 Co. 3:13-15; 4:4-5; 2 Co. 5:10; Ro. 14:10). Ésta debe haber sido la razón por la cual Pedro recomendó los escritos de Pablo.
¡Cuánta belleza y excelencia hay en esta recomendación! Aunque los corintios intentaron dividir a Pedro y a Pablo según sus propias preferencias divisivas (1 Co. 1:11-12), Pedro elogia a Pablo, diciendo que éste, tal como él, enseñaba “estas cosas”, y que los escritos de Pablo no deben ser torcidos, sino que deben ser considerados como “las otras Escrituras” y deben recibir el mismo respeto que el Antiguo Testamento. Es muy significativo que Pedro haga tal recomendación, dado que Pablo lo había reprendido cara a cara tocante a la fe neotestamentaria (Gá. 2:11-21). Esto indica que Pedro tuvo la entereza de admitir que los primeros apóstoles, tales como Juan, Pablo y él mismo, aunque difieran en estilo, terminología, expresión, en ciertos aspectos de sus puntos de vista y en la manera de presentar sus enseñanzas, todos ellos formaban parte del mismo y único ministerio, el ministerio del Nuevo Testamento (2 Co. 3:8-9; 4:1). Tal ministerio ministra a las personas al Cristo todo-inclusivo como la corporificación del Dios Triuno quien, después de pasar por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, es impartido, por medio de la redención de Cristo y por la operación del Espíritu Santo, en Su pueblo redimido como única porción de vida, como provisión de vida, y como el todo para ellos, a fin de que sea edificada la iglesia como el Cuerpo de Cristo, el cual tendrá su consumación en la expresión plena, la plenitud, del Dios Triuno, conforme al propósito eterno del Padre. El Cristo maravilloso es el centro de su ministerio.